I. Introducción
El 28 de septiembre de 1981 falleció en Nueva York uno de los hombres más influyentes de la historia republicana contemporánea de Venezuela: Don Rómulo Betancourt, conocido como el Padre de la Democracia Venezolana. Su partida marcó el fin de una época, pero dejó en la memoria nacional el ejemplo de un estadista que supo comprender que la democracia no se construye en soledad, sino en el marco de acuerdos, instituciones y consensos.
II. Fundador de una nueva etapa política
Betancourt, fundador de Acción Democrática (AD) y partícipe en la creación de organizaciones precedentes que sembraron la semilla de la democracia moderna en Venezuela, fue protagonista de hechos históricos: la Revolución de Octubre de 1945, la resistencia contra la dictadura, y el impulso decisivo a la transición de 1958 que abrió el camino a más de cuatro décadas de vida democrática.
Durante su gobierno (1959-1964), Venezuela vivió un proceso de institucionalización política y social sin precedentes. Se restituyeron las libertades civiles, se amplió el derecho al voto incluyendo el sufragio femenino, se promovió la organización de los trabajadores y campesinos, y se fortaleció la educación con la creación de liceos, escuelas técnicas, universidades y programas de capacitación que marcaron a toda una generación.
III. El Pacto de Puntofijo: un acuerdo de gobernabilidad
Uno de los mayores aportes de Betancourt y de los líderes de su tiempo fue la firma del Pacto de Puntofijo (1958), junto a Rafael Caldera y Jóvito Villalba. Este acuerdo garantizó la gobernabilidad y la alternancia democrática, asegurando que ningún sector político usara la fuerza para desplazar a otro, sino que la voluntad popular expresada en las urnas fuese la única fuente de legitimidad.
Hoy, cuando Venezuela atraviesa una de las crisis más profundas de su historia, ese pacto adquiere nueva vigencia como inspiración para la necesidad de un Gran Acuerdo Nacional. Así como en 1958 fue posible unir visiones distintas en torno a la democracia, hoy el país necesita sentar de nuevo las bases de una república moderna sobre pilares políticos, sociales, económicos, morales y culturales.
IV. El legado de la democracia venezolana (1958–1998)
Rómulo Betancourt no solo sembró la semilla, sino que junto a su generación consolidó un sistema democrático que dio frutos durante cuatro décadas. En ese período, Venezuela alcanzó avances notables:
• Obras de infraestructura: autopistas, represas, puentes y sistemas de transporte que modernizaron la nación.
• Educación y universidades: creación y expansión de instituciones como la Universidad Simón Bolívar, la Universidad de Oriente y nuevas sedes de la Universidad Central de Venezuela, junto con decenas de liceos y escuelas técnicas.
• Seguridad social: fortalecimiento del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) y programas de protección laboral y sanitaria.
• Desarrollo agrícola e industrial: proyectos de modernización del campo, construcción de centrales hidroeléctricas y fomento de la industria petrolera nacional a través de la Corporación Venezolana del Petróleo y, más tarde, de Petróleos de Venezuela (PDVSA).
• Proyección internacional: Venezuela ocupó posiciones de liderazgo en la ONU, la OEA y fue miembro fundador de la OPEP, consolidando su prestigio como ejemplo de democracia en América Latina.
V. Colaboradores y logros compartidos: el ejemplo de Enrique Tejera París
El proceso democrático venezolano no fue obra de un solo hombre, sino de una generación. Entre sus figuras destaca el Dr. Enrique Tejera París, cercano a Rómulo Betancourt y partícipe en la construcción institucional de la república.
• Fue embajador de Venezuela en Washington, interlocutor clave con el presidente John F. Kennedy.
• Presidió la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP), antecedente de PDVSA.
• Gobernó el estado Sucre en dos períodos.
• Fundó la Cátedra de Administración Pública en la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde ejerció como profesor durante más de 60 años ininterrumpidos, formando generaciones enteras de profesionales.
• Como director nacional de migración, fue el promotor de políticas migratorias modernas, impulsando una migración selectiva desde Europa (Alemania, Italia, España, Portugal) que enriqueció a Venezuela con artesanos, técnicos, profesionales e industriales que aportaron oficios, disciplinas y conocimiento inexistentes en el país.
“La democracia venezolana no puede prescindir de la formación de cuadros profesionales y de la incorporación de quienes, viniendo de otras tierras, aporten con su trabajo y conocimiento al progreso del país.”
— Enrique Tejera París
Esta visión fortaleció la diversidad cultural venezolana y fue un pilar del desarrollo económico e industrial durante la democracia.
VI. Presidentes que consolidaron la obra democrática
Tras Betancourt, el legado democrático se fortaleció con presidentes que, más allá de sus diferencias, sostuvieron la institucionalidad:
• Rómulo Gallegos, símbolo de la legitimidad democrática (1948).
• Raúl Leoni (1964–1969), promotor de la educación y la integración nacional.
• Carlos Andrés Pérez (1974–1979 y 1989–1993), con la nacionalización del hierro y el petróleo, así como proyectos de modernización e infraestructura.
• Luis Herrera Campins (1979–1984), con avances en cultura y educación.
• Jaime Lusinchi (1984–1989), con políticas sociales de amplio alcance.
En conjunto, estos gobiernos representaron la era de mayor estabilidad política y crecimiento social de Venezuela, a pesar de sus contradicciones y crisis internas.
VII. El retroceso de 1998
Ese proceso comenzó a erosionarse con las dificultades económicas de los años 80 y 90, y lamentablemente retrocedió con el ascenso de Hugo Chávez en 1998, cuyo proyecto político debilitó las instituciones, sustituyó la democracia representativa por un modelo autoritario, y quebró los consensos fundamentales que habían sostenido la república durante cuatro décadas.
VIII. Conclusión: un ejemplo para el presente y el futuro
La historia venezolana demuestra que las democracias no son dádivas, sino conquistas colectivas. Betancourt entendió que la educación, los derechos civiles y la justicia social eran pilares inseparables de la democracia. Su ejemplo, junto al de hombres como Enrique Tejera París y otros constructores de la república moderna, sigue siendo un llamado a la convivencia, la esperanza y la reconstrucción nacional.
Hoy, más que nunca, el pueblo venezolano necesita mirar hacia su legado y comprender que el camino hacia la libertad y la prosperidad exige grandeza política, acuerdos nacionales y visión de Estado. Así como Rómulo Betancourt y su generación supieron edificar un pacto de gobernabilidad, corresponde a esta generación levantar de nuevo los cimientos de una Venezuela democrática, justa y libre, proyectada hacia las próximas generaciones.