(03 de enero del 2021. El Venezolano).- Los “americanos” se están politizando con esta tragicomedia de las “elecciones” 2020. Contrariamente a la Venezuela pre-Castro, los venezolanos no participaban mucho en las elecciones regionales: ¡eran las presidenciales las que atraían al público! En EEUU, porcentualmente, se votaba más en las elecciones del condado que en las elecciones para la presidencia. Querían saber las propuestas en cuanto a si se construiría una nueva cancha de básquet, lo cual significaría un aumento en los impuestos locales, etc.
Ahora no. Ahora están mosca. Pero están descubriendo el agua tibia. El fraude organizado y oficializado por ambos partidos lo inventó un señor llamado Elbridge Gerry en 1812, con un famoso e histórico chanchullo electoral conocido como “Gerrymandering”. En Venezuela se llegó a usar durante esta “revolución bonita” con el remoquete de “La Salamandra” o “Sistema de Circuitos”.
Mr. Gerry, por cierto, fue gobernador del estado de Massachusetts y vicepresidente de Estados Unidos entre 1813 y 1814. Por cierto, pertenecía a un partido político fundado por Thomas Jefferson en 1792 llamado “Partido Demócrata-Republicano”, también conocido como “Partido Republicano de Jefferson”. Gerry también fue firmante de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, pero fue uno de los tres que se negaron a firmar la constitución, porque en ella no se incluía una “declaración de derechos”.
Elbridge Gerry era un tártaro en lo que a la política se refiere. Inventó un sistema en el que se le daba mil vueltas a los circuitos electorales, de manera que todo quedara en las manos de la cúpula gobernante, tanto de un bando como del otro, quebrando así la imparcialidad del sistema electoral.
De ahí en adelante se fueron “institucionalizando” otros chanchullos que fueron recibiendo remoquetes a través de los años, como el “SWAP”, donde gran parte de los votos del candidato ganador, en un determinado momento y antes de comenzar el escrutinio, pasan a atribuírsele al candidato que va perdiendo, que fue uno de los tantos chanchullos que se llevó a cabo en las pasadas “elecciones” de Nov. 3, 2020.
Pero el “SWAP”, por su “nombre propio” no es la única herramienta empleada en los múltiples e históricos fraudes electorales en Estados Unidos de América. Están las “votaciones adelantadas”, las “votaciones por correo”, donde votan muertos, mendigos sin dirección conocida, soldados que están en misiones extraterritoriales, menores de edad y hasta inmigrantes ilegales: ¡de todo!
A esa melcocha de triquiñuelas, ampliamente conocida a través de los siglos en este país, se le añadió un elemento “interesante”: ¡las maquinitas electorales! Ahí se le puso la tapa al pomo. Los llamados “lectores ópticos” eran “inteligentes” y sabían cómo leer las papeletas para favorecer a quienes las contrataban, manejaban y, sobre todo: ¡las programaban!
En la contienda Kerry Vs. Bush hijo, en 2004, los “lectores ópticos” se enloquecieron en varios estados, pero la sangre no llegó al río porque Kerry admitió su derrota, de igual manera que lo hiciera Manuel Rosales dos años más tarde en Venezuela y Capriles en 2012 y hasta en 2013… aunque en la última farsa hubo un pequeño “pataleo” por parte de Capriles: como para engañar al público.
Lo cierto es que en Estados Unidos los candidatos presidenciales ni ganan ni pierden: son elegidos por una entidad misteriosa como el virus que ahora llaman “El Estado Profundo”. Una cúpula clandestina que funciona como un “estado dentro de otro estado”. En realidad pocos saben quiénes conforman ese súper poder. Se ha dicho que lo controlan cuatro senadores republicanos y cuatro senadores demócratas, pero eso pudiera ser una “leyenda urbana”.
En 1971 un novelista polaco-estadounidense llamado Jerzy Kosinski, publicó una novela con el título original en inglés de “Being There”, que en español llamaron “Desde El Jardín”. Más adelante la novela fue llevada a la pantalla protagonizada por Peter Sellers y Shirley MacLaine, entre otros.
La mencionada novela se convirtió en la explicación más concreta, entendible y creíble de lo que hoy llamamos “Estado Profundo”; un reducido grupo de caciques del mundo político y económico que deciden los destinos de Estados Unidos, nombrando y quitando presidentes. En la novela escogen a un cretino-limítrofe (en el papel de Peter Sellers) mientras cargan la urna de uno de los miembros de la cofradía.
