(24 de octubre del 2020. El Venezolano).- Cuando Cristobal Colón tocó tierra continental americana por primera vez en 1498, durante su tercer viaje, lo hizo en las costas del golfo de Paria, en el actual territorio venezolano. Sería la única vez que pisaría Sudamérica. Entusiasmado con la frondosa naturaleza y el buen trato de los indígenas llamó a aquel lugar ‘Tierra de Gracia’. Se relata que tomó vino con los aborígenes en las cercanías de un paisaje que comparó con las huertas de Valencia en el mes de marzo. El controversial genovés quedó fascinado.
El golfo de Paria es, realmente, una trinchera natural privilegiada. Allí convergen la abundancia de la flora tropical y diversidad de aguas: el mar caribeño bordea al norte, mientras que en el sur se encuentran el océano Atlántico y el río Orinoco.
Precisamente en estas aguas está a punto de hundirse la embarcación venezolana Nabarima con 1,3 millones de barriles de petróleo crudo a bordo, una cantidad cinco veces mayor a la que derramó Exxon Valdez en 1989. En aquel entonces 2.000 kilómetros de costa fueron saturados de hidrocarburos, ocasionando daños a la fauna marina cuya complejidad sigue siendo descifrada.
En esta ocasión es la empresa estatal venezolana PDVSA la responsable de poner en riesgo a la biodiversidad de Paria y sus alrededores, lo cual pone en jaque a toda la industria pesquera de Trinidad y Tobago, vecinos de costa. La estruendosa incompetencia de PDVSA es de conocimiento público: su negligencia administrativa ha hecho de la industria petrolera venezolana una caricatura de lo que fue alguna vez, y actualmente es una expresión más del fracaso económico del régimen.
Ahora, por si fuera poco, se derrama la ineptitud y amenaza ya no solo al bienestar del venezolano, sino al entorno natural, una hazaña de proporciones épicas.
Según el sindicalista petrolero Eudis Girot los problemas de mantenimiento del Nabarima empezaron en el 2014, pero fueron ignorados por PDVSA. Ahora los dirigentes de la empresa aseguran que la situación actual de la embarcación se debe al bloque norteamericano. Es, en efecto, una representación en miniatura de los mecanismos de incompetencia y excusas aplicados por el madurismo. Luego de una grotesca demostración de negligencia, se recurre al enemigo externo como escudo, sin importar lo evidente que sean las fallas propias.
Seis años supieron en PDVSA acerca de las fallas del buque. Seis años. Son largos e injustificables años de ignorar responsabilidades que en cualquier país medianamente estable provocarían un gigantesco escándalo mediático. Pero en Venezuela la negligencia es cotidiana, sistemática y desvergonzada. Los dirigentes la han convertido en su norte político y su estilo de vida.
La incompetencia madurista se desborda, sobrepasa al territorio nacional y amenaza a todo un ecosistema. Independientemente de lo que suceda en los próximos días con el Nabarima, los responsables de tal impericia tienen que sufrir retribuciones legales. No estamos hablando de una breve distracción que llevó a un encallamiento o a una coalición. Son seis años de ineptitud los que están por hacer de Venezuela el país responsable de uno de los mayores derrames petrolero de la historia.