(11 de marzo del 2022. El Venezolano).- ¿Qué relación hay entre el tiempo y las arepas?
El vínculo parece forzado, pero no es así. Porque los últimos dos años detuvieron el tiempo para los más de 7.800 millones de habitantes del planeta. En algunos casos cambiando totalmente sus formas de vida, de pensar, de sentir. En este período de transiciones se encontraron abismos y precipicios, pero también algunos refugios emocionales, y uno de ellos fue la comida.
Alimentar a los seres queridos se transformó en un acto de amor y cariño, pero también de preservación de las raíces y las costumbres. Fue el cuidado de la propia historia. En el caso de las arepas parecen encarnar para los venezolanos ese espacio de defensa, cocinar sus platos típicos, genera una especie de confianza y seguridad muy necesaria en tiempos de incertidumbre. Por eso, contar con un producto como harina P.A.N. de reconocida calidad y trayectoria, es un respaldo importante para aquellos que deben ofrecer productos de gran sabor y desempeño estandarizado en cocina.
Es cierto, el origen de las arepas se disputa entre Colombia y Venezuela, pero hoy se considera que este alimento es de todos. Por eso ha fondeado profundamente en la cultura y la tradición de Venezuela, transformándose en una presencia constante en la vida de su pueblo. Un anclaje cultural importante, si se considera que hoy – según cifras de la ONU- hay más de 6 millones de venezolanos viviendo fuera de su patria. Para ellos ha sido un reto hacer que la arepa traspase fronteras y pueda llegar un reconocimiento global dentro de la oferta gastronómica global, tanto como lo son el taco, la pizza o la hamburguesa.
Estandarte de la hispanidad, desafiante de los cambios, las arepas traen historias. La harina P.A.N, es la base fundamental de esta preparación, es parte de esas historias. De las historias de todos. Así lo demuestra el testimonio de algunos venezolanos que se han lanzado en los Estados Unidos, al emprendimiento gastronómico, a la transformación, desafiando al tiempo y sus circunstancias. A la aventura de lo más maravilloso que pueda existir: alimentar a los demás.
Algo de picardía
Kathyana es movediza y muy alegre, como muchos venezolanos. Va de aquí para allá en el ajetreo típico de un mediodía de octubre en Brooklyn. Es la dueña de White Maize, un restaurante que no creó ella, pero que lo compró unos años atrás y que se transformó en un suceso gracias a eso que ella ama: la comida venezolana.
Nada que importe en la vida es sencillo, la evolución de White Maize no fue la excepción: “Al principio no fue tan fácil, porque el restaurante comenzó sin mí, las personas que lo tenían antes lo fundaron y luego no pudieron desarrollarlo. Yo les compré el restaurante a ellos, y decidí mejorar las ventas y la actividad comercial, ya que no estaba teniendo mucho éxito en la zona”. Y las ideas empezaron a funcionar. Incrementó el menú, para así atraer nuevos clientes. Y en poco tiempo, las personas empezaron a hacer fila para comprar.
¿Cuál fue el secreto? Claro que sí, las arepas. “El restaurante tiene muchos platillos y nuestro fuerte son las arepas. El venezolano puede comer arepas a la mañana, a la tarde y a la noche, pero en la zona en que estoy, hay pocos venezolanos viviendo, por eso fue un reto convencer a la gente para que las comiera”. Con algo de picardía, Kathyana agregó unos burritos al menú, y a todo el que le pedía un burrito, también le ofrecía una arepa. Si no le gustaba, podía devolverla. “Pero una vez que el americano prueba la arepa, no vuelve al burrito”, asegura sonriente. “La cultura gastronómica mexicana tiene muchos años de desarrollo en los Estados Unidos, y la venezolana recién ha empezado. Pero la gente en Norteamérica busca los alimentos gluten free, y con eso me he ganado al público local. Eso los atrae muchísimo”, continúa.
Una marca, una vida
Para Kathyana, las arepas fueron el ingrediente de éxito y transformación en su negocio. Pero hay un factor más. “Para nosotros la marca de harina precocida de maíz P.A.N. es importantísima, explica Kathyana. En nuestra familia se come desde que nací, por eso uno reconoce cuando una arepa está realizada con harina P.A.N. ¡Y hoy es la base de nuestro menú! vemos con alegría como el gusto por este producto se difunde entre los norteamericanos”, asegura Kathyana.
Además de las arepas, hacen las hallacas cuando llega la temporada navideña. “Para el venezolano es una tradición comerlas y hacerlas en ese tiempo. También hacemos cachapas, una masa que se realiza con maíz dulce”, explica. Sin dudas, tradición, alimentos y raíces se conjugan en este pequeño restaurante en donde el buen humor es una constante.
