(26 de mayo del 2022. El Venezolano).- actor Ray Liotta, conocido por sus papeles en películas como Campo de sueños, Cop Land y, sobre todo, Uno de los nuestros, ha fallecido a los 67 años en la República Dominicana, donde rodaba la película Dangerous Waters. Según informa Deadline, Liotta murió mientras dormía, aunque la causa de su muerte aún no ha sido divulgada.
Nacido en Newark (Nueva Jersey) en 1954, Liotta fue abandonado en un orfanato, y posteriormente adoptado por Alfredo Liotta, dueño de una tienda de recambios para automóviles, y su mujer Mary, oficinista. Tras estudiar Arte Dramático en Miami, se mudó a Nueva York y trabajó como camarero hasta que consiguió un papel en la soap opera televisiva Otro mundo, donde intervino de 1978 a 1981.
El primer papel importante de Liotta fue el del exmarido psicópata de Melanie Griffith en Algo salvaje, dirigida por Jonathan Demme (El silencio de los corderos). Gracias a este rol, fue nominado al Globo de Oro al mejor actor de reparto. En 1989, volvió a llamar la atención de público y crítica gracias a su actuación en Campo de sueños, junto a Kevin Costner.
Ray Liotta estrenó la década de los 90 con el papel que marcaría su carrera para siempre: Henry Hill, el gángster advenedizo (basado en una figura real del mismo nombre) que protagonizaba Uno de los nuestros, de Martin Scorsese.
Si bien se quedó huérfana de premios, su interpretación, junto a las de Robert De Niro y Joe Pesci, contribuyó a eliminar ese romanticismo en la representación del crimen organizado que Hollywood acusaba desde El padrino. No es exagerado decir que Uno de los nuestros ha quedado como uno de los mejores thrillers de la historia del séptimo arte.
Entre los papeles más destacados de Liotta a partir de entonces figuran sus personajes de Cop Land (1997), Hannibal (la secuela de El silencio de los corderos dirigida por Ridley Scott) y Blow (2001), noir en el que trabajó junto a Johnny Depp y Penélope Cruz.
Asimismo, pudimos verle en Narc (2002), película que le granjeó una nominación a los premios Independent Spirit, y en Ases calientes (2006), una comedia gangsteril de humor negro ambientada en Las Vegas. También cabe destacar su trabajo en un capítulo de la serie Urgencias, que le llevó a ganar un Emmy a la mejor estrella invitada.
La reputación de Liotta como experto en tipos duros de moral dudosa le llevó a interpretar a Frank Sinatra en El clan Sinatra, telefilme en el que le vimos junto a Joe Mantegna y Don Cheadle. Según comentó, Tina y Nancy Sinatra, hijas de ‘La Voz’, reaccionaron a su trabajo enviándole una cabeza de caballo por correo.
Además de actor, Liotta fue también productor, y un prolífico actor de voz cuyo trabajo en el videojuego Grand Theft Auto: Vice City (2002) supuso una importante incursión de una estrella de Hollywood en el mundo del ocio electrónico, reportó 20 Minutos.
En los últimos años, la carrera de Ray Liotta estaba experimentando un resurgir gracias a filmes como Santos criminales (la precuela de Los Soprano en pantalla grande) e Historia de un matrimonio. El actor deja una larga lista de títulos pendientes de estreno, entre los que destacan Cocaine Bear (dirigida por Elizabeth Banks) y la serie de Apple TV+ Black Bird (en la que le veremos junto a Taron Egerton).
Aficionado a la equitación y discreto en su vida privada, Ray Liotta deja una hija, Karsen Liotta, de su matrimonio con la actriz Michelle Grace. El actor planeaba casarse en breve con su actual pareja, Jacy Nittolo.
El cineasta catalán apunta a la Palma de Oro o premio de interpretación para Benoît Magimel con un antithriller polinesio.
