(16 de Septiembre del 2019. El Venezolano).- Esa noche sentía mucha energía, se encontraba en Miami, en La Florida. Esa ciudad siempre le había acogido con un aplauso y una sonrisa. Poco antes de subir al escenario, Yordano tropezó con el borde de una de las escaleras y se golpeó levemente. Al día siguiente observó un hematoma oscuro, era muy grande para el pequeño golpe que lo había causado. Luego llegó la angustia, los hematomas fueron apareciendo por todo su cuerpo, sin más, era el síntoma, la señal maligna, una enfermedad se había apoderado de su organismo. Después de una semana de exámenes médicos realizados con premura, con esperas inquietantes, los especialistas hematólogos le comunicaron que padecía “el síndrome mielodisplásico”. Él la llamó simplemente “la puta enfermedad”, el ciudadano común la conoce como “cáncer de médula ósea”. Allí comenzó un viacrucis doloroso, angustiante, que lo llevó hasta la ciudad de Nueva York para ser trasplantado de médula por el hematólogo-oncólogo Sergio Giralt, un venezolano egresado de la UCV con muchos años de trabajo y estudios en Houston y en el Memorial Sloan Kettering en Manhattan. Ese talentoso galeno propició el milagro.
El postoperatorio de ese trasplante conlleva 100 días de reposo absoluto con aislamiento y asepsia total. Yordano le llegó a confesar a su esposa Yuri Bastidas: “Me siento como un monje”. Realmente estuvo en una soledad monacal donde la vida se detiene. Entre medicamentos y oraciones, vivió como en una cápsula separado del mundo, chequeando cada día los niveles en sangre, sobre todo las plaquetas, que no llegaban al nivel óptimo de 150.000 microlitros. Siempre estuvieron muy por debajo de 100.000 mcL. Y ese conteo era de vida o muerte.
Su sistema inmunológico estaba en cero, debieron colocarle todas las vacunas como a un bebé. Cuando se paró de la cama, debió aprender a caminar, a recordar cómo lo hacía antes, durante los 63 años de vida que había transitado. No podía estar junto a mascotas, ni a infantes, ni en multitudes, por los focos infecciosos y virales. Cualquier contagio podía ser mortal. Pero Yordano quería vivir, luchó por su vida. Recordó una frase que lo marcó, que reforzó su propósito de existir; la dijo su médico tratante, el Doctor Giralt: «No es luchar contra la muerte; es luchar por la vida«. Esa frase fue su bandera.
La primera vez que salió al espacio público, habían pasado cuatro meses desde la cirugía. Fue al teatro a ver una función de ópera, lloró de la emoción, estaba en este mundo oyendo música, seguía vivo. Lo acompañó su esposa Yuri, a quien él llama “Mi ángel”. Ellos están juntos desde 2006 y a raíz de este proceso, siguen más unidos, con muchos planes a futuro. Yordano que siempre estuvo rodeado de bellas mujeres, de amantes furtivas, de las admiradoras de su talento que lo seguían, consiguió a esta valiosa dama en el momento más decisivo para su vida, cuando se encontraba solo frente a la terrible enfermedad, en la encrucijada: vivir o morir. Ella supo ocupar un puesto importante al lado del trovador, lo apoyó en todo, con amor, con mucha fe en su recuperación.
A nuestro valioso cantautor lo bautizaron como Giordano Di Marzo Migani en la ciudad eterna, Roma. Allí nació el 27 de octubre de 1951. Llegó a Caracas, la ciudad que siente suya, a los 3 años de edad de la mano de sus padres Vicenzo y Silvana. Habla tres idiomas: español, italiano e inglés, en ese orden de importancia. En la furibunda década de los 60, ese adolescente ítalo venezolano escuchaba la música de Tito Rodríguez, The Beatles, Machito, Elvis Presley, Bob Dylan. Después vino el boom de la salsa, la bolerística latinoamericana, la eclosión de la Música Disco y la música que produjo el Motown Records en Detroit. Ese coctel sonoro se hizo urdimbre en la creatividad de Yordano y floreció en sus canciones.
Su música tiene claras reminiscencias de las primeras rocolas (Ola de Rock), con acordes de canciones de los 60 que se hicieron universales. Tiene la clave de la trova caribeña. Él es un poeta que no busca las grandes metáforas, sino las pequeñas escenas, las que se reflejan en las pupilas de los noctámbulos. No es un virtuoso de la guitarra, simplemente se acompaña para cantar, marca los acordes precisos. Los suyos son acordes minimalistas, pero de ellos nacen las canciones, sus bellas canciones.
