(03 de marzo del 2023. El Venezolano).- El periodismo y la verdad van de la mano, pero cuando el primero decide cambiar de ruta y forzar realidades, deja de ser el apostolado que todos observan con cierta pasión, sobre todo, cuando sustituye no pocos poderes públicos en países donde las libertades civiles medio sobreviven en la periferia de los grandes exigencias sociales que preñan a las sociedades de desesperanza. Eso lo sabe muy bien Alejandra Gabriela Gutiérrez Oraa (La Guaira, 1987), periodista venezolana, quien lleva doce años conduciendo el muy sintonizado espacio informativo Café CNN –al aire por primera vez en el 2011, con Lucía Navarro– que transmite de lunes a viernes por el emporio comunicacional que fundó en 1980 Ted Turner.
Por Ramón Navarro
Además de ese espacio, dirige también Destinos en el mismo influyente medio, y ha sido reconocida con siete Emmys, fue la más joven periodista (23 años) en recibirlo en la cadena, sin que su visión del oficio fuera alterado con tanta emocionalidad. Se graduó de comunicadora social en la Saint Thomas University, en Miami, Florida. Su experiencia –TV Azteca Miami, Fox Sports, exhibe un George Foster Peabody Awards por su cobertura durante la Primavera Árabe– le ha granjeado una imagen de credibilidad noticiosa en Latinoamérica y Estados Unidos.
Hay un mito que es necesario desmontar en aras de la veracidad que supone el ejercicio de la profesión. Alejandra no es hija de Hilda Oraa, “eso lo puedes decir”, la extraordinaria narradora de noticias de Venevisión, que fue la primera ancla mujer en Venezuela, recuerda Alejandra, de El Informador y Lo que Pasa en el Mundo. “Hilda es pariente lejana de mi papá, y es pariente mía”, aclara, quien es también Embajadora de Buena Voluntad de ONUSIDA
Como periodista procura, no ocultar, sino destacar más los momentos excelsos de su país, más que la locura corriente y los episodios perniciosos que muestran a esa Venezuela quebrada por la fuerza política reinante. “Lo negativo no funciona. Tengo 23 años fuera de Venezuela, pero he aprendido a amar a mi país desde la distancia”, advierte.
-¿Cómo se inicia Alejandra en el periodismo?
Nos mudamos a Estados Unidos, a los 12 años, y luego comencé trabajando en la radio, en Miami, y más adelante me pasaron a un programa de noticias locales. Hacía reportería. Año y medio duré allí. Mi escuela de periodismo fue CNN. Allí hice unas audiciones, un par de entrevistas y comencé en enero de 2011.
-En esa combinación de la periodista y la embajadora de la ONUSida, ¿cuál es el mensaje que le transmite a las personas contagiadas?
El enfoque mío, dentro de mi rol de embajadora, es poder crear consciencia de la educación sexual entre las niñas y mujeres, que tenga autonomía en esa educación, que sepan cuál es el estatus serológico de la persona con que quieran tener la relación, que no tengan miedo ni tabúes, y sobre todo que puedan hablar de sexo con quien desee. En Latinoamérica tenemos un estigma muy grande con eso, donde le dejamos al hombre la decisión o no de usar un preservativo. Es mejor tener transparencia en la salud sexual y reproductiva. Y hay que tener conciencia de esto con las niñas. Durante mis misiones con ONUSida hable con inmigrantes venezolanos que se formaban en campamentos de refugiados en Centroamérica, Ecuador y Perú, y muchas de ellas fueron víctimas de abusos sexuales en el camino.
Una situación de vulnerabilidad donde pudieron haber estado expuestas al virus del VIH. Crear consciencia en las mujeres refugiadas, sobre su salud, ha sido como el rol mío desde el año 2016.
-¿Cuál ha sido el testimonio que más te ha impactado cuando visitas a los refugiados?
-Las niñas que caminaron con sus papás y sus abuelas dos veces, de Venezuela a Ecuador y Perú. Eso me marcó muchísimo. Vimos llegar algunos en los puntos de refugiados, a 5 mil personas al día, que llegaban sin zapatos, rotos de tanto caminar, y escuchar a las personas y a las mujeres, relatar las cosas que vivieron, violencia sexual, personas que se murieron en el camino Fue muy difícil. Y pensar que ellos sentían que esa situación era mejor que la realidad donde vivían. Eso me pegó muchísimo.
-¿Qué opinas sobre el aborto y los nacientes derechos que emergen de las comunidades LGTB?
Estoy de acuerdo con los derechos, y tienen que existir porque son derechos humanos. Estoy a favor de que una mujer tenga el derecho de decidir qué quiere hacer con su vida. La persona que decide tener un embarazo es algo que debe ser autónomo, y es sumamente peligroso lo que está pasando en EE.UU. con las nuevas leyes de abortos. En muchas ocasiones cuando te das cuenta que el feto no es viable, que pone en peligro la vida de la mujer embarazada, puede salvarle la vida un aborto, y no es un aborto por decisión personal sino un aborto médico.
-Hay quienes subrayan que la libertad del medio es distinta a la libertad del periodista, hablando en términos de informar. ¿Dónde se ubica la verdad?