En realidad, pareciera que los presidentes estadounidenses son los encargados de los asuntos sin importancia de este país, escogidos para hacer un papel específico. De los tres poderes “independientes”, es el ejecutivo el que menos bacalao pareciera cortar. El papel del jardinero, en la novela de Kosinski, sugiere no estar muy lejos de la realidad. Ahí tenemos al manisero Carter, al enfermito Clinton y al borrachito Bush hijo, sin entrar o extendernos en mayores detalles. McCain, alias “Canuto” y “Sleepy Joe”, no se escapan de la lista de anormalitos. Si McCain hubiera sido el escogido para llegar a la Casa Blanca y hubiera muerto a mitad de camino, nos hubiera tocado la Sarah Pailin, quien creía que el Canal de Panamá era un canal de televisión.
En la farsa electoral de 2004, hubo un descarado “SWAP” a través del cual los votos de Kerry se los otorgaron a Bush hijo, pero Kerry no protestó y se declaró, como ya dije, “perdedor”. No era su turno para ir pal’baile.
Entre los “entendidos” es de la creencia generalizada que ya los candidatos saben, mucho antes, si van a “ganar” o van a “perder”. En la “contienda” McCain-Obama (2008) me tocó acompañar al primero por los estados fronterizos con México y terminé con un “doctorado” en chanchullos electorales “americanos”. McCain fue escogido para justificar el triunfo de Obama. McCain tenía un solo discurso electoral que yo llegué a aprendérmelo de memoria y en el cierre de su campaña en Miami, me tocó presentarlo. Mi esposa e hijos menores me acompañaron al evento y en la medida en que McCain iba recitando su único discurso, yo me le iba adelantando. Nuestros hijos se preguntaban cómo era posible que me hubiera aprendido de memoria la perorata “MacCainciana”.
Por cierto, parece que ni Obama ni McCain nacieron en territorio “americano”. Para muchos está claro que Obama no nació en Honolulu, donde aseguró haber nacido y McCain nació en un hospital de Panamá, en territorio panameño, puesto que el que existía dentro de la Zona del Canal, que era territorio estadounidense, estaba en reparación. Pero esos detalles no le importaban al ahora-llamado “Estado Profundo”.
Siguiendo en mi convicción, estoy casi-seguro que a Donald Trump le advirtieron que no iba a repetir en la Casa Blanca y, en consecuencia, tomó medidas al respecto. Comenzó a anunciar fraude desde mucho antes de las “elecciones” e, incluso, en septiembre de 2018 promulgó una “orden ejecutiva” para poner ciertos parches antes de que salieran ciertos huecos.
La gran diferencia entre Trump y muchos otros que patalearon un ratico o que aceptaron sus “derrotas” sin mayores tormentos, es que Donald “salió respondón” y decidió – por las razones que fuesen y que la inmensa mayoría tal vez desconozcan – enfrentar al “pantano” cultivado por el “Estado Profundo”.
Pareciera ser más que evidente que el proceso electoral pasado está cargado de trampas y descarados fraudes. Para nosotros los mortales de a pie, se nos hace muy difícil aceptar las evidencias circunstanciales o reales de la cordillera de irregularidades mencionadas, sin embargo, conociendo el “sistema”, conociendo los “procesos electorales” y conociendo las maquinitas electrónicas, nada de falso tendrían las severas acusaciones por parte del equipo de Trump.
Se nos ha dicho de todo. Se nos han dicho verdades, medias verdades, mentiras y medias mentiras. Se nos han presentado informes, declaraciones juradas, posiciones jurídicas, muchas de las cuales son, para nosotros, meramente subjetivas, porque el escenario “objetivo” (si es que algún día lo lleguemos a conocer), está por “verse”.
Para aclarar todo este pastel calidoscópico, tendrían las autoridades que tomar medidas radicales, que en política jamás llegan a darse totalmente. Un bando tiene que salir absuelto de toda culpa y el otro: ¡condenado a la pena máxima! Es materialmente imposible decir como los venezolanos: “¡botemos tierrita y no juguemos más!”. De ser así, la credibilidad en la legitimidad legal de Estados Unidos de América tardará siglos en recuperarse: ¡de recuperarse!
¿Y si no nada pasa? La pregunta me recuerda el juicio bufo que se le hiciera a Sosa Blanco en el Palacio de los Deportes en La Habana, al llegar Castro al poder. Después de tantos horrores que le achacaron a Sosa, era imposible que lo absolvieran. Entonces los cubanos se preguntaban: “¿qué pasa si Sosa pasa?”
Miami 2 de enero de 2021
Robert Alonso