(11 de agosto del 2025. El Venezolano).- Un llamado urgente a la unidad real, la responsabilidad histórica y la reconstrucción nacional.
Por Manuel Rodríguez coordinador de la Plataforma Ayuda Venezuela
La historia de los pueblos no siempre avanza de forma lineal. Hay momentos de oscuridad en los que una nación se ve obligada a mirarse al espejo y preguntarse si tiene la valentía de cambiar su destino, o si se resignará a ser arrastrada por las fuerzas de la destrucción, la injusticia y la desesperanza. Venezuela está precisamente en uno de esos momentos. No se trata de una coyuntura más. Es una encrucijada histórica, donde lo que está en juego no es una elección, ni una ideología, ni siquiera un ciclo de poder: es la vida misma de la República.
Durante más de dos décadas, hemos presenciado el desmantelamiento progresivo de las instituciones democráticas, la aniquilación de los contrapesos republicanos, la criminalización de la disidencia, la censura de la prensa, la corrupción sistémica y el sufrimiento atroz del pueblo. La represión política, el colapso económico, la migración forzada de millones, la impunidad de las cúpulas, la violencia institucionalizada y la miseria en los sectores populares no son hechos aislados ni errores administrativos: son consecuencias directas de un modelo autoritario que ha secuestrado al Estado para perpetuar su poder a costa de la dignidad de toda una nación.
En este contexto, la unidad de quienes creemos en la democracia y la libertad no puede ser postergada ni trivializada. Y sin embargo, seguimos divididos. Seguimos tropezando con la misma piedra: egos personales, estrategias partidistas de corto plazo, cálculos mezquinos y falta de visión de país. La dispersión de las fuerzas democráticas es uno de los mayores regalos que se le puede dar a un régimen que se alimenta del caos, del miedo y del desencuentro.
La Unidad no es una consigna: es una responsabilidad moral
Decir que necesitamos unidad no es una frase bonita para cerrar discursos. Es una urgencia nacional. Sin una plataforma común, clara, coherente, creíble, y comprometida con principios no negociables —la democracia, los derechos humanos, la justicia, la soberanía popular, el rescate institucional y el bienestar colectivo— no hay salida posible para Venezuela. Pero esta unidad no puede ser de forma ni de oportunismo. Debe estar basada en la verdad, en la ética, en la transparencia y en el respeto mutuo. Debe superar la lógica de “quién lidera” para centrarse en “cómo salvamos a Venezuela”.
No hay lugar ya para los proyectos personales disfrazados de patriotismo. Tampoco hay espacio para los purismos ideológicos que terminan aislando. Venezuela necesita una unidad sincera, estratégica, plural y profundamente comprometida con el país, no con cuotas de poder. Es hora de madurar políticamente, de priorizar el bien común, de actuar como estadistas y no como actores electorales con visión cortoplacista.
Seriedad, rigurosidad y responsabilidad: condiciones para el cambio real
No basta con querer cambiar las cosas. Es necesario hacerlo bien. La improvisación nos ha costado años. Las falsas promesas, los liderazgos inflados sin base ética ni preparación, la falta de coherencia en los mensajes y las acciones, han minado la credibilidad de los sectores democráticos.
La lucha por la libertad requiere preparación, disciplina, estrategia y una narrativa honesta. Requiere también una conexión genuina con el pueblo. No se trata solo de denunciar lo que está mal, sino de construir una alternativa viable y sólida, que hable el lenguaje del pueblo, que comprenda sus dolores, que respete su inteligencia, y que proponga soluciones realistas para un país devastado.
El cambio que necesita Venezuela no será fácil ni rápido. Será un proceso duro, lleno de obstáculos, sacrificios y retrocesos. Pero debe ser liderado con seriedad y responsabilidad histórica. Porque la historia no perdona a los que juegan con el destino de su país.
En nombre de los que han muerto, de los que sufren, de los que resisten
Más de 7 millones de venezolanos han huido del país. Millones más viven bajo condiciones infrahumanas dentro del territorio. Madres que lloran a sus hijos asesinados, jóvenes que han sido torturados por pensar distinto, abuelos que mueren sin medicamentos, niños que crecen sin futuro. Cada vida truncada, cada lágrima, cada exilio, es una razón más para trabajar juntos.
Los que hoy alzamos la voz en libertad tenemos una deuda con quienes ya no están. Nos debemos a los presos políticos, a los asesinados, a los perseguidos, a los silenciados, a los exiliados. No podemos darnos el lujo de fallarles otra vez. No podemos repetir los errores del pasado. La unidad que necesitamos no es para ganar elecciones. Es para recuperar la República. Es para reconstruir un país sobre bases firmes de justicia, inclusión, y dignidad.
La historia no nos va a esperar, este no es un tiempo de dudas. Es un tiempo de definiciones. O nos unimos como país, o seremos derrotados individualmente. O construimos un movimiento democrático con rostro humano y vocación de poder real, o quedaremos condenados a ser testigos pasivos del desmoronamiento final de la nación.
La historia no espera a los indecisos. No hay tiempo que perder. No podemos seguir apostando a fórmulas mágicas, ni a caudillos providenciales. El país necesita institucionalidad, visión compartida, liderazgo ético y capacidad de ejecución. Y sobre todo, necesita una ciudadanía empoderada, organizada, consciente de su fuerza, y decidida a recuperar lo que es suyo.
La libertad no es una palabra vacía. Es un derecho que se conquista, que se defiende y que se honra con responsabilidad. Venezuela no será salvada por decretos, ni por promesas de redención. Será salvada por ciudadanos comprometidos, líderes honestos, y una sociedad que entienda que la unidad no es una opción, sino una condición para sobrevivir como nación.
En nombre de quienes lo dieron todo por este país, en nombre de quienes hoy resisten en silencio, en nombre de las generaciones que vendrán, trabajemos juntos. Con seriedad. Con respeto. Con amor por Venezuela. Con el firme propósito de recuperar la patria.
Es ahora. No habrá una segunda oportunidad