(03 de octubre del 2019. El Venezolano).- Este año la crisis alimentaria tocó a la familia del sargento de la Guardia Nacional Luis López Figuera. Sus ingresos se han evaporado por la hiperinflación y la dolarización que ha experimentado la economía. Ya piensa en engrosar la lista de militares retirados en 2019. El hambre no sólo estrangula los sueños de los seres que más aprecia, sino también los propios, informó La Gran Aldea
“El que no tenga medicinas es porque no tiene jefe, quien no tenga alimentos es porque no tiene jefe, tenemos el Instituto de Previsión Social de la Fuerza Armada (IPSFA) y el Banco de la Fuerza Armada para apoyarlos”, aseguró Vladimir Padrino López, el ministro de Defensa de Nicolás Maduro, en un acto celebrado en junio de este año.
Ese día el general en jefe atribuyó el hambre que se denuncia en los cuarteles a la falta de respuesta de los superiores y no a la crisis económica que atraviesa el país. Dos meses antes, en otra alocución pública, pidió fortalecer los comedores militares para asegurar una buena alimentación dentro de las unidades.
Para buena parte de la Fuerza Armada la promesa de Padrino se la llevó el viento: Los comedores de los cuarteles están paralizados o trabajan a media máquina, la tropa pierde peso y la baja parece ser la única salida para ganarle la carrera al hambre.
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El sargento de la Guardia Nacional, Luis López Figuera es uno de los militares activos a los que la falta de alimentos le tocó la puerta. Tiene dos hijos con cuadros de anemia y una esposa que ha perdido más de 15 kilos. Su uniforme ha disminuido 2 tallas, pues su pantalón pasó de 34 a 30 por la mala alimentación que recibe.
López Figuera era hasta hace unos tres años un militar con mucho potencial, lo que algunos llaman un prospecto o, mejor dicho, un general en ascenso. Destacaba en la Academia Militar, estaba en una condición física excepcional producto de que ejercitaba su cuerpo diariamente y su alimentación era balanceada. Dentro del cuartel recibía desayuno y almuerzo, en ocasiones le daban merienda. El menú ejecutivo del almuerzo variaba constantemente, pero nunca faltaban la carne, el pollo, la chuleta y, por supuesto, el pescado. De desayuno siempre había huevos revueltos, avena, panquecas, arepas, queso y jamón.
La comida en abundancia contrastaba con la escasez que brotaba en las calles. En muchas ocasiones, López Figuera se llevaba a su casa alimentos que sobraban y en diciembre recibía de a 5 perniles, 3 cestas navideñas con todos los insumos para celebrar a lo grande la Noche Buena. Este soldado vivía en un paraíso revolucionario.
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