Es una pregunta complicada porque yo la puede ver desde los dos lados: el lado corporativo, y el lado del periodista. Como periodista, que trabajas en una corporación, puedes tener momentos de frustración donde sabes que tienes que seguir lineamientos sobre el qué decir o no. Pero, entiendo, porque lo he visto en mi experiencia, con colegas de trabajo, que se necesitan ciertos lineamientos para que no digas lo que le dé la gana. Lo que diga yo en cuanto a una determinada noticia, puede ser que ejerza mi libertad de expresión, pero si hablo del tema, lo estoy haciendo como CNN. Es muy difícil poder dividir al periodista de la cadena, si es un periodista que trabaja a tiempo completo con un medio de prensa o una cadena. Entiendo y respeto eso, porque si no, podría ser un libertinaje. Creo en la libertad de expresión, pero siento –y está pasando ahora con tuiter– que hay que tener ciertos controles de hasta dónde llega esa libertad. Puedes encontrarte a una persona que tenga un concepto correcto de una noticia, o un punto de vista adecuado, sobre algo, pero también hay quienes pueden ver, como pasó en la pandemia, situaciones que no existen. Y qué peligroso es que, porque ese periodista trabaja en un medio, piense que eso, lo que él piensa, es lo que es.
-A los 23 años te convertiste en la periodista más joven en narrar noticias en CNN en Español y CNN en Inglés. ¿Qué aspectos de la rutina informativa manejas hoy día que desconocías en aquel momento?
Soy otra persona completamente. Estos años me han ensañado muchísimas cosas, sobre todo a entender los puntos de vistas, y cómo abordar el trabajo. Estoy consciente de que a la edad en la que empecé me faltaba muchas cosas por aprender, y hoy día, soy muy cuidadosa con las cosas que informo y cómo las informo. Y, sobre todo, menos pasional en la manera como informo las cosas.
He aprendido a eliminar el sentimiento de una noticia, a humanizar las cifras negativas, y sobre todo a entender lo que implica el poder de la palabra de una persona como figura pública de un medio. La mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se da mejor. Eso lo he entendido ahora, más que nunca.
-Sin duda, una forma de concebir el periodismo que pregonó García Márquez. Claro, y necesitamos tener unión de los dos, sobre todo por nuestro lado cultural. El latinoamericano es una persona emocional, somos viscerales, no obstante, tenemos que tomar en cuenta que el periodismo no puede ser ni visceral ni emocional, y es entender cómo podemos unir nuestra cultura con el oficio. No soy una persona que le gusta atacar a otra en una entrevista. No es mi manera. Si tuviera que definir alguna forma de ejercer el periodismo diría que me gusta el periodismo humanista.
-¿Hasta dónde alteran, los premios, como el Emmy que recibiste por Café CNN, el punto de vista del periodista?
Es una muy buena pregunta, porque recuerdo cuando gané la primera vez, es el Oscar de la Televisión, cuando uno escucha a actores que has visto toda una vida, que tienen un Emmy, tú dices; pero yo tengo siete, soy mejor que Robert de Niro, pero lo primero que empiezas a pensar es que te va a cambiar la vida, y ese fue mi primer sentimiento cuando pasó. Me dije; habrá un antes y un después en mi carrera con el primer Emmy. En el segundo Emmy dije; definitivamente ahora habrá un cambio en mi carrera, y tiene que pasar porque es mucha coincidencia. Después de siete Emmys me di cuenta que las cosas no cambiaban tanto si yo no hacía buen trabajo. La vida no tuvo un antes y un después de un Emmy.
Yo simplemente tuve que seguir trabajando. Es un buen reconocimiento, sí, pero no puedes dejar que se te suba a la cabeza. Un aEmmy no te da un cambio salarial un día después, no te da una mejor entrevista, es solo un reconocimiento. No puedes permitir pensar que poque tiene siete Emmys -en mi caso- consecutivos, eres la mejor. Además, no puedes esperar que siempre te llegue un reconocimiento.
El escritor francés Jean-François Revel decía que la primera fuerza que dirige al mundo es la mentira ¿Cuál es tu consejo para evitar manipulaciones informativas?
Hoy en día es tan difícil. Un ejemplo perfecto son los presentadores de Inteligencia Artificial, que son tan parecidos a los humanos, y cuando un presentador de IA te dice algo, puedes creerle.
Cuando se oculta algo es porque alguien necesita que la verdad no salga a flote. El periodismo no puedes estar muy ligado al dinero, a las corporaciones, a los clientes, porque si no, vamos a empezar a tener conflictos de intereses, y es allí, donde todo se viene abajo. Es verdad, el periodismo necesita dinero, porque de lo contrario, cómo va a vivir. Es difícil encontrar el punto medio.
-Los periodistas suelen opinar sin conocimiento, y crean matrices de opinión a fuerza de especulaciones. ¿Cómo abordas el submundo de la posverdad? Es complicado abordarlo hoy día, en un mundo de redes sociales donde sentimos la necesidad de saber lo que el otro siente y vive. Es complicado vivir en estos dos mundos. Es bueno recordar que son medios, no influencers, que no tienen por qué estar expresando sentimientos, y menos los presentadores.