(08 de marzo del 2023. El Venezolano).- Hoy es 8M y me puse a pensar en el inicio, en el génesis —creo que este término es más que oportuno— del reclamo por la igualdad. O, más bien, en cómo nació la desigualdad entre hombres y mujeres. Decidí escarbar en las raíces. Y me acordé de Lilith.
Lilith es leyenda. Es misticismo. Es demonio. Es liberación. Y es, también, una figura reivindicada por los feminismos a la que le cabe el mote de haber sido la primera. La primera mujer. La primera feminista. La primera en decir: Hasta acá.
Conocí su historia en un espacio de educación híbrido entre lo formal y lo no formal judaíco, en mi adolescencia. No había vuelto a ella hasta ahora que me dispuse a investigar para traerla a este espacio. Para mi sorpresa, navegando entre sitios, textos y respuestas de una rabina y un rabino con quienes hablé, encontré que la leyenda de Lilith no es una sola ni pertenece solo a la cultura judía. Sino que es compartida por múltiples pueblos, que cada uno la cuenta diferente, hace diversas interpretaciones y le imprime a Lilith múltiples significados: desde el demonio más malvado que por las noches intenta matar niños y niñas pequeñas, hasta la primera mujer en rebelarse ante el intento de sometimiento del varón y en proclamar que su cuerpo su decisión, pasando por una figura astrológica que representa la luna negra del zodíaco: hay mucho.
Abarcarlo todo en este espacio, es imposible, por eso voy a contarte la historia que yo conocí de chica, que es la que me llevó a traerla en el marco de esta fecha y es, también, la más difundida entre las leyendas que circulan.
Según cuenta el primer capítulo del Genésis, la historia bíblica de la creación del mundo, la humanidad inicia así: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó”. Es decir que varón y mujer habrían sido creados al mismo tiempo, de la misma materia: tierra, arcilla o polvo, según las diferentes versiones. Pero en el capítulo dos, la creación de la mujer aparece contada nuevamente y de otra manera. Allí se narra que después de crear a Adán, Dios dijo algo como “No es bueno que el hombre esté solo”, creó a los animales y después, haciendo que Adán cayera en un sueño profundo, le extrajo una costilla de la que “hizo una mujer y la trajo al hombre”. Esa fue Eva. A la que, claro, también se culpa por haber hincado el diente en el fruto prohibido, lo que los expulsó del paraíso y condenó a la humanidad a miserias y penurias. Pero el punto es: ¿por qué se cuenta dos veces y de dos maneras diferentes la creación de la mujer?
La rabina Silvina Chemen me compartió un material que dice que los cabalistas —quienes estudian la cábala, una disciplina y corriente de pensamiento esotérico iniciada por un sector del judaísmo para interpretar el Antiguo Testamento (la Torá) de forma mística y alegórica— hicieron diversas lecturas para explicar la contradicción entre ambas versiones. Una de ellas, también difundida, sugería que en un primer momento Adán había sido creado como un ser andrógino, es decir, que poseía un cuerpo femenino y uno masculino, y que ambos estaban unidos por la espalda. Y que, luego, Dios lo dividió. Pero la interpretación que me interesa es la que indica que la primera mujer, creada en el mismo momento, del mismo material y, por ende, en igualdad de condiciones que Adán, fue Lilith. Sucede que, al parecer, Adán no comprendió esa igualdad.
Esta versión de la historia aparece en el Alfabeto de Ben Sirá, una compilación de comentarios y relecturas del Antiguo Testamento o, en hebreo, un midrash —”una suerte de interpretación alegórica, mitológica judía” del siglo X, puntualiza el rabino reformista Damián Karo—.
Karo (que brega por un “judaísmo libre, igualitario y diverso”) la narra así: “Ahí cuenta que Dios tomó de la tierra y creó a Lilith. Entonces Adán fue a acostarse con ella, a tener un vínculo sexual, y ella le dijo: ‘Yo no voy a ir abajo’. A lo que él le contestó: ‘Yo no voy a ir abajo porque yo pertenezco y me vinculo a lo superior, vos tenés que ir abajo porque te vinculás con lo inferior’”. Lilith no acordó un ápice con el argumento de su compañero y le devolvió una muy elocuente explicación: “Dado que los dos fuimos creados por igual, de la misma tierra, no hay motivo para que yo vaya abajo”. “Dice el midrash que los dos hablaban y no se entendían y no se escuchaban y cuando él quiso forzarla, ella simplemente invocó el nombre sagrado de Dios y desapareció”.
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