(14 de julio del 2025. El Venezolano).- El 12 de julio de 1821 en el Congreso de Cúcuta se aprobó la Ley Fundamental de la Unión de los Pueblos de Colombia. La Constitución de Cúcuta, también conocida como la Constitución de la Gran Colombia, fue refrendada el 30 de agosto del mismo año. Estos actos legislativos fueron parte de la concreción del sueño del libertador: La Gran Colombia.
En el albor del siglo XIX, cuando América Latina despertaba de siglos de dominación colonial, Simón Bolívar soñó con una patria grande y libre. Este venezolano no solo blandió la espada contra el yugo español, sino que alzó la voz con ideas que trascendían fronteras.
Bolívar imaginaba una Federación sólida, una amalgama de naciones unidas por la cultura, el idioma y el deseo de libertad. Venezuela, Cundinamarca (Colombia), Quito (Ecuador), y posteriormente Panamá, compartieron durante una década ese ideal. Aunque la Gran Colombia se disolvió en 1831, el espíritu de unidad no se ha extinguido.
Hoy, en pleno siglo XXI, ese sueño sigue vigente, pero enfrenta nuevos desafíos. La fragmentación política, las crisis económicas y sociales, y las disputas ideológicas han debilitado los lazos de hermandad. Sin embargo, la necesidad de integración se hace más urgente. Necesitamos una América Latina cohesionada para poder convertirla en un actor clave en el escenario mundial.
En ese contexto, la solidaridad con nuestros migrantes adquiere un valor central. Muchos compatriotas latinoamericanos que han salido de su terruño obligados a buscar nuevos horizontes, hoy enfrentan discriminación y políticas hostiles, como las aplicadas en los EEUU por el presidente Donald Trump.
Defender los derechos de nuestros migrantes no solo es justo: es parte del legado de Bolívar, quien luchó por la dignidad de todos los pueblos.
La unidad latinoamericana no es solo una utopía histórica, es un camino hacia el respeto, el desarrollo y la justicia, tal como lo concibieron quienes aquel 12 de julio se comprometieron en nombre de la libertad a forjar países libres de nuevos dominios imperiales. Ese será siempre el sueño latinoamericano.