“El venezolano es muy apegado a sus tradiciones. Incluso en Venezuela, existen muchas marcas, pero ninguna es como la harina P.A.N., es como un símbolo muy grande. Después de la bandera de Venezuela, viene la harina P.A.N.”, concluye Kathyana.
La marca además de por su reconocida calidad, siempre ha sido emocional, de arraigo, de tradición, una parte de su tierra donde quiera que estén.
Emociones y arepas
Debe de haber pocos lugares más felices que Orlando, por su automática asociación al universo Disney. Un espacio de disfrute, familia, diversión en donde más de 75 millones de turistas al año pasaban sus vacaciones. Por supuesto, antes de la pandemia.
Este fue el lugar en donde Josmar Mendoza, otra venezolana migrante decidió reiniciar la historia familiar. Ella era periodista en ejercicio, pero el año 2017 decidió que había que cambiar y buscar nuevos rumbos para el bien de sus hijos. “Además de ser periodista, siempre se me dio muy bien la cocina, o al menos eso dice mi marido”, asegura risueña. “Por eso, luego de empezar a trabajar en algunos locales de comida, decidimos montar el food truck”.
Encontraron un espacio colorido (como todo en Orlando), llamado World Food Trucks. Son más de 50 food trucks que reciben a miles de turistas diariamente. “El nombre de nuestro comercio es el de mi hija menor, por eso lo bautizamos así, como Leti Arepas”, comenta Josmar, que además de Leti, tiene otros dos hijos. “En un buen día, llegamos a vender 100 arepas, lo cual es muchísimo”.
Como en el caso de muchos otros inmigrantes, el desafío de posicionar un producto nuevo en un mercado acostumbrado a otros sabores fue grande. Y cuando el negocio comenzaba a despegar, las vicisitudes del Covid-19 los obligaron a redoblar esfuerzos. “Con la pandemia estuvimos cerrados dos meses, sin embargo hemos tenido mucho apoyo para seguir trabajando”. Cuando regresaron al predio, Josmar y su familia lucharon para imponer el sabor tan particular de sus arepas. Y lo lograron. “Es muy lindo ver como los norteamericanos prueban las arepas que hacemos con harina P.A.N. y al día siguiente o a la semana vuelven con su familia. Es algo muy especial para nosotros”.
Algo más que un alimento
Cuando Josmar habla de las raíces, no lo puede evitar, se emociona. “Para nosotros harina P.A.N. ha sido un ejemplo de mucha valentía, de orgullo venezolano. Que esta empresa se mantenga en Venezuela, y que no hayan cerrado como a muchas les tocó, es algo que reconocemos y que es muy especial para nosotros”.
Está claro que no se trata sólo de comida. Según Merlín Gessen Pantín, presidente de la Asociación Venezolana de Neurogastronomía: “Cuando uno come un alimento que le pertenece, que habla de sus orígenes o de sus historias, este se transforma en un alimento necesario. Una especie de terapia. Tú quieres comer algo que te recuerde a casa”.
Así sigue la vida para Josmar y su familia. Esperando volver a la marca de cien de arepas diarias, cuando el turismo internacional termine de restituirse en ese lugar del planeta que para muchos significa felicidad, diversión y emoción.
Muchos, alrededor del mundo, han conseguido el éxito a la hora de emprender con una arepera o restaurante con oferta gastronómica basada en productos hechos con P.A.N., como empanadas, arepas, tamales, hallacas, bollitos, etc.
“Para nosotros es increíble que ahora podamos abrazar a la harina P.A.N., que la tengamos con nosotros. Para nosotros esta marca es muy importante. No es sólo un producto, es la experiencia de sentirte cerca de tu casa sin estar en tu casa”, declaró entre lágrimas. “Y algo más… nos parece hermoso el empaque nuevo”.
Un sueño de costa a costa
La vida de Ricardo Romero estuvo marcada por la gastronomía y las trufas. En New York, trabajó con los más exclusivos restaurantes de Manhattan, proveyéndoles de este producto. Así pudo interactuar con los chefs más exclusivos y refinados de la ciudad. Hasta que su perfil emprendedor pudo más, y comenzó su trayecto personal junto a Harina P.A.N. a principios del año 2007: fue cuando inauguró Arepas Café, el primer restaurante de arepas en la ciudad de Queens, ubicado a la mitad de cuadra de la 36 street, en el número 33-7 de esta calle.
