(04 de mayo del 2023. El Venezolano).- “Pululan hombres respetados en fuerza de no descubrírseles bajo el disfraz. Bastaría penetrar en la intimidad de sus sentimientos, un solo minuto, para advertir su doblez y trocar en desprecio la estimación.” José Ingenieros.
Por Neuro J. Villalobos Rincón
Se atribuye a Thomas Sowell la autoría de una frase tan certera como cierta. “La primera enseñanza de la Economía es la escasez. Nunca hay lo suficiente de algo para satisfacer plenamente a todos los que quieren. La primera enseñanza de la Política consiste en ignorar la primera enseñanza de la Economía.” Así sucede en la vida real con todos los gobiernos, sus economistas obedecen mayormente a los intereses de sus organizaciones políticas que a los intereses de sus propios países.
Las revoluciones auténticas trascienden cuando verdaderamente transforman positivamente a la sociedad en que actúan. Tratan de imponer sus símbolos e ideas que tienen mayor acogida por la población o que pueden ser impulsadas con menor resistencia. La pseudo revolución que nos oprime a los venezolanos cree haber hallado los suyos agregando una estrella más a nuestra bandera, enderezando el cuello del caballo en el escudo nacional o popularizando la mirada vigilante de su líder que a juzgar por los niveles de corrupción, nada vigila y a nadie intimida.
Han creído que la economía del país funcionaría adecuadamente gracias a los precios y la producción del petróleo y restándole ceros arbitrariamente a nuestra moneda oficial, el bolívar, a medida que la inflación, la escasez y la disminución del volumen de la producción, se acentuaban. Sin duda, por el camino que vamos el valor de nuestra moneda irá menguando y la gente seguirá buscando refugio en otras monedas fuertes, como está ocurriendo con el odiado dólar, a quien prometieron pulverizar y convertir en polvo cósmico. Pobre Bolívar.
Mientras tanto, los economistas serios y responsables del país, nos preguntamos: Cómo se piensa reducir la pobreza sólo con medidas asistencialistas y ahuyentando a los inversionistas? Es acaso suficiente el gasto del Estado para generar empleos productivos y permanentes? Cómo abatir la inflación produciendo menos, importando más y lanzando más dinero inorgánico a la calle? Cómo resolver las urgentes necesidades internas de vivienda, salud, educación y demás servicios públicos regalando nuestros disminuidos recursos y sosteniendo parasitariamente a otros países por afinidad ideológica?.
En otras palabras, Cómo ser demócratas dentro de un régimen que por esencia es autócrata?. Para salir de este laberinto económico, político e ideológico en que nos han metido existe una condición previa? acabar con el régimen que nos degrada moralmente, nos quiebra económicamente y nos destruye como sociedad civilizada en el concierto mundial. Lamentablemente no podrá ser por unas pulcras elecciones mientras mantengan el control del órgano electoral y por otras razones que ya conocemos. Que conste que soy un demócrata convencido que creo, como Antonio Molpeceres, que el desarrollo humano debe ser sostenible, lo cual quiere decir que para avanzar en nuestro bienestar nacional no debería comprometerse el de las generaciones futuras. Obviamente, creo en la vigencia de las leyes de la Ciencia Económica y los principios y valores de la democracia como sistema y forma de organización social.
Igualmente, hoy suscribiría con mi firma, la cual nunca me pidieron, un magnífico párrafo del documento número 01 del “Proyecto Lago”, nacido en Maracaibo y auspiciado por amigos de la izquierda que abrazaron el Chavismo y hoy se alejaron de él, que reza: “Es imprescindible reconocer que el capitalismo es el más avanzado de los sistemas económicos y cultural políticos conocidos; que los más humanizados, a pesar de sus desigualdades, son los que han privilegiado la democracia como forma política de gobierno, en donde las conquistas culturales, esenciales del hombre se mantienen, entre las cuales se destacan la libertad, la igualdad, la justicia, en su doble dimensión de realidad y magia, de verdad y fantasía”. Es una cuestión de integridad, como diría el gran Renny Ottolina.