(03 de febrero del 2025. El Venezolano).- Desde hace meses, el «Tren de Aragua» ha sido presentado por ciertos sectores políticos y mediáticos como una amenaza inminente para la seguridad de Estados Unidos. Se ha convertido en el nuevo villano preferido de aquellos que buscan justificar medidas migratorias extremas, impulsadas por la administración de Donald Trump. Sin embargo, al analizar los datos reales, queda claro que esta narrativa es una manipulación destinada a fomentar el miedo y la desconfianza hacia la comunidad migrante, particularmente la venezolana.
Escrito por: Carlos Tablante
Si bien el «Tren de Aragua» es una organización delictiva con presencia en algunos países de Latinoamérica, su influencia en Estados Unidos ha sido destacada en forma exagerada. No existen pruebas concluyentes de que tenga una operación consolidada dentro del territorio estadounidense, y mucho menos que represente una amenaza mayor que los cárteles mexicanos, colombianos, brasileños o las propias redes criminales estadounidenses de tráfico de drogas y armas. De hecho, los datos indican que el tráfico de fentanilo, una de las mayores crisis de salud en el país, está dominado principalmente por ciudadanos estadounidenses, no por migrantes.
La administración Trump ha aprovechado la narrativa del «Tren de Aragua» para justificar la ampliación de centros de detención, incluyendo la posibilidad de utilizar Guantánamo y bases militares en lugares como Aurora, Colorado. Además, ha reducido los requisitos de detención permitiendo así la violación de derechos humanos fundamentales para persuadir a más autoridades locales a colaborar con el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) en el cumplimiento de la meta efectista y nefasta de expulsar mas de 11 millones de inmigrantes.
Un episodio reciente y muy preocupante, lo constituyó la redada en busca de inmigrantes realizada en Nueva York, dirigida personalmente por Kristi Noem, secretaria de Seguridad de EEUU, quien calificó a los inmigrantes de “basura”.
Estas medidas no solo criminalizan a los inmigrantes, sino que también refuerzan un discurso alarmista que ignora los beneficios económicos y sociales de la migración.
Uno de los aspectos más llamativos de esta retórica es la hipocresía de sus principales exponentes. Donald Trump, quien aboga por medidas drásticas contra los inmigrantes, está rodeado de figuras que alguna vez fueron migrantes “irregulares”. Su esposa, Melania Trump, ingresó a Estados Unidos bajo circunstancias cuestionables desde Eslovenia antes de obtener su estatus legal. Elon Musk, uno de sus colaboradores cercanos, llegó al país desde su natal Sudáfrica sin los documentos necesarios en sus inicios. Estos casos evidencian la contradicción en la narrativa que demoniza a los inmigrantes mientras se beneficia de su talento y contribución.
La diáspora venezolana en Estados Unidos, por ejemplo, está compuesta mayoritariamente por profesionales, trabajadores y familias que buscan aportar positivamente a la sociedad que los ha acogido. Entre las nuevas medidas de Trump, la eliminación del Estatus de Protección Temporal (TPS) establecido por Biden es un duro golpe para la comunidad venezolana que había obtenido ese beneficio luego de cumplir con todos los requisitos de ley.
Investigaciones del Instituto Cato – centro de estudios del liberalismo económico estadounidense – desmienten la relación significativa entre inmigración y delincuencia, y señalan, en cambio, el papel constructivo de los migrantes en las economías locales. Reducir esta diversidad a un estereotipo criminal es distorsionar una realidad mucho más compleja y humana.
A nivel global, el narcotráfico mueve entre 426 mil y 652 mil millones de dólares al año. En Estados Unidos, la crisis del fentanilo se ha convertido en un problema de salud pública sin precedentes, con proyecciones de hasta 1 millón 200 mil muertes por sobredosis en los próximos años. Sin embargo, los datos muestran que la mayoría de los condenados por tráfico de esta droga en los últimos años han sido ciudadanos estadounidenses, no inmigrantes. A pesar de ello, el discurso político sigue centrado en criminalizar a los migrantes, ignorando las verdaderas causas y soluciones para este grave problema de salud pública. En lugar de caer en la trampa del miedo, es necesario un análisis objetivo y basado en datos sobre la realidad de la migración y la seguridad en Estados Unidos.
Estados Unidos ha sido construido sobre la base del esfuerzo de inmigrantes. Demonizarlos por conveniencia política no solo es injusto, sino que también es perjudicial para la estabilidad y el progreso de la sociedad estadounidense.
Para citar a un referente histórico del partido republicano, recordamos estas palabras de Ronald Reagan en su discurso de despedida del 11 de enero de 1989: “Somos una nación joven por siempre, rebosante de energía y de nuevas ideas, siempre a la vanguardia, siempre liderando al mundo hacia la siguiente frontera. Esta cualidad es vital para nuestro futuro. Si alguna vez cerramos la puerta a los nuevos estadounidenses, pronto perderemos nuestro liderazgo en el mundo”.