(11 de abril de 2019. El Venezolano).- A pocos kilómetros de la Quinta San Pedro Alejandrino en Santa Marta conocí a María, una joven venezolana, madre de tres hijos, que se vio forzada a huir de su país hace más de seis meses. María no llegó a este lugar histórico para conocer la casa donde mu-rió su libertador Simón Bolívar en 1830. Muy por el contrario, su desplazamiento forzoso la condujo a este sitio icónico para Venezuela, a vender dulces con el propósito de poder alimentar a sus hijos.
La historia de María, es la historia de miles de venezolanos en Colombia y en el resto del continente. María tuvo que dejar atrás a su familia, su negocio de perros calientes, su carro, sus sueños y su vivienda en La Guaira que le había otorgado el gobierno de Hugo Chávez después de la tragedia de Vargas. Viajó a Maracaibo con sus hijos de 3, 6 y 9 años de edad para desde allí tomar un carro que la llevara por trocha a Maicao. “Estaba muy asustada, iba sola con mis hijos y un primo de mi esposo. Viajamos de noche porque de día es mucho más difícil cruzar por trocha”, me comentó. Al preguntarle por su viaje me comentó “Yo le dije al chamo que nos cruzó, que no tenía dinero para pagar todas las vacunas. Ahí los Guajiros están cobrando mucho dinero para dejar pasar a los venezolanos.”
Mientras narraba esta experiencia traumática para ella y sus hijos, María comenzó a llorar, pero insistió en contarme su trayectoria. “En la madrugada llegamos a Maicao, hacía mucho frío. El carro nos dejó en la ter-minal. Y ahí tuve que acostar a mis hijos en el piso, entre aguas negras y tierra, solamente había un pequeño borde de cemento. Había cientos de venezolanos tirados en el piso durmiendo. Nunca había visto algo así, estaba muy asustada. En la mañana mi esposo me depositó dinero y tomé un autobús hacia la costa.”
Los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que prometieron acabar con la pobreza y la desigualdad en Venezuela, hoy son responsables de esta tragedia humana, dentro y fuera del país. A través del desmantelamiento de las instituciones del Estado, la corrupción, la cooptación de varios partidos políticos, el control de los medios de comunicación, la persecución de todo aquel que piense distinto y la destrucción del aparato económico, entre otros, han expulsado a millones de venezolanos de su tierra, creando de esta manera una crisis migratoria inédita en todo el continente.
El trabajo de campo que hice en la costa colombiana revela que la crisis humanitaria está migrando con los venezolanos. La población desplazada llega desgastada, en muchísimos casos en situación de desnutrición o con enfermedades agudas. Esta situación de vulnerabilidad se mantiene en Colombia, donde una parte importante de los desplazados viven hacinados, sin acceso a servicios públicos y en condiciones de higiene muy precarias, provocando a su vez el surgimiento de enfermedades y epidemias que se habían erradicado. Por ejemplo, muchas familias están padeciendo de infecciones dermatológicas por la falta de aseo, agravadas por el calor de la costa caribeña, a la que algunos de ellos no estaban acostumbrados. Hay que destacar que aunque las autoridades nacionales y locales, la sociedad civil o las universidades a través de sus clínicas jurídicas empren-den esfuerzos colosales con limitados recursos para atender la crisis migratoria, miles de venezolanos desplazados continúan en situación de alta vulnerabilidad.
María
No es fácil entender esta crisis migratoria porque tiene muchas dimensiones y cambia de acuerdo a la ciudad o pueblo en el cual se encuentran los venezolanos desplazados. Sin embargo, hay algunos rasgos en común. La ansiedad y la desinformación al llegar a un país extraño está afectando a gran parte de esta población en su vida cotidiana. Pero una angustia central es su condición migratoria. El hecho de tener, o no, un permiso puede cambiar la vida del desplazado venezolano. Y si bien es cierto que Colombia realiza esfuerzos para incorporar a miles de venezolanos al aparato estatal, este éxodo sobrepasa las capacidades de un Estado que no estaba pre-parado para este fenómeno. A pesar del limbo jurídico y la problemática que esto trae consigo, cientos de miles de venezolanos prefieren vivir en situación irregular en Colombia que continuar sufriendo en su propio país. “En Venezuela varias veces acosté a mis hijos sin comer, aquí en Colombia si los puedo alimentar. Aquí sí consigo pan o plátano para darles de cenar” me comentó María.
