(21 de julio del 2019. El Venezolano).- Jefferson (nombre ficticio) de nueve años de edad, vive en la calle desde que tenía seis. Se le encuentra por los alrededores de Altamira y Las Mercedes, en la capital venezolana, pidiendo dinero para comprar comida.
“Yo vivía con mi familia, pero mi mamá se enfermó y murió cuando yo era muy pequeño. Luego mi papá, que tuvo más hijos con otra pareja, también murió en un accidente. Me quedé solo con la que era su mujer. Me pegaba todos los días, por eso decidí irme de esa casa y vivir en la calle”.
Jefferson es parte del grupo de niños conocidos como “Los Pies Descalzos”, que viven en las calles del este de la Caracas y que nada tienen que celebra el Día del Niño este próximo domingo.
Cuentan muchos otros niños, no lo logró terminar la escuela. Soñaba con jugar fútbol y poder llegar a ser como Lionel Messi. “Cuando cumplí cinco años me picaron una torta. fue la única vez que me celebraron un cumpleaños. Mucha gente me dice que soy una mala persona porque estoy en la calle, pero yo creo que lo que tuve fue mala suerte. Cuando veo a niños como yo tomados de la mano y jugando con sus padres digo ‘me gustaría ser ese niño’, solo para saber que se siente ser querido, ser protegido y tener una familia”, reseñó El Estímulo en un trabajo especial.
Jefferson asegura que que en las noches, siente miedo y algunas veces le provoca llorar. “Pero a escondidas de los demás chamos, para que no se burlen de mí”. También detalla que cuando se ha enfermado tiene que lidiar por su cuenta. “Voy a la farmacia y la gente que allí trabaja a veces me regala pastillas, especialmente por los dolores de barriga (estomago) que alguna veces me dan. Luego me acuesto en la grama de una plaza o un parque, debajo de la autopista; allí me quedo hasta que me siento bien”.
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Dariel (nombre ficticio), que dice tener 15 años y estar en la calle desde que tenía 8 años, también circula por las mis calles. Tiene los pies muy sucios y deformados, de tanto caminar descalzo. También se dedica a pedir dinero.
“Nosotros somos una manada (grupo) de unos 100 niños, menores de edad que vivimos en la calle. Pedimos dinero a los choferes en los semáforos, nos bañamos en la fuente de la Plaza Altamira y dormimos debajo de la autopista de Prados del Este. Estoy en la calle con mi hermano, somos morochos; nuestra madre murió y papá nos maltrataba mucho. Yo logré sacar el sexto grado. Cuando estaba en la escuela le decía a mis maestras que quería estudiar para ser médico y atender a los niños, pero me tocó esta vida. Es bien ruda”, señaló.
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