(06 de octubre del 2025. El Venezolano).- En un rincón de Wilmington, Vermont, donde los paisajes nevados y el bullicio turístico dibujan la escena, Analía Franco, una joven paraguaya de 29 años, está dejando una huella imborrable en la gastronomía local. Con un talento innato para la cocina y una visión forjada en sus raíces latinoamericanas, esta estudiante de quinto año de Marketing en la Universidad Columbia del Paraguay combina su pasión por los sabores auténticos con una destreza profesional que cautiva paladares y corazones. Inspirada por el legado de su abuela y su tata Marta, Analía no solo prepara platos: crea experiencias que conectan culturas y evocan recuerdos, llevando los aromas de Paraguay a la mesa de Maple Leaf Tavern.
Un legado de amor y sazón
Analía creció entre los aromas de la cocina de su abuela, una mujer trabajadora que le enseñó que cada plato cuenta una historia. “Mi abuela me decía: ‘Observa cada paso, porque algún día te va a servir’”, recuerda con una sonrisa nostálgica. Desde niña, las Navidades en su hogar eran un ritual de amor: seleccionar los mejores ingredientes, cuidar cada detalle y compartir la mesa con la familia. Esas lecciones, transmitidas también por su tata Marta, quien la crio con el mismo cariño, se convirtieron en el motor de su pasión culinaria. “Cuando cocino, siento que honro su memoria. Sus sopas de verduras, hechas con tanto cuidado, me enseñaron que la comida no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma”, comparte.

Esa conexión con sus raíces paraguayas es el corazón de su trabajo como cocinera de línea en Maple Leaf Tavern, donde colabora codo a codo con el chef Erick Mackay. “Cada receta es un puente”, explica Analía. “Ofrezco a la comunidad sabores nuevos, pero también mantengo viva mi identidad”. En un entorno donde los ingredientes latinoamericanos no siempre son fáciles de conseguir, ella ha aprendido a innovar, adaptando recetas tradicionales al paladar de Nueva Inglaterra sin perder su esencia. “Es un desafío, pero también una oportunidad para mostrar la riqueza de nuestra cultura”, afirma.
De las aulas a la cocina: una fusión de talentos
La trayectoria de Analía es un testimonio de su versatilidad. Mientras cursa el último año de su Licenciatura en Marketing, ha sabido integrar su formación académica con su amor por la gastronomía. Su experiencia como emprendedora en Asunción, donde fundó Alelia, un negocio de regalos personalizados, le enseñó a escuchar al cliente y a crear experiencias únicas. “Empecé siendo adolescente, sin experiencia, pero aprendí a prueba y error”, cuenta. Esa misma creatividad la aplica hoy en Vermont, donde no solo cocina, sino que también impulsa la presencia del restaurante en redes sociales, creando contenido que captura la magia de cada plato.
“El marketing me enseñó que todo empieza por los ojos”, dice Analía. Desde fotografías cuidadosamente diseñadas hasta historias que narran el trasfondo cultural de cada receta, ella transforma cada comida en una experiencia inolvidable. Su visión ha ayudado a Maple Leaf Tavern a construir una comunidad alrededor de la gastronomía, atrayendo a comensales que no solo buscan sabores, sino también emociones. “Cuando un cliente regresa por un plato, sé que el esfuerzo valió la pena”, asegura.
Brillando en el escenario gastronómico
El talento de Analía deslumbró en el reciente Vermont Wine & Harvest Festival, donde, junto al chef Erick Mackay, obtuvo el segundo lugar en su primera participación. “Fue una experiencia intensa, pero increíble”, recuerda. “No solo se trataba de cocinar, sino de comunicar quiénes somos”. Desde la cuidada estética de la mesa hasta la interacción con los asistentes, Analía aplicó su visión de marketing para destacar sabores únicos, cautivando al público con una sopa de inspiración irlandesa. Este plato, basado en la emblemática Guinness (cerveza negra), combinaba técnicas de preparación aprendidas por Erick en Honduras, una infusión de hierbas perfeccionada en Montana y técnicas de cocción adquiridas en Alaska, logrando una fusión excepcional que conquistó los paladares.
Trabajar con Mackay, ha sido una escuela en sí misma. “Él me enseñó que cada detalle importa, desde la selección de ingredientes hasta la presentación”, explica. En un ambiente de alta presión, Analía aprendió a mantener la calma, a colaborar y a aportar su conocimiento de las tradiciones paraguayas para elevar cada plato. “La cocina es un lenguaje universal”, dice. “Cuando alguien prueba un plato y siente algo especial, sé que hemos creado una conexión”.
Un futuro sin fronteras
Con experiencias internacionales que incluyen un intercambio en Canadá y programas Work and Travel en Estados Unidos, Analía ha aprendido a adaptarse y a valorar la diversidad cultural. “Esos viajes me mostraron que la comida conecta mundos”, reflexiona. Su sueño es claro: liderar proyectos que fusionen la creatividad del marketing con la gastronomía como vehículo cultural. “Quiero que los restaurantes sean espacios donde las personas no solo coman, sino que descubran historias y culturas”, comparte con entusiasmo.
Impulsada por el apoyo incondicional de sus padres, quienes siempre la alentaron a perseguir sus sueños, Analía lleva consigo una lección invaluable: “Hagas lo que hagas, hazlo con amor”. Esa filosofía, heredada de su familia y reforzada por su experiencia, es la que la guía mientras continúa forjando un camino único en la industria alimentaria global.
Un sabor que trasciende
Analía Franco no solo cocina; cuenta historias a través de cada plato, honrando sus raíces paraguayas y construyendo puentes culturales en el corazón de Vermont. Con una pasión que combina la precisión del marketing con el alma de la gastronomía, esta joven latina está lista para dejar una marca imborrable, un sabor a la vez.
