(30 de marzo del 2020. El Venezolano).- Creo que esto significa el fin del chavismo. El jueves 26 de marzo Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y otros de sus cómplices más cercanos fueron formalmente acusados de narcotráfico, lavado de dinero y colaboración con las bandas terroristas de las FARC, por las más altas instancias del Gobierno de Estados Unidos. Incluso, les pusieron precio a las cabezas de este triste elenco.
La ceremonia fue muy notoria. EE UU quería darle peso y entidad al mensaje, como si cerca de Maduro y del poder hubiera personas previamente contactadas directa o indirectamente por Elliott Abrams que exigían un alto nivel de compromiso por parte de Washington. (Abrams es un hábil diplomático norteamericano a quien le han encargado que coordine el manicomio venezolano).
¿Cómo acabó Maduro en la jefatura del Estado venezolano? Se supo por una indiscreción de la exsenadora colombiana Piedad Córdoba, madrina del socialismo del siglo XXI. Maduro fue elegido por el propio Fidel Castro con la anuencia de Hugo Chávez, entonces moribundo en La Habana. Fidel necesitaba a un sujeto totalmente fiel a la Isla, y estaba dispuesto a saltarse a la torera la legalidad venezolana.
Fidel tenía al hombre de «los cubanos» en el Brasil de Lula da Silva. Se trataba de José Dirceu. El equivalente de Dirceu en Bolivia –un hombre de toda la confianza de La Habana– era el mayor del Ejército Juan Ramón Quintana, ministro de la Presidencia de Evo Morales. En el Ecuador de Rafael Correa esa lamentable tarea de correveidile de los cubanos la desempeñó el canciller Ricardo Patiño.
Faltaba colocar una oreja junto a Hugo Chávez. Esa fue la tarea encomendada por la inteligencia cubana a Maduro. Lo conocían desde que en los años 1986-1987 pasó por la Escuela de Cuadros del Partido Comunista de Cuba Ñico López. En ese momento los handlers cubanos de Maduro lo veían como un joven que podía desarrollarse como un líder estudiantil u obrero en Caracas. Esos planes comenzaron a cambiar cuando Hugo Chávez surgió en la política venezolana.
Finalmente, Rafael Caldera ganó las elecciones y amnistió a Chávez, quien estaba preso por la intentona golpista de febrero de 1992. Fidel invitó a Chávez a Cuba a dictar una conferencia en la Universidad de La Habana y lo trató como a un jefe de Estado. En ese encuentro el Comandante advirtió una característica política de Chávez que le pareció muy útil: su extrema ductilidad ideológica.
Fidel siempre había sido un seductor y, en el caso de Chávez, se trataba de una persona muy impresionable, pero pronto descubrió que el venezolano era alguien a quien había que dedicarle mucho tiempo y recursos. Desesperado por las frecuentes llamadas, el Comandante cubano les pasó la tarea de entretener a Chávez a su vicepresidente Carlos Lage y al joven canciller Felipe Pérez Roque, entonces sus dos hombres de confianza.
En todo caso, lo primero era guiar al golpista hasta llevarlo al poder, a lo que Fidel dedicó a sus mejores operadores políticos y una considerable cantidad de recursos, pero se necesitaba a alguien que diera cuenta «a los cubanos» de los pasos de una persona tan poco consistente en materia ideológica como Hugo Chávez. Ese fue Maduro.
Cuando, a fines de 1998, Hugo Chávez derrotó a Henrique Salas Römer y se convirtió en «presidente electo», Fidel vio los cielos abiertos. Por primera vez contaba con un obediente discípulo económicamente poderoso, capaz de sustituir a los soviéticos en el sostenimiento de la Isla y continuar la conquista del planeta frente a los odiados yanquis.
Por delirante que pareciera, ése era el plan, y eso fue lo que contó el entonces canciller cubano Felipe Pérez Roque en un discurso públicamente leído en Caracas en 2005 en el teatro Teresa Carreño. Lo que no previó Fidel Castro es que él se enfermaría gravemente en julio del 2006 y que Hugo Chávez moriría de cáncer a principios del 2013.
¿Hasta cuándo durará Maduro al frente del Gobierno de Venezuela?
Tras la acusación formulada contra Maduro y sus secuaces por el Departamento de Estado y el de Justicia cambian totalmente las predicciones: hasta que alguien de su entorno decida eliminarlos. Si ello no ocurre pronto, seguramente hay diversos planes de contingencia: bombardeos quirúrgicos, operaciones llevadas a cabo por comandos especializados, el uso de mortíferos drones, o un bloqueo naval para evitar el envío de más cocaína rumbo a Estados Unidos.
Incluso, ese patriota venezolano que busca Estados Unidos puede invocar razones de Estado. Se trataría de evitar la eventualidad de una operación exterior contundente y generalizada a cargo de Washington. EE UU barrería desde el aire las instalaciones militares, mientras los venezolanos demócratas, acompañados de los brasileños y colombianos ocuparían el territorio. En ese caso el patriotismo no estaría reñido con las recompensas en metálico.