(27 de junio del 2025. El Venezolano).- En los últimos 25 años, el régimen del Socialismo del Siglo XXI, liderado primero por Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro, ha sumido a Venezuela en una de las peores tragedias de su historia. Lo que alguna vez fue un país próspero, con una de las mayores reservas petroleras del mundo, se ha convertido en un territorio devastado por la corrupción, el despilfarro y una generosidad mal entendida que ha dilapidado miles de millones de dólares pertenecientes al pueblo venezolano. Este artículo busca arrojar luz sobre un capítulo particularmente indignante de esta debacle: los “regalos” financieros que el régimen ha hecho a otros países controlados por sus amigotes, mientras los venezolanos padecen hambre, miseria y desesperación.
Uno de los casos más escandalosos es el de Bielorrusia. Documentos filtrados han revelado que el gobierno de Alexander Lukashenko dejó de pagar más de 1.400 millones de dólares que adeudaba a Petróleos de Venezuela (Pdvsa), tras un supuesto “auxilio” ordenado por Hugo Chávez. Para Bielorrusia, este no fue un incumplimiento, sino un “regalo” de Caracas. Sí, un regalo. Mientras los hospitales venezolanos colapsaban por falta de insumos, mientras las escuelas se caían a pedazos y los ciudadanos hacían colas interminables por un kilo de harina, el régimen chavista decidió condonar una deuda multimillonaria a un aliado político en Europa del Este. Este no es un caso aislado, sino parte de una política sistemática de despilfarro y entrega de los recursos nacionales a cambio de favores políticos o lealtades internacionales. Causa indignación recordar cómo recuperamos en mis tiempos de Gobernador de Caracas los hospitales Periférico de catia, la Maternidad Concepción Palacios o el Hospital JM de Los Ríos, adelantamos esas obras con escasos recursos financieras, pero hoy esos centros de salud, al igual que la inmensa mayoría de la red hospitalaria de Venezuela, se encuentra en bancarrota.
La lista de ejemplos es abrumadora. Durante los años de bonanza petrolera, cuando el precio del crudo alcanzó niveles históricos, Venezuela regaló miles de millones de dólares en forma de petróleo subsidiado o condonaciones de deuda a países como Cuba, Nicaragua, Bolivia y otros miembros del bloque del ALBA. En el caso de Cuba, se estima que el envío de petróleo a precios preferenciales o directamente gratis ha superado los 30.000 millones de dólares en las últimas dos décadas. ¿Qué recibió Venezuela a cambio? Propaganda, asesores políticos y un modelo de control social que busca perpetuar la dictadura en nuestro país.
Petróleos de Venezuela (Pdvsa), alguna vez el motor económico del país, se convirtió en el epicentro de la corrupción chavomadurista. Durante la bonanza petrolera (1999-2014), cuando los precios del crudo alcanzaron récords históricos, se estima que al menos 300.000 millones de dólares desaparecieron por malversación, sobornos y contratos fraudulentos. Un ejemplo paradigmático son las operaciones con papeles de la deuda. Funcionarios y empresarios afines al régimen manipulaban la asignación de bonos comprados en bolívares, pero pagados en dólares a tasas preferenciales. Este esquema, liderado por figuras como Alejandro Andrade, extesorero nacional, permitió el lavado de más de 2.400 millones de dólares solo en un caso investigado en Estados Unidos. En otro escándalo, el Banco Espírito Santo en Portugal facilitó la desaparición de 3.500 millones de euros de Pdvsa entre 2007 y 2012, mediante sobornos a funcionarios venezolanos para asegurar depósitos en sus cuentas.
