(21 de agosto del 2023. El Venezolano).- Lo dijimos, el tortazo que se podía meter Feijóo para su investidura podía ser histórico, pues así fue.
Por José Antonio Medina Ibáñez
El autotitulado presidente convenció a toda España de que tenía 50 diputados más que Sánchez, es decir, que si se le sumaban a los 137 suyos, pues tenía 187, y como superaba la mayoría absoluta, y había sacado más diputados que el sanchismo en las elecciones, con cafecito en mano y algo envalentonado le ha venido diciendo al Rey que no hay dudas sobre quién debe ir a la investidura, se lo ha repetido a todas horas, especialmente en la de la siesta: !Oye, que soy yo!, yo, yo, yooo.
Sin embargo, en el momento de la verdad alguna chapuza tuvo que haber hecho en sus negociaciones, porque al final él y Gamarra solo contaron en las pantallas del Congreso 139 votos, ya que VOX, al no ser respaldado por los populares para la Mesa del Congreso, se lo pensó mejor y cobró el peaje que dijimos haría, adelantándole al gallego que si quiere sus votos para la investidura final, que se amarre los pantalones porque le costará un ojo de la cara. Así, que todo el mundo sabe ya que en caso de llegar a la Moncloa el PP, gobernará con VOX.
En el otro lado del partido está Pedro Sánchez, el filoetarra, el presidente que quiere destruir a España. El que con sus infinitas artimañas ha demostrado tener más vidas que un gato, se quitó del medio a Felipe González, no le hizo ni puñetero caso a Alfonso Guerra, envió a casita a Pablo Iglesias, sacó del gobierno a Mariano Rajoy y, ha dejado en una evidencia inquietante a Feijóo. Tanto éxito político cabrea al más pintado. Digo yo.
Pero eso de amilanarse no va con el presidente del Partido Popular, insiste en que tiene bien amarrados a 172 diputados y que el Psoe no puede decir lo mismo de los 178 que le votaron para la Mesa, en que tiene mayoría absoluta en el Senado, en que ganó las elecciones, en que gobernará en solitario y, en que sabe que el Rey cumplirá con la ley. Este mete más presión que Canelo Álvarez.
Por cierto, me viene al pelo uno de mis recuerdos: cuando tenía unos 30 años y trabajaba en una multinacional americana, un compañero de faena se destacó por ser un mentiroso compulsivo, tanto fue así que nuestro jefe le propuso que para quitarse la comidilla que se había montado en los pasillos de la empresa, lo mejor era que nos reuniésemos todos y, nos pidiera disculpas. Así se hizo, esa fue su última y mejor elaborada fake.
Poco después supimos que había regado que le teníamos ojillo y que lo único que buscábamos era que le despidieran de la compañía. Al final, no supe dónde se metió.