La presencia de Albert Serra en la competición oficial del Festival de Cannes no solo era ya en sí un triunfo para la dedicación irredenta del cineasta catalán a hacer un tipo de cine con el público y gran parte de la crítica de espaldas, sino también la esperanza de que una de las candidatas a la Palma de Oro podría mostrarnos algo diferente. Pacifiction cumple ese deseo de sobra manteniéndose dentro de los raíles de la filmografía del cineasta catalán.
Serra es un habitual de la Croisette desde que irrumpió en la Quincena de Realizadores con Honor de cavalleria (2006) y El cant dels ocells (2008); posteriormente, el festival proyectó La mort de Louis XIV (2016) fuera de competición e incluyó Liberté (2019) en Un certain regard. Con Pacifiction es la primera vez que opta a la Palma de Oro, cuando ya tiene el Leopardo de Oro del Festival de Locarno por Historia de mi muerte (2013).
Precisamente son Historia de mi muerte y La mort de Louis XIV dos títulos con los que Pacifiction guarda estrecha relación al centrarse en la figura decadente de un protagonista masculino –Casanova, el rey Luis XIV– cuyo pedestal de privilegios va erosionándose a medida que avanza el pausado discurrir de un metraje de grandes dimensiones e imágenes sublimes.
En este caso esa figura central es un diplomático francés instalado en Tahití. Lo interpreta Benoît Magimel con una descomunal presencia escénica que apunta a su segundo premio de interpretación en Cannes (el primero lo ganó por La pianista en 2001). Se trata de un hombre poderoso habituado a la existencia apacible de la explotación, a quien veremos tambalearse –nunca muy explícitamente, pues el cine de Serra siempre contiene una aniquilación del relato– a medida que se acumulan los problemas en el paraíso insular donde vive apoltronado.
Por un lado, crecen los rumores de que Francia va a volver a hacer pruebas nucleares en la Polinesia. El avistamiento de embarcaciones con tráfico de prostitutas lleva a sospechar la presencia de un submarino o barco de incógnito en las inmediaciones, por lo que la amenaza de que empiecen las explosiones va larvando entre las grietas de una narración especialmente afín a los tiempos muertos.
El thriller de cocción lenta (o, más bien, antithriller, volviendo a esa idea de pulverizar las convenciones) se completa con las corruptelas cotidianas que el protagonista tiene en su agenda, apenas alteradas por la fascinación que empieza a desarrollar por una escritora que invita a su villa. Fieles del cine de Serra como el icónico Lluís Serrat (Sancho en Honor de cavalleria y feliz presencia imprescindible en el resto de la obra del catalán), Montse Triola o Marc Susini interpretan personajes secundarios que gravitan en torno a la fuerza insoslayable de Magimel.
Un producto amoral y decrépito del colonialismo parejo al que encarnó Philippe Noiret en Corrupción (1280 almas), en aquel caso en África, que no duda en reconocer que el mundo de la política es un sumidero de putrefacción amparado en la oscuridad, el ocultamiento y la degradación moral. Ahí conecta temáticamente Pacifiction con la orgía de los libertinos flácidos de la corte de Luis XVI en Liberté; también lo hace formalmente durante la primera hora de metraje, cuando todo lo que vemos de los protagonistas son sus conversaciones apagadas en un bar de alterne.
A partir de una excursión marítima en la que Magimel acude a observar olas –secuencia visualmente orgiástica a todos los niveles, con decenas de embarcaciones y gente apelotonada sobre el mar embravecido, que en su máximo delirio lleva a pensar en una acuática Mad Max: Furia en la carretera– es cuando Pacifiction toma auténtico vuelo para no bajarse ya jamás de sus imágenes sensoriales y texturas febriles.
En el cine de Serra la narración suele concentrarse en grandes bloques de sentido en vez de secuencias; estos se disponen uno junto a otro adoptando una composición ligeramente impresionista. En Pacifiction lo hace con un archipiélago de acciones y localizaciones que tienden a derramarse entre sí, invadiendo espacios y estados de ánimo. Como le demuestran obstinadamente al protagonista las irritantes visitas del exterior, no existe la posibilidad de ser una isla.
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