(12 de septiembre de 2019. El Venezolano).- Es un viejo adagio en materia de supervisión bancaria: la mayoría de los vicios observados en una crisis financiera surgen en el ciclo expansivo y luego explotan con la crisis. El caso de la recientes intervenciones del Banco del Orinoco NV de Curazao y el Allbank de Panamá parecieran poner en evidencia una historia recurrente.
Los vicios que hoy apenas emergen, se originaron en un proceso de expansión que por una parte no contó con la gerencia adecuada y tampoco fue supervisado de manera oportuna para atajar el colapso.
A finales de del 2007, en la cúspide del boom de ingresos petroleros más cuantiosa que ha tenido la economía venezolana, el negocio bancario venezolano lucia esplendoroso. La crisis financiera que había arrasado con el sistema financiero venezolanos a mediados de la década de los 90s, era a ese momento un recuerdo lejano.
En 2009, Chávez compró el Banco de Venezuela por 1.050 millones de dólares, frustrando de ese modo la aspiración que Víctor Vargas, presidente del BOD, tenía de adquirir el banco a Emilio Botín, para lo cual ya había entregado 150 millones de dólares que luego perdió en los tribunales españoles.
Aun a pesar del colapso financiero mundial de 2008, el negocio bancario venezolano todavía parecía robusto. Para esa fecha los activos del sistema financiero para la fecha alcanzaban unos 60 mil millones de dólares y el negocio había recuperado el esplendor de una economía que había recuperado sus niveles de monetización.
Sueños de grandeza aparecían remozados y los nuevos banqueros, algunos sobrevivientes del terremoto del la crisis financiera de los noventa, iniciaban una nueva era de internacionalización.
Ganancias fabulosas, soportadas en el diferencial cambiario, alimentaban esa estrategia de expansión.
La competencia no solo era por quien poseía el jet con mayor autonomía de vuelo, también quien tenia mas roce en los círculos financieros internacionales. Nuevos y poderosos banqueros, muy afortunados beneficiarios del discrecional acceso a dólares preferenciales, iniciaron una desenfrenada carrera por expandir sus negocios. Al final el mismo negocio cambiario necesitaba vehículos propios. Una estructura que procesara asuntos tales como las emisiones Bs/$ o las tramitación de importaciones.
El grupo BOD, que había pasado de ser un pequeño banco regional a uno de los grandes jugadores del sistema, luego de la adquisición de Corpbanca, el cual ya contenía Banco del Orinoco NV, fue uno de los que inicia un proceso de expansión, que como dice el adagio, es un ejemplo muy vistoso de ese ciclo de sueños de grandeza que a menudo concluye en un final trágico.
Ciertamente hay que colocar la historia en el contexto de un entorno macroeconómico que ha golpeado severamente el negocio financiero.
Si la economía venezolana ha perdido, entre 2007 y 2019, cerca de un 2/3 de su tamaño, lo que ha sucedido con la banca es aun mas impresionante.
Los activos del sistema financiero son hoy menos de un décimo de lo que eran en el pico del boom petrolero. El patrimonio actual de la banca es menos de 15% de lo que Chávez pago al Banco Santander por la adquisición del Banco de Venezuela.
Con la hiperinflación el negocio financiero se erosiona como ningún otro, al final la materia prima del negocio es la moneda.
Sin embargo, hay otros jugadores que aun, con todas las dificultades, sobreviven en el negocio no solo adentro, sino también en la gestión de sus negocios internacionales.
Instituciones, como Banesco y Mercantil, para citar dos ejemplos, que ese encargaron de gestionar sus negocios, separando la estructura local de la internacional, gestionando de forma adecuada su portafolio de activos y sometidos a autoridades regulatorias de primer nivel, mantienen relativamente intactos sus estructuras internacionales.
Lamentablemente, otros que nunca hicieron esa diferenciación y que quizás disfrutaron de marcos regulatorios mas laxos, no corrieron con la misma suerte. En efecto, muchos de los problemas surgen de esa yuxtaposición del negocio local y el internacional.
El tipo de negocios que se originaba en el diferencial cambiario, permitía ofrecer altos rendimiento en dólares que a su vez alimentaban los depósitos en dólares de sus bancos offshores. Con el festín de las emisiones Bs/$, entre Pdvsa y la República entre 2007 y 2014, de cerca de 100 mil millones de dólares, vendidos en el mercado local en Bs, un porcentaje significativo de esas emisiones fue el combustible esencial de la expansión internacional.
Los mismos bancos que fueron los grandes jugadores del las emisiones de deuda, tenían en ellas el trampolín necesarios para montar sus estructuras offshore.
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