(07 de Diciembre del 2019. El Venezolano).- Nueve meses llevan padeciendo los habitantes de Maracaibo, la mayor crisis eléctricas que ha sufrido el Zulia en toda su historia.
A través de un trabajo especial publicado por Panorama, se conoció que la novela y sus capítulos de “terror” continúan, las comunidades siguen viviendo tormentosos racionamientos y apagones que superan, en la mayoría de los casos, las seis horas continuas y hasta dos veces al día.
Desde el pasado 7 de marzo, cuando ocurrió el apagón que dejó al 100% de Venezuela sin electricidad, el Zulia sigue siendo el estado más golpeado. Lejos de solucionarse, el problema parece agravarse con el paso del tiempo y con pocas respuestas de las autoridades competentes.
Ya son más de 270 días en los que han desfilado una larga lista de promesas y soluciones de parte de la propia vicepresidenta de la República, Delcy Rodríguez; dos ministros para la energía eléctrica, autoridades regionales y hasta municipales. Incluso, desde la propia Asamblea nacional se han alzado las voces en la búsqueda de recursos financieros internacionales para paliar la “situación”, pero sin ninguna respuesta concreta.
Comenzó en marzo, pero ya llegó diciembre, el último mes de 2019, y el “black out” sigue con un escenario desconcertante: continuas fallas en las subestaciones regionales, problemas operativos en las líneas “neurológicas” del sistema, colapso de los centros de transmisión y un complejo Hidroeléctrico Simón Bolívar (El Guri) que sigue en un proceso de “recuperación” lento.
La realidad es que el Zulia, a pesar de ser un estado petrolero y rico en recursos agropecuarios, sigue ocupando el último lugar en la lista de prioridades energéticas de la nación.
La región se mantiene padeciendo cortes eléctricos que se extienden entre 6 y 20 horas diarias, con planes de administración de carga de 6×6 anunciados más no cumplidos cabalmente, que afectan tanto a zonas residenciales, como al sector comercial, que labora “a media máquina”.
Asimismo, los racionamientos y bajones son el “pan de cada día” de los residentes, que siguen calificando la situación como “un calvario infernal”.
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