(10 de diciembre del 2024. El Venezolano).- Verónica corre desesperada mirando su reloj y con una bolsa tejida de mercado en las manos. Tiene que llegar a la autopista del Sur en Carabobo a tiempo para tomar el autobús a San Diego en donde reside. Al día siguiente volver temprano a Tocuyito, será día de visita.
No camina sola, va en compañía de otras madres que como ella no se mudaron a Tocuyito, capital del municipio Libertador.
Verónica ahora vive en casa de unos familiares que jamás había conocido. «Ellos dejaron Táchira hace 30 años».
Ante la contingencia de tener a su esposo encarcelado, estos familiares le abrieron las puertas de su casa, a ella y a otras dos compañeras que pasan por el mismo trance.
Verónica afirma que ese apoyo ha sido un ahorro, porque uno de los gastos más fuertes que les toca vivir a estas madres y esposas es el pago diario de habitación.
Hospedaje de quinta
En un principio estipuló la idea de alquilar un espacio en una casa que tiene vista al penal, pero al entrar y ver el panorama desistió.
«Eran cinco dólares por día y las condiciones del lugar eran de lo peor. No había una cama para dormir y prácticamente me iba a tocar dormir en el patio, prefería algo mejor, por suerte mi familia me apoyó», contó.
Pero Teresa Ramos si aceptó y lleva cuatro meses pagando los cinco dólares por día. Exceptuando la única semana al mes que regresa a su estado. Por lo tanto, Teresa ha gastado solo en hospedaje unos 420 dólares.
Teresa coincide en que las condiciones de la casa no son las más óptimas. No había cama, tampoco cuarto, ella en su lugar tiene una colchoneta y la pone en un rincón, le ofrecieron incluso un sofá pero tampoco quiso.
Además no es la única que vive ahí además de la dueña y los nietos de la casera hay familiares de otros privados de libertad por temas políticos. Son ocho en total.
Veronica en otras oportunidades ha pensado irse a otro lugar porque no quiere molestar pero los precios tampoco son los mejores. Hay familiares que se quedan en Valencia, Naguanagua, San Diego y Los Guayos, todos parte del Área Metropolitana de Valencia.
Dólares y dólares
Y esa variedad hace que los precios suban. En Los Guayos hay quienes cobran 30 dólares, en el mismo Tocuyito cobran 25 y en San Diego hay los que piden hasta 50 dólares el día. Esta última tarifa es superior que incluso precios de Airbnb en zonas de clase media alta en Valencia.
Por tanto, los que pagan 30 dólares por día se han sometido a un gasto en estos últimos cuatro meses de 3720 dólares. Costos así se hacen cuesta arriba cuando un venezolano promedio gana entre 150 y 200 dólares por mes; en empresa privada.
Verónica comenta que hay un grupo que se está quedando en un hotel cercano al penal y pagan $20 la noche. Otro tuvo la suerte de ser recibidos en las instalaciones de un culto religioso. «Ahí les dan todo lo que necesitan».
Pero los gastos suben, Verónica llegó a Tocuyito con 500 dólares en efectivo y a los 15 días ya se le habían agotado. Dice que el dinero dura poco y es que gastar en comida y transporte es igual de costoso.
Entre medicinas y gastos
Desde entonces ha tenido que pedir dinero a amigos y familiares fuera del país porque su esposo quien era sostén de familia es el que está preso en el penal. Es de San Cristóbal y al no estar libre tuvieron que cerrar el local por lo que perdieron la principal entrada de dinero.
Es así como le llegan a cuenta gotas entre 20 y 40 dólares o transferencias de 200 o 1200 bolívares. Nunca son grandes cifras, pero tiene que extenderlas, si no, no cubre las necesidades de su marido quien padece de condromalacia rotuliana la cual afecta a sus rótulas como resultado del desgaste del cartílago que produce la articulación.
Se supone que en las visitas deberían permitirle ingresar las medicinas para que él pueda calmar sus dolores. Esto incluye fuertes calmantes, pero también medicamentos usados para la artritis como: Artrovit ($7.50), Ibuprofeno de 30 tabletas ($13.75).
Pero, por el tiempo que pasó, la enfermedad empeoró, así que el hombre tiene fuertes dolores en su cuerpo de manera recurrente; le cuesta caminar, por lo que ella le ha pedido a los funcionarios del penal que le permitan ingresar medicamentos inyectados.
«Debe ser con récipe», le dicen.
A eso le suma que el hecho de que sea inyectado complica todo, pero medicamentos como la Triamcinolona ($17) o Hyaloide ($47) son costosos y necesitan receta médica, pero su médico tratante está en San Cristóbal y se ha negado a proporcionar los recipes.
«Es que ha recibido llamadas de funcionarios del gobierno que le dicen que lo pueden meter preso si lo hace», dijo.
Con la salud no se juega
Entonces Verónica debe recorrer médicos en Carabobo a ver quien está dispuesto a ayudarla.
La falta de atención médica ha hecho que las dolencias empeoren, por ejemplo al hijo de Luis Chacín de 18 años le duele mucho el abdomen.
«Le duele desde que lo agarraron en la calle y lo golpearon, para mí tiene una costilla fracturada», dijo.
Tenía pendiente una cirugía y esta no pudo realizarse, se trataba de una hernia umbilical.
Chacín denuncia que dentro del penal han habido privados de libertad con ataques epilépticos por días a otro le dio un Accidente Cerebro Vascular y la respuesta no solo ha sido nula, si no que la comunicación de lo sucedido con los padres ha ocurrido hasta una semana después.
El transporte es otro gasto fijo, Teresa cuando viaja hasta su estado una vez cada tres semanas gasta 20 dólares en carrito por puesto, es lo más rápido y seguro tomando en cuenta que cuando regresa a Carabobo lo hace cargada de cosas para ver qué le pueden recibir a su hijo.
El bus en la autopista
Veronica, además, entre Tocuyito y San Diego hace un gasto exacto de ida y vuelta de 4 dólares por día por lo que durante los cuatro meses de estadía en Carabobo ha gastado 336 dólares en un autobus en malas condiciones, atestado de gente y que espera a pie de autopista.
Cuando los familiares están en Tocuyito deben resolver las comidas a veces no hay tiempo para cocinar porque hay que estar atento a cualquier movimiento.
Teresa suele desayunar empandas con un jugo que le cuesta tres dólares, para el almuerzo le dan arroz y pollo guisado por Bs 100 «pero no es mucho y a veces si tengo que montarme en autobús o viajar a mi ciudad no como porque todo cuenta cuando se habla de dinero».
Para la noche quedan las hamburguesas o perros calientes de un dólar no hay para más.
Ambas madres quisieran poder darles esas comidas a sus familiares pero el penal no permite el ingreso de alimentos. A partir de la tercera visita les permitieron chucherías. Así que Teresa invierte cada vez que va a la cárcel a ver a su hijo 10 dólares en galletas y papitas. «Es al menos un respiro para ellos».
Este presidio se ha transformado en una ruina económica para muchos porque se han endeudado, otros sienten que su dignidad se ha caído porque se han transformados en mendigos.
«Le pedimos con vergüenza a cualquier persona cercana, la mayoría son regalos, pero hay otros que nos hacen préstamos. Nos dicen págalo como puedas y es un alivio pero esa deuda está ahí», contaron.