Egresó de la Universidad Central de Venezuela como arquitecto en la década de los 70. Ese grado académico confirma que Yordano Di Marzo es un hombre del arte y de la ciencia. De la música, que son números que se hacen sonidos. Y de la arquitectura, que son cálculos que se hacen habitáculos, espacios para la vida. En esas dos áreas tan complejas del quehacer humano, se enmarca su vocación de vida del cantautor Di Marzo.
Su primer álbum fue “Negocios son negocios” de 1982. Luego salió el exitoso “Manantial de Corazón” en 1984, le siguieron temas como “Perla Negra” de 1986, “Por estas calles” de 1992, “Días de junio” y 14 álbumes más. Hizo importantes versiones de clásicos como: “En un beso la vida”, el célebre tango de Carlos Di Sarli y Roberto Rufino, que el cubano Orlando Contreras llevó al tiempo de bolero-son:
“Besándome en la boca me dijiste sólo la muerte podrá alejarnos, y fue tan hondo el beso que me diste que a tu cariño me encadenó.”
Yordano se convirtió en un cantautor respetado y querido en toda América Latina, especialmente en Colombia, Puerto Rico, Miami, República Dominicana, Panamá y en su amada Venezuela, patria que recorrió completa en varias giras. En su patrimonio composicional tiene unas 400 obras registradas internacionalmente.
A los 62 años de edad, tuvo que pasar una prueba muy dura, no la habitual prueba de sonido que realiza antes de cada concierto, sino una prueba de vida. Los gastos médicos fueron cuantiosos, poco a poco fueron vaciándose sus alforjas. Llegó a acumular una deuda de 100 mil dólares y continuaban los gastos. Fue cuando surgió la solidaridad de sus compañeros de la música, se unieron para un concierto en su solidaridad, él lo vio desde su cama de convaleciente a través de las redes sociales. También produjeron un álbum titulado “El tren de los recuerdos” en 2016. En ese hermoso trabajo participaron los colombianos Andrés Cepeda, Carlos Vives y Santiago Cruz. El cantautor peruano Gianmarco, sus compatriotas venezolanos San Luis, Guaco, Amigos Invisibles, Franco de Vita, Servando, Florentino, y Montaner. Y una mujer, la puertorriqueña Kany García que hizo una excelente recreación del tema “Madera fina”. Fue un éxito rotundo, lograron recaudar el dinero para continuar con el tratamiento riguroso y la futura medicación, que es imprescindible. El tema “Perla negra” lo grabó magistralmente el trovador Andrés Cepeda, lo hicieron en tiempo de reggae. Es sin duda, la mejor versión de ese álbum:
“Noche de luna llena, la hora es la del puñal como ladrones de sombras entramos buscando que una fantasía se haga realidad”.
En 2016 tuvo la primera entrevista en televisión, admitió en pantalla que estaba regresando a la vida. Relató que lo más difícil había sido retomar sus rutinas, ahora dedica más tiempo a componer y a meditar. Recuerda con terror los períodos de alucinaciones, las pesadillas vivas, los momentos en los que deliraba sin saber en cuál mundo estaba. Por períodos breves, no tuvo energía ni para tocar su guitarra. Postrado en su cama, llegó hasta dudar de la existencia de Dios.
En 2018 tuvo una fractura de fémur, lo que complicó de nuevo su frágil salud. Debido a la pérdida de masa muscular y a la poca movilidad, tuvo una caída peligrosa. Pero ya superó ese percance. Según él mismo lo admite, desde el trasplante a 2018 perdió 30 kilos de peso. Ahora está en franca recuperación de su contextura habitual. De la fractura de fémur fue tratado en el hospital Mount Sinai en el condado de Queens, donde reside en un pequeño apartamento, rodeado de sus sombreros, sus guitarras y de sus libretas de autor, un cazador de palabras.
El trovador Di Marzo sigue por las calles del mundo, se apresta a celebrar un nuevo cumpleaños, va rumbo a los 70. En algunas entrevistas que le hemos visto, los presentadores los llaman “maestro”, y sin duda lo es. Es un maestro por su edad, es un maestro de la composición, es un maestro cantor, y es un maestro en la lucha por la vida, porque a pesar de las adversidades y asperezas, logró vivir, tuvo otro nacimiento.
Se anuncian conciertos de Yordano en los Estados Unidos y en Canadá. En las plataformas digitales están anunciando sus nuevas composiciones. Tal como lo informó ante las cámaras entre lágrimas, lo que conmovió a mucha gente: “Quiero seguir adelante, yo solo quiero seguir”. Y lo está logrando, junto a su esposa Yuri que le ha dado la mayor muestra de lealtad, de entrega, de amor pleno. Ella es su actual mánager. Hace poco celebraron en la intimidad familiar, que su nieta cumplió seis años de edad.
Larga vida para este gladiador romano-caraqueño, ahora con médula nueva y el corazón reforzado por las duras batallas. Es Yordano, el milagro.