(12 de febrero del 2020. El Venezolano).- Alexis Ortiz ha sido en estas últimas décadas uno de los voceros emblemáticos de la diáspora venezolana en Florida. Cuando me correspondió coordinar exitosamente la Mesa de Unidad Democrática (MUD-Miami), él fue un aliado valioso, especialmente cuando presidió la Comisión Electoral para las elecciones primarias de la oposición democrática venezolana.
Alexis hizo una carrera de político decente, periodista e intelectual (ha escrito 17 libros). Fue presidente de la Federacion de Estudiantes de la Universidad Central de Venezuela (FCU-UCV), diputado el Congreso Nacional (donde coincidimos en debates, investigaciones y viajes) y alcalde de la ciudad de Lecheria, estado Anzoátegui.
Desde hace varios lustros está exiliado en Florida, acusado de abuso de poder por Hugo Chávez, o sea se le aplicó una orden de captura por haber “puesto preso a un ciudadano que jamás estuvo preso”. Pero en Venezuela con el castrochavismo el derecho a la defensa no existe, por eso Alexis tuvo que salir al destierro.
He aquí la conversación con mi amigo de muchos años Alexis Ortiz:
-¿Estoy de acuerdo contigo en que Juan Guaidó es el líder del momento, pero como sustentas esa afirmación?
Cinco razones para un liderazgo
-Bueno Pedro, en mi artículo de “El Nuevo Herald” de Miami, del viernes pasado, postulé cinco razones que justifican el liderazgo de Guaidó en esta engorrosa pero promisoria circunstancia venezolana. Las voy a resumir:
Temporalidad:
Guaidó no es mesiánico ni engreido. No se siente predestinado. Tiene el don de la modestia democrática y sabe que el continuismo es una calamidad. Que el principio de la alternabilidad republicana es vital.
Sentido de equipo:
Lo moderno es la noción de gerencia colectiva, democrática y participativa. Guaidó sabe que hoy le corresponde el papel de primus inter pares (primero entre iguales). Trabaja en equipo, escucha, se deja asesorar y por eso reduce la posibilidad de errar.
Pluralismo:
El sectarismo es una postura corrosiva. El comprende que hay que ser inclusivo, asegurar la incorporación de todos: partidos, vecinos, gremios profesionales, sindicatos, estudiantes, educadores, militares, obreros…La participación y la tolerancia son claves para la convivencia democrática.
Realismo:
La política es realismo, búsqueda del centro, de los equilibrios, del consenso, por eso hay que combinar el ardor ético con un pragmatismo inteligente y bien intencionado. Desarrollar virtudes cívicas como tolerancia, prudencia, serenidad, paciencia y capacidad de escuchar a los otros. El dogmatismo es la negación de la democracia.
Por eso Guaidó, con sensatez admite que todas las opciones para salir de la narcodictadura, salvo el crimen político, deben ser consideradas. Ninguna puede ser rechazada o asumida a rajatabla.
Y algo muy importante Pedro, hay que repudiar los falsos dilemas: ricos contra pobres, revolución contra imperialismo, jóvenes contra viejos…
Valentía:
El egregio Aristóteles sostenía que la principal virtud política es el coraje. Un líder tiene que ser valiente sin temeridad. Y es obvio que Guaido “no le ha sacado el poto a la jeringa”, como dicen los chilenos. Se ha fajado contra la narcodictadura en la tribuna parlamentaria, pero también en la calle. No dirige desde el escritorio climatizado del burócrata. Ha recibido la represión castrochavista, junto al pueblo en las protestas callejeras…
-¿Entonces Alexis cómo se explica que haya gente del mundo democrático que arremete contra Guaidó?
Radicalismo y anarquía digital
Lo primero Pedro es que hay que reconocer que estamos viviendo un período de confusión y ahogo. Un tiempo en que mono no carga a su hijo. Por un lado tenemos a antiguos líderes que por razones que no alcanzamos a comprender, han caido es posturas de colaboracionismo con la narcodictadura. Por el otro a jóvenes dirigentes estimables que compraron la necedad chavista de la lucha generacional y, también, los radicales bien intencionados que no se percatan que le hacen el juego, que potencian la guerra sucia de origen ruso y cubano comunista, contra Guaidó y los partidos democráticos.
La crítica no se puede prohibir. El debate es la esencia de la democracia. Pero hay que ser prudentes, tener sínderesis, no olvidar que hay que evitar empantanarse en la anarquía digital y mediática.
Además hay líderes que por ser mesiánicos parece que sienten que les tocaba a ellos y no a Guaidó, que la historia los traicionó. A ellos solo debemos pedirles paciencia y lealtad. El perseverante consigue sus objetivos, a menos que se despere, se precipite y se resbale.
Por otra parte el libertador siempre alertaba contra los partidos y dirigentes radicales, exagerados como él los llamaba.
-¿Y cuando vamos a salir de esta pesadilla?
–Esa pregunta es retadora hermano. El estado tiene dos atributos. El consenso ciudadano para asegurar la convivencia, y, el monopolio de la violencia, de las armas, para controlar el desmadre, la barbarie.
Nosotros con Juan Guaidó a la cabeza tenemos la legitimidad del consenso ciudadano. Contamos con el apoyo de más del 80% de los ciudadanos y de las democracias más respetables del planeta. Eso más la unidad entre nosotros y el fracaso total del castrochavismo, la espantosa tragedia que crearon, son nuestra fortaleza.
La fuerza de la dictadura está en la capacidad de represión. El control del aparato represivo. El apoyo que tienen de las potestades más siniestras: el despotismo cubano, las dictaduras rusa, china y turca, la teocracia iraní, el narcotráfico, los grupos terroristas musulmanes, la ETA, el ELN, los residuos de las FARC, las mafias de la minería ilegal…
-¿Y entonces?
-Entonces mi querido Pedro, hay que recordar una frase de un sindicalista mexicano: “solo el pueblo salva al pueblo”. No hay que buscar a Dios por los rincones. Debemos estar muy agradecidos por toda la solidaridad internacional que hemos recibido. Pero si el pueblo no se moviliza multitudinariamente y arrasa la dictadura, obliga a los militares democráticos hoy arrinconados a actuar, a los aliados extranjeros a apoyarnos en lo concreto, se nos van a complicar las cosas.
Nos mantendremos en esta situación que García Linera, el cómplice de Evo Morales, llamaba de “empate catastrófico”.