Querida María Corina Machado:
Hoy te escribo, no como dirigente sindical ni como político, sino como un venezolano que ha vivido y sufrido en carne propia la historia reciente de nuestro país.
Te escribo con la voz cansada de los años, pero con el alma encendida de orgullo y esperanza al verte erguida, firme, con la mirada limpia de quien jamás claudicó ante la injusticia, el miedo o la mentira.
Has dado una lección de grandeza al mundo entero. Tu nombre ya no pertenece solo a la política venezolana: pertenece a la historia de la humanidad, porque tu lucha ha sido y sigue siendo una batalla épica por la paz verdadera, esa que nace del “reconocimiento a la verdad y al derecho ajeno”, del respeto a la libertad, de la justicia como base de la convivencia pacífica.
La paz no es silencio. La paz no es rendición. La paz, como tú la has entendido y defendido, es el “acto supremo de la dignidad humana”: el derecho de un pueblo a vivir libre, a elegir, a expresarse y a soñar sin miedo.
FUERZA MORAL SERENA
Como viejo luchador social, te confieso que pocas veces en mi vida vi una fuerza moral tan serena y tan firme como la tuya. En ti he visto reflejada la rebeldía de toda una generación que no se resignó, que se levanta una y otra vez con la verdad como única arma y la esperanza como único escudo.
Tu perseverancia, tu serenidad ante la adversidad y tu fe en una transición en paz y con justicia son el mayor legado que dejarás a Venezuela. No hay reconocimiento más alto que el que te otorga el pueblo cuando ve en ti una referencia ética, una mujer que encarna lo mejor de nuestra nación: el coraje de Bolívar, la claridad de Andrés Bello y la ternura inquebrantable de nuestras madres.
Recibir un reconocimiento universal por la lucha por la paz no hace más que confirmar lo que los venezolanos ya sabíamos: que tú representas los auténticos valores de nuestra Nación y la lucha por esa causa justa y noble con entrega total.
En nombre de quienes seguimos creyendo en la democracia, en el trabajo digno y en la justicia social, te doy las gracias. Gracias por ser ejemplo, por no rendirte y por mostrarnos que la política también puede ser un acto de amor.
Hoy, como un viejo sindicalista que ha visto pasar dictaduras, cárceles y exilios, me inclino con respeto ante tu fuerza moral. Eres, María Corina, la voz limpia de un país que despertó. Eres el símbolo de una Venezuela que no se rinde y que volverá a ser libre.
Tu amigo:
Carlos Ortega
Presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV)
Exiliado, venezolano y obrero del alma democrática.