(15 de abril del 2021. El Venezolano).- “Los regímenes totalitarios son religiones políticas. Secularizan la religión. Se transforman ellos mismos en religiones. Entonces donde hay una religión política, no hay espacio para una religión tradicional.” Loris Zanatta.
Las migraciones, el aborto y la eutanasia hasta hace pocos años atrás se encontraban muy lejos de la atención de los venezolanos. Hoy el trato dado a estos delicados aspectos a nivel mundial y en nuestro país, exige que nos detengamos a reflexionar sobre los mismos, ya que deberían ubicarse en los denominados círculos de preocupación y de influencia de los que nos habla Stephen Covey en su bestseller “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”.
Estos temas han sido de preocupación recurrente por la iglesia cristiana y cada vez más está siendo dolorosamente sufrido, en cuerpo y alma, por los venezolanos a quienes nos ha tocado vivir y sentir de cerca las aberraciones de algunos seres humanos cuyas sombras semejan bestias apocalípticas, tanto a lo interno como en el exterior del país; situación agravada por la pandemia que nos azota a nivel mundial, y por la perversión y el insensato egoísmo a nivel nacional.
El Papa Francisco en su más reciente Encíclica “Fratelli Tutti”, manifiesta que “las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo, pero hoy están afectadas por una pérdida de ese sentido de la responsabilidad fraterna sobre el que se basa toda sociedad civil.” Lo vemos a diario en varios países, con honrosas excepciones, sobre el trato dado a los venezolanos obligados a emigrar dadas las condiciones políticas y económicas de nuestro país. Más aún, con asombro, el Papa advierte que “partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. En el fondo “no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si todavía no son útiles -como los no nacidos- o si ya no sirven -como los ancianos-”
En Venezuela, los ateos resentidos del régimen no tienen ningún rubor de negar la entrada de ayuda humanitaria, o las vacunas contra el COVID19, o la atención a la mujer embarazada, o a los ancianos desvalidos. Es la máxima expresión del culto a la muerte y al odio, porque como lo escribiera el periodista hispano-venezolano David Placer en su libro “Los brujos de Chávez”: “La política y la superstición se entrelazan en Venezuela en un singular fenómeno político en el que la santería cubana ha servido para ejercer control sobre los dirigentes políticos y militares.”
Los venezolanos no somos como parte del mundo y el régimen creen y quieren. Hemos sido y somos solidarios con las mejores y más nobles causas humanas; sensibles ante el dolor y el sufrimiento del otro; altanero ante las injusticias; dispuestos para las luchas y con ánimo de vencedores. Parece ser que la heroicidad, el sacrificio y el martirio, que son símbolos cristianos, son confundidos por algunos que recurren al terror, la tortura y la represión.
El intento de penetración cultural con esas manifestaciones anticristianas no podrá ser soportada con más estoicismo por siempre, llegará ese día luminoso en que dejemos de ser ese pueblo permisivo con la enajenación de sus tradiciones. Venezuela no tolera más que se le arrebate el alma, porque no está dispuesta a perder su fisonomía espiritual, su consistencia moral, su independencia ideológica, económica y política, su conciencia histórica, el pensamiento crítico y los caminos de integración con los demás seres humanos como lo ordena nuestra devoción cristiana.