(05 de noviembre del 2021. El Venezolano).- Se realizan elecciones en Estados Unidos, en algunos estados suena el nombre del ex presidente Donald Trump pero tal parece que esa estrategia no es la más adecuada para garantizar el triunfo republicano.
En nota publicada por Univisión afirman que el hecho de que el partido que detenta la Casa Blanca pierda al año siguiente de las presidenciales las elecciones para gobernador de Virginia no debería ser sorpresa. Así ha sido en las últimas décadas, salvo en 2017, cuando el actual gobernador, Ralph Northam, ganó con una sorpresiva cómoda ventaja de 9% frente a su rival republicano.
Pero la derrota del exgobernador demócrata Terry McCauliffe ante el republicano Glenn Youngkin en las elecciones del pasado martes 2 de noviembre ha caído como balde de agua fría para quienes confiaban en ver reforzada la transformación liberal que ha experimentado el estado. Si en 12 años ningún republicano había logrado ganar un cargo estatal en Virginia, este martes tres rompieron la maldición, porque además de Youngkin, se impusieron la candidata a vicegobernadora, Winsome Sears, la primera de color que ejercerá el puesto, y Jason Miyares, quien será el primer fiscal general del estado latino.
“He escuchado que Virginia es azul, pero nunca creí que fuera azul”, dijo Donald Trump la mañana del miércoles en una entrevista con una radio local. La noche del martes, el expresidente había enviado un mensaje de felicitación a Youngkin con un tono de autoalabanza por su “ayuda” a la victoria, pese a que la campaña del hoy gobernador electo trató siempre de diferenciarse de él.
¿Cómo se explica el retroceso demócrata en estado en el que hace apenas un año el presidente Joe Biden ganó con una diferencia de 10 puntos, al punto que hoy vuelva a considerarse como un estado péndulo? Varios factores, locales y nacionales, ayudan a entender lo que pasó en Virginia y cómo pueden servir de enseñanza a los republicanos para recuperar espacios perdidos, y de advertencia para los demócratas en su esfuerzo por mantener las mayorías en el Congreso. Y hasta en las aspiraciones de mantener la Casa Blanca en 2024 (con Biden o algún otro candidato).
El índice de aprobación del presidente en el estado estaba por debajo del 40% en vísperas de los comicios, y aunque Biden descartó durante su viaje por Europa que eso fuera a pesar en el resultado, los analistas consideran que eso fue un yunque en el cuello de McCauliffe. Ese es un factor que debe preocupar a los demócratas de todo el país porque tiene proyección nacional. El caótico retiro de tropas de Afganistán, la inflación y la escasez que caracterizan la precaria recuperación económica de la crisis del coronavirus, o los problemas con el repunte de la inmigración en la frontera con México están pasando factura, justa o injustamente, al presidente.
Tras la llegada de Biden a la Casa Blanca se vio una luz en la lucha contra la pandemia del coronavirus, gracias a la masificación de la vacunación, el final del pulso entre la presidencia y sus asesores científicos sobre cómo manejar la crisis, y el consiguiente repunte económico. Pero la llegada de la variante delta complicó la pandemia, que pasó a ser definida por el presidente como “de los no vacunados” y forzó a mandatos de vacunación que cayeron mal entre muchos que cuestionan la injerencia del gobierno federal en temas personales como la salud.