(13 de diciembre del 2024. El Venezolano).- Todo envuelto en un marco de insufrible sonoridad. Tres existencias intentando convencer al mundo de que sus vicisitudes son dos cosas inalterables: el pan nuestro de cada día y el contundente afán de que donde hay vida, hay que inocular confianza y esa incalculable dosis de voluntad, que cuando se expresa, no hay fuerza que pueda alterar la decisión de un hombre convencido. No es la lucha por sobrevivir; es la lucha por ser decente. Y la música expresa esa condición cuando resuena en el alma del ser que añora su propia libertad.
Por Ramón Navarro
Marianela Maldonado -nació en Valencia, estado Carabobo, y reside en California- es directora de cine, guionista, le gusta la actuación, el periodismo, y afines. En esos afines hay, desde luego, un profundo interés por llamar las cosas por su nombre y comunicar bien lo que a otros se les dificultad. No ha sido un destello casual que en el 2006 haya alcanzado el Oscar al mejor cortometraje animado, como coguionista, en Pedro y el lobo. Así, sin aspavientos. Y ahora exhibe un documental que trasciende el lenguaje de la propaganda hacia uno de los productos más viciados de la democracia y la dictadura; el sistema nacional de orquestas.
Se trata de Niños de Las Brisas (2022), quemante realidad visual que dirigió Maldonado, bajo la producción de Luisa de La Villa, y que ha sido foco de interés de no pocos países y festivales internacionales que reclaman su presencia. La crítica ha sido consecuente con su poderosa mirada, que coloca a los tres protagonistas como un coro griego, que hurga en la conciencia del espectador para que comprenda el fin último de sus actos, y el fervoroso y definitorio matiz de las circunstancias sociales, que arremeten con inevitable impunidad.
-En principio, coméntanos ¿cómo fue tu formación como cineasta?
Desde pequeña, siempre estuve interesada en contar historias. Amaba la literatura y estuve en varios talleres literarios, con Laura Antillano, Eduardo Liendo, entre otros. Fue maravilloso la lectura. Quería escribir y ser periodista. En la Universidad Católica Andrés Bello, me encontré con un grupo de amigos que hacia cine y me puse a trabajar con ellos. Mi vida cambió para siempre. Estuvimos haciendo una película, que no terminamos. Luego me fui a Inglaterra a estudiar inglés, y de allí fui a una escuela nacional de cine y televisión. Estuve allí tres años, para ser guionista y luego, curso de dirección. Fue una historia maravillosa. Hice varios cortometrajes de ficción, que estuvieron en el Festival de Cannes. He estado enfocada esencialmente en la ficción. Estuve también como guionista en Pedro y el lobo (2006) que se ganó el Oscar. Siempre digo que Venezuela me transformó en documentalista, porque cuando fui allá, estaba escribiendo unos guiones, pero al ver lo que ocurría, que era tan fuerte, me pareció que el documental era la mejor herramienta.
-¿Has podido hacer cine en Venezuela, aparte del documental?
Sí, por supuesto. A pesar de haber estado en Inglaterra durante 14 años, me dedique a la ficción y a la historia para niños, muy seducida por el relato fantástico.
-Niños de las Brisas. Un documental excepcional. Desmitificador. ¿Cómo se crea el planteamiento original?
Había trabajado ya en varios proyectos que involucraba a la música académica, el proyecto Chopin, con 27 cortos, y quería continuar. Luego salió el gran movimiento de música académica en Venezuela y empecé a investigar. Hablé con el maestro Abreu, quien me abrió las puertas, pero no encontraba nada emocionante. Ya los músicos tenían su historia hecha. Es en Valencia, mi ciudad natal, donde me encuentro con los Niños de las Brisas, y los encontré porque un primo trabajaba en la Orquesta. Y me dice que tenía que ver lo que estaba pasando. Las vidas de esos chicos transformadas por la música, al mismo tiempo que estaba en un contexto adverso, de tanta violencia y dificultades. Todo eso me conmovió. ¿Cómo surge el proyecto? Tener a estos chicos emocionados, ilusionados por la música y salir de la pobreza, a través de la música, y en un contexto muy desafiante.
-¿Cuáles fueron las dificultades que hallaste en la cadena de producción del documental?
Mira, este documental es un milagro. Fue muy difícil levantar los recursos, y estuve prácticamente cuatro años sin contar con recursos, y los dos primeros años, era una camarita, una abuela me sostenía el micrófono mientras hacíamos las entrevistas o filmaba. Luego se incorporó la productora, Luisa de la Villa, mi esposo, que ha sido editor, director de postproducción y otras cosas. Empezamos a trabajar de manera más metódica, a enviar aplicaciones a diferentes organizaciones. Recibimos apoyo del Centro Nacional de Cinematografía y del Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam, que responde a cineastas en países en desarrollo, y empezamos a filmar de manera organizada. Ha sido un trabajo de a poquito. En 2017, cuando no teníamos recursos para filmar hicimos un “crowdfunding”, cuando estallaron las protestas. Amigos y familiares donaron para que pudiéramos filmar las protestas. Obtuvimos el apoyo de Francia TV, de Public Broadcasting Service (PBS), televisora pública de EE.UU.
-Cuáles son las razones que te obligaron a filmar durante 10 años.