Si bien es cierto que muchos desplazados pueden conseguir alimentos en Colombia, su condición de irregularidad está creando problemas estructurales para el país vecino y, por encima de todo, está afectando la dignidad humana de gran parte de la población venezolana en el exilio. Hombres, mujeres, niñas y niños en situación migratoria irregular se ven forzados a asumir cualquier tipo de trabajo que puedan encontrar para subsistir, incluyendo el trabajo sexual o el reclutamiento por redes irregulares, por ejemplo, para el cultivo de coca.
En Cartagena o en Barranquilla presencié como algunas plazas o calles muy concurridas se llenan de mujeres, y en muchos casos, de adolescentes venezolanas que ofrecen su cuerpo a partir de 8 $, y en algunos casos hasta menos. Muchas madres se ven en la necesidad de pedir limosna en las calles junto a sus hijos menores de edad. Es-tas madres, al igual que sus hijos, están expuestas a la violencia y la inseguridad o inclusive a la trata de personas. Conversan-do con personal de la Secretaría del Interior de Alcaldía de Cartagena y periodistas que cubren la crisis venezolana en Colombia en esa ciudad, me enteré que mu-chas madres alquilan a sus bebés a otras familias sin hijos para generar algún ingreso. Además, se comentaba que presuntamente a los niños en muchos casos les proporcionan alguna substancia para que duerman mientras los padres piden dinero en semáforos y esquinas. Esto es una pequeña muestra del sufrimiento de los venezolanos desplazados de su país.
Cuando le pregunté a María si regresaría a Venezuela después de un cambio político me contestó que “no sabía” y que “cree que se quedará en Colombia porque está intentando construir algo”. Quizás miles de familias, así como la de María decidirán que-darse en Colombia, con, o sin, permiso de permanencia. Y más allá de intentar aliviar la crisis humanitaria que padecen miles de familias en Colombia, el país vecino tendrá que generar políticas públicas o incluso nuevas leyes migratorias para que esta nueva población pueda incorporarse a la sociedad. Es indispensable para Colombia generar una agenda a largo plazo para evitar conflictos sociales, inseguridad, el crecimiento de bandas que se lucren de la situación de vulnerabilidad de los venezolanos, pero sobre todo para incorporar a los nuevos ciudadanos que llegaron para quedarse. Así mismo, es imprescindible y urgente que un nuevo gobierno postransición, trabaje de la mano con Colombia para mejorar el acogimiento de aquellas familias que decidan quedarse en el vecino país
.… de largo plazo
Por otro lado, un nuevo gobierno tendrá que desarrollar y ofrecer un plan especial para los venezolanos y venezolanas que quieran regresar a Venezuela. La incorporación de los migrantes y de los desplazados será vital para el desarrollo de la nación. Esta crisis migratoria es la más trágica y numerosa que el continente haya experimentado, y por lo tanto exige urgentes y prioritarias políticas, así como estrategias de largo plazo. ¿Qué tipo de ayuda recibirán las familias que han sido víctima de trata, violencia o abuso sexual? ¿Cómo se incorporarán los niños, niñas o adolescentes sin educación formal? ¿Cómo se podrán incorporar a los venezolanos desplazados al mercado laboral? ¿Los venezolanos en el exterior podrán contar con alguna representación formal, por ejemplo, una diputación en la Asamblea Nacional?
Las historias de María y Simón Bolívar son muy distintas, pero coinciden en algo: una situación política los forzó a abandonar su país. Confiemos en que los que hoy usurpan el Palacio de Miraflores permitan la transición que tanto necesita Venezuela para que nunca más un venezolano o venezolana tenga que renunciar a su país en contra de su voluntad.
Por: Maryhen Jiménez Morales.
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