(22 de febrero del 2021. El Venezolano).- La Política ha tenido en el pasado, tiene en el presente y seguirá teniendo en el futuro, una importancia enorme. Toca todos los aspectos de la vida de cualquier nación en general y de los ciudadanos en particular. A ella se le endosa todo lo malo que puede suceder y pocas veces se le reconocen aciertos destinados a mejorar las cosas. Lamentablemente en tiempos de crisis, es fácil y muy cómodo endosarle a la política las responsabilidades mayores.
Para muchos la política es arte y ciencia del engaño, de la mentira ingeniosa, de la manipulación y del oportunismo. Por eso nuestra obligación de recordar que la política, ciertamente, es arte y ciencia pero para alcanzar el bien común. En consecuencia, el ejercicio activo de la política se convierte en un verdadero apostolado de servicio al prójimo.
Ahora bien, la política es llevada adelante por políticos, seres humanos de carne y hueso, con virtudes y defectos que condicionan la valoración que en concreto se haga de sus actuaciones. Este es un tema que admite amplias, variadas y contradictorias interpretaciones. Nosotros sentimos el deber de establecer la diferencia entre la Política con P mayúscula y la politiquería de quincalla baratera que condiciona negativamente la vida pública de cualquier nación.
En la gran mayoría de los países democráticos del mundo, los políticos activos se agrupan en partidos que más allá de los intereses electorales que tienen, responden a principios básicos que pudieran denominarse ideologías de derecha, izquierda o centro según su contenido. Lo señalo para simplificar al máximo estas reflexiones. Los partidos se organizan creando estructuras para asegurar su crecimiento y la mayor suma posible de voluntades que compartan su razón de ser. Una enorme tarea de organización y formación es indispensable para mantener su vigencia. Cuando estas tareas no se cumplen adecuadamente se cae en el terreno de la politiquería provocando rechazo colectivo. Siempre es conveniente recordar que a la política se viene a servir y no a servirse.
El drama existencial de la mayoría de los partidos en Venezuela se inició cuando esas estructuras de formación y organización dejaron de ser instrumentos de servicio al pueblo y se fueron convirtiendo en instrumentos al servicio de los dirigentes que controlaban a los partidos en sus diferentes niveles. Esto ha sido así en los partidos tradicionales. En los nuevos notamos una falta importante de formación y una experiencia basada exclusivamente en el pragmatismo de las luchas diarias pero carentes del peso que imponen unos principios doctrinarios, una ideología bien definida.
Nuestros partidos políticos y quienes los dirigen, deberían hacer un balance detallado de su situación, de la utilidad que le están brindando a un pueblo que los necesita y no los encuentra. La lucha contra la dictadura exige una entrega completa más allá de personalismos e intereses de grupos.
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