Primero, hay un estilo del cual quería enfocarme, que se llama verité (cine de realidad) narración íntima, centrada en las experiencias de los personajes. No hay intervención de expertos, hablando. La idea es que el espectador conecte directamente con las emociones, las realidades de los personajes. Para eso, se necesita tiempo. Qué exista confianza mutua. Sabía que me iba a tomar cuatro, o cinco años. Ese era mi cálculo. Quería seguir a estos chicos y ver cómo la música cambiaba sus vidas en un contexto tan difícil. Pasaron muchas cosas, y la realidad venezolana se fue complicando. Había cosas preciosas del primer año que tuvimos que sacar. La realidad les exigía a ellos otra cosa más importante que alcanzar el sueño; la supervivencia. Me obligue a filmar eso. La realidad irrumpe en la vida de los chicos.
-¿Conocías el Sistema de Orquestas o fuiste armando la historia sobre la base de testimonios de gente cercana?
Conocía la historia del Sistema porque soy venezolana, lo he visto, conocí a Abreu y admiraba al Sistema. Es excepcional y cumplirá 50 años. Ya sabes lo difícil que es mantener cualquier organización por 50 años en Latinoamérica. Claro, no conocía al Sistema por dentro.
-La tríada Edixon, Dissandra y Wuilly no se rinden en sus intentos por alcanzar un mejor porvenir. ¿Revelan ellos una conducta que representa a miles de jóvenes que fueron víctimas del populismo musical del Sistema?
Sí representan a muchos chicos. Hay algo del Sistema muy interesante: los muchachos no se rinden. Hay un camino establecido con los talleres, las clases individuales y grupales. Tener una estructura para jóvenes en una sociedad resquebrajada, donde, a veces, no hay ni siquiera hay una escuela pública que funcione los 5 días a la semana. En mi generación tú te formabas en el Sistema, pero también accedías a otro tipo de educación. El Sistema no está aislado. Está afectado por toda la situación. La música se convierte en un todo, y cuando tienes un millón de niños tocando, con tres orquestas profesionales, con 600 puestos, obviamente quedarán muchos chicos afuera. Sí, un populismo musical, pero creo que de alguna manera influenciado por el gobierno.
-Como cineasta, ¿qué aprendiste de esa pugna entre lo ideal y lo real en lo sueños de estos tres jóvenes?
Esta historia es compleja porque la realidad es compleja. Con los mismos profesores del sistema, con la gente que estaba filmando, con las familias, conversábamos sobre lo ideal y lo real. Muchas veces preguntábamos cuál es el sentido de tener estos violines que cuestan dos mil dólares, esta infraestructura, cuando sabemos que hay niños que venían a las clases y no tenían qué comer. Tantas necesidades tan básicas que no están siendo atendidas. ¿Cómo podemos lidiar con esto? Al mismo tiempo, la música les dio una esperanza a estos chicos. Hay sueños que no se llevaron a cabo, pero, lo importante es que, en medio de la debacle social y política, de la oscuridad, la música siempre estuvo allí para sostenerlos.
-Lo bueno, lo malo y lo feo del Sistema. ¿Buscabas sus defectos o los tres personajes hicieron que esos defectos emergieran con naturalidad?
Jamás este documental fue hecho para criticar, o hablar mal de alguien. Fue hecho desde el amor, desde la honestidad, desde el deseo y compromiso de retratar la historia humana, lo que significa crecer en este momento tan convulsos en Venezuela. Sin embargo, se convierte en el retrato de una generación, donde estos tres destinos representan los destinos de muchos jóvenes; o te enfrentas al régimen y terminan de matarte, o aceptas que el régimen ha tomado el país e intentas sobrevivir, o te vas a otro país a buscar una vida más digna. Vi muchas cosas en el Sistema que no era mi intención criticarlas sino más bien hablar sobre lo que plantea la realidad.
-Del poder del dinero al poder de la música, del “tocar y cobrar” al “tocar y llorar” ¿Qué tipo de enseñanza sacas de este proyecto?
Para mi vida personal, muchas cosas, una de ellas, la paciencia. Entender que, para contar una historia como esta, hay que tener paciencia para observar y entender los procesos. Aprendí mucho de estos padres, madres y abuelas; protegían a sus chicos. Desde el punto de vista del documentalista aprendí que, al venir de la ficción, tienes que dar parte de la realidad y buscar la belleza de esa realidad. No es llegar a una habitación y ver dónde sientas a tu personaje. Ahora llevo esa realidad a la ficción.
-Las circunstancias sociales y la familia. Dos aspectos que presionan y producen alteraciones en las decisiones de los personajes.
La historia va de tener un sueño hasta tener que sobrevivir. Tu mamá no tiene trabajo, y todo está sobre tus hombros. El contexto sí afecta y eso está vinculado a la familia. El momento donde un familiar dice: “Basta con la música. Ponte a hace algo serio”. Pero, qué ocurre, que esa cosa seria tampoco existe.
-Abreu siempre decía: “La inmensa riqueza espiritual que engendra la música en sí misma termina por vencer la pobreza material”. ¿Qué opinas de esta premisa?
El sistema surgió en democracia, y no es una isla. La música siempre va a combatir la pobreza espiritual y esa es la más importante. En estas circunstancias es difícil hablar de esa frase.
-¿Qué expectativas de logros tienes con el documental?
Buscamos la nominación a los Goya. Estoy satisfecha con todo lo que hemos logrado. Ha estado en varios festivales, se ha ganado varios premios. Estuvo en la televisión en EE.UU. durante tres meses, en la televisora francesa. Ha estado en universidades en EE.UU. como objeto de estudio. Lo que más me gustaría es que la gente la vea, y los premios ayudan a visibilizar el documental.
-¿Se ha visto en Venezuela?
Sí. Fue un esfuerzo sobrehumano. Estuvimos cinco semanas, con cincuenta proyecciones alternativas, gratuitas.