Con el tiempo, toda la experiencia de Ricardo se capitaliza a través de su potencia como empresario gastronómico. Así, el negocio no paró de crecer y evolucionar y comenzó a abrir más locales para seguir transmitiendo la cultura venezolana en un estado tan multicultural. Así es como él define a Nueva York.
“Fue un desafío constante pero siempre me sustenté en la arepa y en la harina P.A.N. ya que este producto es mi ‘carta debajo de la manga’”, explica el empresario. “Porque los venezolanos sabemos reconocer el sabor de la harina P.A.N., y no nos contentamos con ninguna otra”, explica. “Tener el producto fue para mí una carta de triunfo”.
Si hay algo que inspira a este venezolano es la capacidad de soñar en grande. “Vengo estudiando la posibilidad de implementar un modelo ‘fast casual’ para las arepas”, se entusiasma. “Quiero ser el ‘chipotle’ de las arepas, y que los norteamericanos puedan conocerlas y saborearlas y van a ser cocinadas y prefabricadas con una máquina de última generación que las prepara para consumirlas con cualquier tipo de relleno que elija el cliente”.
Lo que día a día motiva a este venezolano emprendedor a seguir transmitiendo su voluntad y cultura latina es el feedback de sus clientes, algo que define como “una ola de cariño y aceptación inmensa”. “Para mí las arepas son el pan de cada día y las palabras que me vienen a la mente al pensar en el alimento y la marca son las de cada madre venezolana, que nos ha inculcado desde la crianza este pan tan valorado por Venezuela”.
100% Gocha
Jesús Moreno es un orgulloso representante de la Venezuela andina. Se nota a la distancia. Por eso en el año 2020 -en medio de la pandemia-, creó La Gocha de Orlando, emprendimiento que nació de una franquicia que Moreno representa en Florida.
“A nosotros los de los estados andinos, nos dicen los gochos”, explica Moreno, mientras enfoca su pantalla de celular mostrando con orgullo las instalaciones de esta arepera ubicada en 11220 South Orange Blossom Trail de Orlando, una zona de alto tránsito pero a la vez muy abierta y tranquila, como muchos barrios de esta ciudad.
Pequeño, pero muy colorido y alegre, el lugar profesa en sus letreros: «Somos el primer restaurante 100% Gocho de Orlando, llenos de nuestro sabor y todo nuestro amor Gochito». “El desafío más grande al iniciar, fue llegar a nuestra comunidad, y ser el primer restaurante de comida 100% gocha, o sea 100% andina. Antes, los restaurantes ofrecían el estilo gastronómico de Maracaibo, pero eso no es la comida venezolana que ofrecemos. Nosotros introdujimos la variante gocha andina y ese fue el reto principal”.
Cuenta que al principio asistían muchos latinos al restaurante, principalmente puertorriqueños y dominicanos. “El norteamericano anglo, entra de a uno o dos por día, pero se van acostumbrando y les resulta muy interesante nuestra comida basada en harina P.A.N. Esta semana un hombre le decía en inglés a su esposa: ”Son venezolanos pero otro tipo de venezolanos”. “No es la misma comida venezolana que normalmente se encuentra en los Estados Unidos”, insiste con gran interés por marcar la diferencia. Pero hay algo que comparte con todos los venezolanos del mundo: “harina P.A.N. está en nuestro ADN, nosotros desayunamos, almorzamos y cenamos con arepas, es parte de nuestra infancia, nuestra historia personal. El producto está en nuestro ADN desde que nacemos. Pueden ofrecernos 10 mil harinas más, pero nosotros lo llamamos harina P.A.N.”, asegura.
El negocio creció exponencialmente durante el último año, y ganó popularidad. Sobre una pared, el muro de recuerdos confirma la ascendente popularidad de esta arepera, con firmas estampadas e imágenes colgadas de la cantante venezolana Diveana, el animador Daniel Sarcos, Rafael “El Pollo” Brito o influencers como Nando de la Gente, y “por supuesto recibimos venezolanos que viven en otras ciudades de los Estados Unidos”, indica. “Nosotros hicimos un menú muy amplio, en donde invitamos a la gente a que desayune, almuerce y cene. Y en el 80% de los platos está la harina P.A.N.”, finaliza.
Al igual que en la leyenda del “hilo rojo”, todas estas historias y personas están destinadas a conectarse por un vínculo que trasciende el tiempo y el espacio. ¿Se trata de una harina, de un alimento? Claro que sí, pero también de mucho más: identidad, amistades, sabores, culturas y el deseo de estar en casa, aunque uno esté lejos de casa.