(13 de febrero del 2022. El Venezolano).- Tras décadas de recibir lecciones de guerra informativa de parte del presidente ruso, Vladimir Putin, ahora Estados Unidos intenta vencer al maestro en su propio juego. En las últimas semanas, el gobierno de Joe Biden dio detalles de los movimientos de las fuerzas de operaciones especiales rusas en la frontera con Ucrania, dejó al descubierto un plan de Rusia para fabricar un video con alguna atrocidad falsa para usarlo como pretexto para invadir, explicó los preparativos de Moscú para la guerra, advirtió que una invasión puede dejar un tendal de muertos y dejó trascender que los altos mandos militares rusos tienen sus dudas sobre Putin.
La Nación, reseñó que este último viernes, el asesor en seguridad nacional del presidente Biden, Jake Sullivan, dijo ante los periodistas de la Casa Blanca que Estados Unidos veía señales de escalada de parte de Rusia y que existían “perspectivas creíbles” de una acción militar inmediata. Otros funcionarios señalaron que el anuncio se hizo en base a nuevos datos de inteligencia que apuntan que la invasión puede empezar este mismo miércoles. Toda esa extraordinaria serie de revelaciones, que implicó hacer pública los datos no bien se recibían y evaluaban, representa una de las divulgaciones de información confidencial más contundentes realizadas por Estados Unidos desde la crisis de los misiles con Cuba, según señalan actuales y exfuncionarios norteamericanos.
Es una apuesta inusual, en parte porque Biden ha aclarado repetidas veces que no tiene intenciones de enviar tropas norteamericanas para defender a Ucrania. En efecto, el gobierno de Estados Unidos está alertando al mundo de una amenaza inminente, no para justificar una justificar una guerra, sino para impedirla. La esperanza es desbaratar los planes de Putin dejándolos expuestos, para demorar una invasión y ganar tiempo para la diplomacia, o incluso para darle a Putin la oportunidad de reconsiderar los costos políticos, económicos y humanos de una guerra.
Al mismo tiempo, los funcionarios de la administración de Biden dicen tener un objetivo más limitado y realista: impedir que Putin justifique una invasión con mentiras, socavar su imagen en el escenario internacional y sumar apoyo para una respuesta más dura.
Por presión de la Casa Blanca, las agencias de inteligencia desclasificaron la información, que fue comunicada al Congreso, compartida con la prensa y discutida por portavoces del Pentágono y del Departamento de Estado.
Pero las revelaciones de inteligencia tienen una historia complicada en Estados Unidos. Antes de la invasión a Irak, en 2003, el gobierno de Bush publicó información de inteligencia que según los funcionarios justificaba una acción preventiva, incluidas supuestas intercepciones de conversaciones militares iraquíes, fotos de laboratorios móviles de armas biológicas, y denuncias de que Bagdad estaba construyendo una flota de drones para lanzar un ataque químico contra Estados Unidos. Toda la información era errónea, provenía de fuentes falaces, malinterpretaba las acciones de Irak, y altos funcionarios accedieron a la información en crudo, sin procesar, y vieron lo que querían ver.
Pero la actual situación es muy diferente, dicen en la Casa Blanca. Las afirmaciones de Washington sobre la acumulación de tropas de Rusia fueron confirmadas por imágenes satelitales comerciales de alta calidad, antes no disponible. Los detalles de la campaña secreta de desinformación de Moscú coinciden con campañas anteriores del Kremlin en las redes sociales y han sido rastreados por investigadores independientes.
Pero la diferencia fundamental entre Irak en 2003 y Ucrania en 2022, señalan los funcionarios norteamericanos, “es que en Irak, la inteligencia se usó y desplegó desde este mismo micrófono para iniciar una guerra”, dijo Sullivan el viernes desde la Casa Blanca. “Nosotros estamos tratando de impedirla”.
La actual guerra de la información se desarrolla en una nueva era tecnológica que permite la viralización global de las teorías conspirativas. En paralelo, se ha seguido erosionando la confianza en los gobiernos, de ahí que muchos esfuerzos para adelantarse a las operaciones de desinformación rusas choquen con un profundo escepticismo en la sociedad norteamericana.
“Si el gobierno de Estados Unidos simplemente sale a denunciar algo, la opinión pública reclama de inmediato un video, una grabación, una evidencia física”, dijo Glenn S. Gerstell, exconsejero general de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos. “Es un camino irreversible, cuyo mayor peligro, por supuesto, es dejar expuestas a las fuentes de la información y los mecanismos para recabarla”.
Los peligros de exponer las fuentes de inteligencia y las técnicas de recolección son muy reales. El Kremlin podría bloquear sus comunicaciones justo antes de una posible invasión.
“Es una estrategia no carente de riesgos”, dice Beth Sanner, exfuncionaria de inteligencia que solía informar al presidente Donald Trump. “Si los rusos logran descubrir las fuentes, cambian la forma en que se comunican o simplemente empiezan a comunicarse menos, pueden dejarnos parcialmente a oscuras en el momento más complicado de la crisis, cuando más necesitamos la información de inteligencia.”