(02 de mayo del 2021. El Venezolano).- Alemania vive este año un escenario político inédito. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, un canciller en ejercicio renuncia voluntariamente a presentarse a la reelección, fruto de la decisión de Angela Merkel de dar un paso atrás y de abrir una carrera sucesoria que ha agitado el tablero y los sondeos de intención de voto.
Merkel anunció en octubre de 2019 el principio del fin de una era que ha guiado el país desde 2005, fecha en la que esta habitante de la antigua Alemania del este se hizo con las riendas del Gobierno. Se abrió entonces una sucesión que venía de cara para Annegret Kramp-Karrenbauer, quien asumió el liderazgo de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) con vistas a aspirar a la cancillería a medio plazo.
Sin embargo, Kramp-Karrenbauer dimitió en febrero de 2020 tras una disputa interna y, después, vendría una pandemia y una nueva pugna por el liderazgo de la formación conservadora en la que la Unión Social Cristiana (CSU), el socio bávaro de la CDU, tanteó la posibilidad de presentar a su líder como candidato general del bloque a canciller.
El investigador del CIDOB Héctor Sánchez Margalef afirma en declaraciones a Europa Press que todo ha venido a ser un «cóctel perfecto» hasta dar forma a un «terremoto». Así, si ya «el hecho de que la canciller renuncie voluntariamente es un ‘shock'», los acontecimientos posteriores no han ayudado a una transición tranquila.
La alianza CDU-CSU se mantiene como la opción preferida por los alemanes y, pese al desgaste que le han supuesto en estos últimos meses las polémicas en torno a la gestión de la crisis sanitaria, oscila en torno al 26 por ciento en intención de voto. Salvo sorpresas, será el bloque más votado en las elecciones generales del 26 de septiembre, aunque está por ver si puede gobernar.
La alternativa en esta ocasión parece que no llega de la mano del Partido Social Demócrata (SDP), actualmente en el Gobierno dentro de la conocida como ‘gran coalición’, sino de Los Verdes, que empujados por los sondeos presentan por primera vez candidatura a la cancillería: Annalena Baerbock, de 40 años.
Los Verdes, que en los comicios de 2017 ni siquiera llegaron al 9 por ciento de los votos, aparecen ahora en las encuestas con una media superior al 23 por ciento, claramente por encima del 15 por ciento en el que oscilaría el SPD, que sin salirse del guion y sin tener claro cuál será su futuro papel se presenta de la mano del ministro de Finanzas, Olaf Scholz.
En 1998, cuando Gerhard Schroeder formó gobierno con Los Verdes, dejó claro que el SPD era el «cocinero» y que su socio haría las veces de «camarero» en el gabinete, una célebre metáfora que suena ahora más desfasada que nunca. Baerbock promete «renovación» frente al ‘statu quo’ que ha dominado la política alemana durante décadas.
Los Verdes ya han pactado a nivel regional con partidos a izquierda y a derecha y ahora apuestan todo a convertirse en la primera gran formación ecologista a los mandos de un gran gobierno europeo. «Han asumido que es la experiencia que les falta», resume el experto del CIDOB, que ve al partido «muy similar a la sociedad alemana», cercano a las clases medias y a los jóvenes.
El investigador Jacob Kirkegaard, del Peterson Institute for International Economics, coincide en declaraciones a la agencia Bloomberg en que «los Verdes han madurado de muchas maneras» desde su nacimiento en la década de los ochenta y anticipa que, aunque formasen parte de un Gobierno con la CDU y la CSU, esto ya supondría «un cambio de aires».
Con Joschka Fischer como vicecanciller y ministro de Exteriores, la formación ecologista logró fijar a principios de siglo posturas clave como la oposición de Alemania a la guerra de Irak. Sánchez Margalef apunta la posibilidad de que Baerbock sea precisamente la futura jefa de la diplomacia, lo que podría dar pie a giros si mantiene su rechazo al gasoducto Nord Stream II o su defensa de una postura más dura contra Rusia.
«Queremos entrar en el Gobierno para cambiar cosas», subrayó la semana pasada Claudia Roth, vicepresidenta del Bundestag –la Cámara Baja del Parlamento– en un encuentro con prensa extranjera. «Estamos listos para asumir responsabilidades», sentenció.
ESCENARIO DE PACTOS
Sánchez Margalef da por hecho que, pase lo que pase en septiembre, «Los Verdes van a estar en el Gobierno», bien sea al frente de una alianza que se incline más a hacia la izquierda o como socio menor de la CDU. No en vano, pese a lo que pueda ocurrir en otros escenarios europeos, en Alemania las principales formaciones comparten tesis en cuestiones clave, lo que da pie a acuerdos.
El crecimiento de Los Verdes no es nuevo y deriva en gran medida de momentos en los que el cambio climático dominó la agenda pública en Alemania, pero los expertos coinciden en que es necesario dejar pasar un tiempo hasta ver cuál es el escenario actual, ya que las recientes nominaciones de Baerbock y de Armin Laschet, líder de la CDU, han aumentado la volatilidad de los sondeos.
Además, «faltan muchos meses», como recuerda el investigador del CIDOB, que incide no solo a la posibilidad de que formaciones como Los Verdes cometan algún tipo de error, sino a las elecciones regionales que quedan pendientes y que serán una suerte de calentamiento para la batalla nacional.
EL SPD A LA ZAGA
El SPD aspira a remontar en este tiempo, para lo cual presume de que su candidato es el que mejor imagen tiene entre la ciudadanía para ser canciller. No oculta que no quiere otra ‘gran coalición’ ni que su socio predilecto de gobierno serán Los Verdes, pero en principio en cualquier futuro escenario será necesario sentar a un tercero a la mesa.
El Partido Democrático Libre (FDP), que en el anterior escenario postelectoral se negó a aliarse con Merkel, podría ser clave y ronda el 10 por ciento. Por su parte, Die Linke (La Izquierda) se postula como potencial aliado para una administración progresista con una intención de voto por encima del 7 por ciento, pero Sánchez Margalef ve «difícil» un acuerdo a tres bandas con Los Verdes y el SPD.
La ultraderecha, por su parte, llega debilitada a la cita con las urnas . Alternativa para Alemania (AfD), que se convirtió en la principal formación opositora tras la ‘gran coalición’ constituida en 2017, oscila a día de hoy en el entorno del 11 por ciento, lastrada por las luchas internas y el peso ganado por el ala más radical.
Sánchez Margalef añade también a la ecuación el efecto de la pandemia, dado que la AfD ha sido un partido crítico con algunas de las restricciones adoptadas, lo que sumado a lo anterior ha llevado a que la formación ultraderechista no haya recogido aparentemente el respaldo que parece haber cedido la CDU de Merkel en este último año y que sí habría goteado en parte hacia Los Verdes.