Mientras tanto, en casa, el régimen saqueaba las arcas nacionales. Pdvsa, que alguna vez fue un símbolo de eficiencia y riqueza, se convirtió en una caja chica para financiar corruptelas y proyectos fallidos. Desde el desfalco de miles de millones a través de contratos fraudulentos hasta la malversación en proyectos como la Faja del Orinoco, el régimen ha demostrado un talento excepcional para el robo descarado. Según estimaciones conservadoras, más de 300.000 millones de dólares han desaparecido de las finanzas públicas en estos 25 años, una suma que podría haber transformado a Venezuela en una nación moderna, con infraestructura de primer mundo, educación de calidad y un sistema de salud digno. Estas operaciones no sólo enriquecieron a una élite corrupta, sino que también endeudaron al país. Mientras los venezolanos enfrentan escasez de alimentos y medicinas, el régimen emitía deuda pública a través de bonos que beneficiaban a intermediarios y aliados, dejando a la nación con una carga financiera de más de 100.000 millones de dólares adicionales, según estimaciones publicadas instituciones que se han consagrado a investigar y ventilar públicamente estos desaguisados. Proyectos como el ferrocarril nacional, el Metro de Caracas o la recuperación del río Guaire, que recibieron miles de millones en fondos, nunca se concretaron, evidenciando un patrón de pagos por obras inexistentes.
El régimen no solo robó internamente, sino que utilizó los recursos venezolanos para comprar lealtades internacionales, especialmente en la Organización de Estados Americanos (OEA). Uno de los casos más notorios es el de Bielorrusia, donde Hugo Chávez ordenó condonar una deuda de 1.400 millones de dólares a Pdvsa, que el régimen de Alexander Lukashenko calificó como un “regalo” de Caracas. Este gesto no fue un acto de solidaridad, sino una maniobra para asegurar apoyo político en foros internacionales.
En América Latina y el Caribe, el régimen implementó una estrategia similar. En Paraguay, por ejemplo, todavía está pendiente recuperar una deuda de 265 millones de dólares que Pdvsa “reclamaba”, aunque la negociación no prosperó por falta de personería jurídica. En Argentina, el fideicomiso bilateral firmado en 2004 entre Hugo Chávez y Néstor Kirchner permitió a empresarios argentinos y venezolanos desviar millones de dólares a través de exportaciones infladas y maniobras offshore. Una investigación de Transparencia Venezuela reveló que empresas como Baldric SA, creada por un venezolano, obtuvieron contratos por casi 8 millones de dólares para proyectos que nunca se materializaron, como un frigorífico en Machiques de Perijá.
En el Caribe, el programa Petrocaribe fue una herramienta clave para comprar votos en la OEA. Países de ese órgano y otras naciones caribeñas recibieron petróleo venezolano a precios subsidiados o incluso gratis, con deudas que raramente fueron cobradas. Se estima que este esquema costó a Venezuela más de 30.000 millones de dólares, mientras los ciudadanos venezolanos enfrentan apagones y colas interminables por combustible. Estos “regalos” aseguraban el respaldo de gobiernos caribeños en la OEA, bloqueando resoluciones contra el régimen por violaciones a los derechos humanos y fraudes electorales.
La magnitud del desfalco es abrumadora. Transparencia Venezuela documenta 416 casos de corrupción que comprometen al menos 68.311 millones de dólares, aunque el monto real es probablemente mucho mayor. Desde sobornos en contratos de Pdvsa hasta el desvío de fondos destinados a infraestructura, el régimen ha desangrado al país. Pero el daño no se limita a lo económico. El Socialismo del Siglo XXI ha robado mucho más que dinero: ha robado el futuro de generaciones enteras. Ha regalado la soberanía nacional a potencias extranjeras que hoy controlan sectores estratégicos del país. Ha despilfarrado la confianza de un pueblo que alguna vez creyó en promesas de justicia social, solo para ser traicionado con miseria y represión. Los venezolanos no solo han perdido sus ahorros, sus empleos y sus oportunidades, sino también su derecho a soñar con un país mejor.
Es hora de decir basta. La tragedia venezolana no es el resultado de sanciones externas ni de conspiraciones imaginarias, como pretende hacernos creer el régimen. Es el producto de un modelo político basado en la corrupción, la improvisación y la entrega de nuestros recursos a intereses foráneos. Los responsables deben rendir cuentas, y los venezolanos merecemos recuperar lo que nos han robado.
No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos construir un futuro diferente. Es imperativo que los venezolanos nos unamos para exigir transparencia, justicia y la restitución de los recursos saqueados. Solo con un cambio profundo, basado en la democracia, la libertad y el respeto por nuestra soberanía, podremos recuperar el destino que nos fue robado y regalado. Venezuela no merece seguir siendo la víctima de esta infamia. Es tiempo de alzar la voz y trabajar por la reconstrucción de nuestra nación.