(10 de junio del 2019. El Venezolano).- Donald Trump ya nos tiene acostumbrados a sus excéntricas conductas y a sus explosivos tuits, que hacen temblar los mercados mundiales, pero esta vez, en la visita de Estado que realizara a Gran Bretaña no solamente se inmiscuyó brutalmente en la política interna del país anfitrión –debe ser una moda, porque lo mismo hizo aquí Jair Bolsonaro- al ponderar a los euroescépticos más notorios y denostar al Alcalde de Londres, musulmán él, sino que abogó por la inmediata salida de la Comunidad Europea, aunque ésta se concretara sin acuerdo previo; es más, recomendó al Reino Unido negarse a pagar los € 65.000 millones que adeuda a sus socios y, para compensar los daños que indudablemente sufrirá la economía británica, ofreció reforzar la alianza estratégica con los Estados Unidos.
Una de las primeras medidas adoptadas por McPato al llegar a la Casa Blanca tuvo como objetivo debilitar fuertemente a la OTAN, algo que agradó a Vladimir Putin, por supuesto. Ahora, con su irracional apoyo al Brexit y a los líderes populistas –una conducta que dinamita el exitoso proceso de unidad del continente europeo, que le garantizó el período de paz y crecimiento más prolongado de su historia- volvió a favorecer los intereses del Presidente de Rusia, un verdadero zar, ¡que se ha reconciliado con la China de Xi Jinping, el mayor enemigo comercial de los Estados Unidos! Incógnitas de la geopolítica global.
El otro ya habitual rarito que dio la nota fue SS Francisco quien, ante un foro de juristas –entre los que estaba Raúl Zaffaroni- en Roma, recomendó terminar con la “persecución judicial” para influir en la política; claramente, se entendió que se refería a Brasil, Ecuador y la Argentina. Parece que él también está intentando detener las investigaciones sobre la probada corrupción que está llevando a la cárcel a tantos de sus amigos, los mandatarios, políticos y empresarios ladrones; tanto es así que Cristina Kirchner inmediatamente viralizó en las redes sus dichos. El Vaticano debería aclararlos rápidamente porque, de ser así, el Papa estaría otorgando protección ‘divina’ a los ladrones, sin que éstos se hayan arrepentido ni tengan propósito de enmienda, los dos requisitos que exige la Iglesia para otorgar el perdón de los pecados.
Aquí los diarios y las redes dieron cuenta de los enormes agujeros en que cayó –o caerá a corto plazo- la Argentina en las cortes internacionales, léase CIADI y Justicia de Nueva York. Son el producto de las monumentales barrabasadas que el kirchnerismo cometió, presentadas como éxitos por los entonces ministros de Economía, Amado Boudou, y el actual precandidato a Gobernador, Axel Kicillof, que ahora pretende perpetuar en la Provincia de Buenos Aires el verdadero holocausto que significaron los gobiernos peronistas que la condujeron, sin solución de continuidad, desde 1987 hasta 2015, y que la dejaron arrasada como Cartago.
Me refiero a los juicios que hemos ya perdido por las arbitrarias y desprolijas expropiaciones de YPF (US$ 5.000 millones, con las costas) y de Aerolíneas Argentinas (US$ 320 millones), los iniciados por las ex AFJP Metlife (US$ 161 millones) y Orígenes (US$ 500 millones) por la confiscación de las jubilaciones privadas (sin duda, habrá otras demandantes), y la manipulación de las cifras del INDEC para no pagar un cupón de bonos atados al crecimiento, aplaudidas de pie como se puede ver en distintos videos y fotografías, que nos han costado esas siderales fortunas que, más temprano que tarde, deberemos pagar a los vencedores y sus abogados; algunos especialistas, ya hablan de un total aproximado a los US$ 20.000 millones en indemnizaciones, aunque pueda crecer aún más.
LLama poderosamente la atención que no hayan sido objeto de investigación judicial, como tampoco lo han sido los tristemente famosos “fondos de Santa Cruz” (US$ 1.100 millones) -y sus operadores, los Eskenazi, también testaferros en el affaire YPF-; la construcción de la usina atómica de Atucha y su brutal sobrefacturación por US$ 5.000 millones (Electroingeniería); la venta de bonos soberanos a Hugo Chávez para obtener el dinero necesario (por US$ 9.500 millones) para cancelar anticipadamente la deuda con el FMI, cuya venta inmediata generó en el mercado negro de divisas venezolano una monumental diferencia que el tirano caribeño repartió con su par argentino, Néstor Kirchner; y tantos otros gigantescos negociados de la época.
Es que todos los hechos mencionados más arriba, y otros muchos omitidos en esta nota, han producido al fisco argentino perjuicios tan enormes que, de ser compensados, generarían un vuelco copernicano en nuestra devastada economía. Porque estamos hablando de cifras tan monstruosas que, por comparación, hacen parecer pequeña a nuestra deuda externa; para comprobarlo, basta revisar cuál es el nivel actual de las reservas del Banco Central, que sería doble si no fuera por estas reiteradas e ‘interesadas’ malas praxis.
Muchas veces califiqué como ‘genocidio’ al robo sistemático que practicó el kirchnerismo sobre los recursos nacionales, ya que su contrapartida fueron las muertes por desnutrición en el norte del país, el hambre y la miseria, la falta de escuelas, hospitales, cloacas y agua potable. Sin embargo, los principales perjudicados por esa sideral rapiña siguen prefiriendo a Cristina Fernández, organizadora y jefa de la asociación ilícita que la protagonizó, y que ya cuenta en su haber con trece procesamientos por corrupción y siete prisiones preventivas, como futura Presidente.
Es cierto que la administración de Mauricio Macri ha cometido una infinidad de errores tal que nos ha puesto en peligro de volver soportar a los gangsters que nos gobernaron durante doce años, pero no lo es menos que aún estamos a tiempo de evitarlo. Muchos deberemos taparnos la nariz para votarlo nuevamente, ya que ha incumplido muchas de sus principales promesas (derechos humanos, aborto, educación sexual) pero será necesario hacerlo para no caer definitivamente en el abismo que significaría el retorno, con su espada vengadora, del más salvaje kirchnerismo, que vendría por lo que queda y lograría la deseada impunidad de todos los saqueadores.