(16 de julio del 2021. El Venezolano).- De regreso a La Habana para tomar el avión hacia Caracas, atravieso la campiña cubana en un taxi que comparto con Patrik Kelly, un empresario mexicoamericano con pinta de cowboy, pero con más cuentos que Las Mil y una Noches.
Salimos de los Cayos del Rey, espectacular sede de la Feria de Turismo de Cuba en 2015, donde él presentó su oferta de reserva en línea para hotelería de la isla y yo fui como periodista para cubrir el evento y hacer un trabajo sobre el tema de moda: la apertura económica de Cuba.
Patrik resulta multifacético. No solo se dedica al negocio del turismo, sino que maneja como un profesional de las pistas según me relata. Pero su verdadera pasión es la ganadería. Y no puede dejar de burlarse de las vaquitas cubanas que vemos en el camino. “Son reflacas, parecen perras”, me dice riendo.
La agricultura y la ganadería también están en la agenda de la apertura económica y Patrik no oculta su interés. “Si me plantean un buen negocio, estoy dispuesto a invertir. Aquí hay de todo, buena tierra, buen clima, buenos animales y buena melaza. No les falta nada”.
Claro todo menos voluntad política y por eso las vacas cubanas no engordan. Pero para ese entonces las cosas parecían haber cambiado. El gobierno cubano finalmente había apostado por una reforma económica que liberara las fuerzas productivas y las confiriera el milagro que habían logrado China y Vietnam. Economías prósperas sin cambios políticos.
En noviembre del 2015 la esperada reforma económica, anunciada desde 2006 por Raúl Castro cuando Fidel empezó su despedida, parecía haber llegado finalmente. Y el nuevo clima político entre Washington y La Habana era el colofón.
Sin embargo, la realidad fue que tras un brevísimo repunte que incluyó la visita de las más importantes visitas de cruceros a Cuba y un turismo en ascenso, llegó Trump y mando a parar. Sanciones y bloqueo más estricto fue la nueva política de la Casa Blanca, que luego de casi seis meses no se han modificado con Biden.
La verdad es que los cambios en lo económico se hicieron poco y tarde. Lo que se inició en los años noventa nunca contempló una verdadera apertura hacia adentro y al final perdieron un tiempo irrecuperable, cuando se les atravesó Hugo Chávez y les permitió poner pausa mientras se llenaban de petróleo y comisiones.
Primero fue el suministro confiable de más de 50 mil barriles diarios de petróleo a la isla, a cambio de pago por servicios de atención médica en sectores populares. El recordado “Barrio Adentro”, que ya es asunto del pasado, pero que ciertamente fue un programa real y que llego a la gente.
Luego, a partir del 2006 la cosa cambió. Se inició una etapa donde Cuba se convirtió en el intermediario de la adquisición de bienes y servicios destinados a Venezuela, pero que se triangulaban con la isla. Medicamentos, tecnologías para la emisión de documentos de identidad, plantas de energía y alimentos. Todo pasaba por Cuba primero.
Y la corrupción siempre presente. En 2006 más de 100 mil toneladas de alimentos se pudrieron en almacenes sin refrigerar, importados con el dinero de los venezolanos. Fue el escándalo de Pudreval, que no tuvo ninguna consecuencia legal y que fue producto de una compra irresponsable a conciencia de que no había capacidad para resguardar esa mercancía perecible.
La responsable de esa operación fue Bárbara Castillo Cuesta, quien estuvo al frente del Ministerio de Comercio de Cuba hasta el año 2006, cuando fue designada Secretaria Ejecutiva del Centro Nacional de Balance de Alimentos (CENBAL) en Caracas, a cargo de la importación y distribución de alimentos en Venezuela a través de Bolipuertos (Empresa mixta Venezuela / Cuba).
Su gestión no solo trajo como consecuencia la pérdida de alimentos en Venezuela, sino del desvío entre 2008 al 2009 de más de 68 mil toneladas de estos productos a Cuba, bajo la figura de ayuda humanitaria.
Esa millonaria ingesta de recursos le permitió a quienes no confiaban en las reformas de liberalización de la economía, contener los vientos de reforma. Y el principal opositor fue el propio Fidel que podía estar fuera del gobierno formalmente, pero mantenía su poder. Sobre todo, por la estrecha relación que mantenía con Chávez.
La apertura fue engavetada y los recursos se destinaron para mantener a flote una economía enferma. Al final no aprovecharon la oportunidad para cambiarla desde adentro.
Solo lo intentaron cuando ya fue evidente que Venezuela había tocado fondo y Obama fue recibido en la Universidad de La Habana, donde dio un discurso trasmitido por la TV local sobre la democracia, en tanto que en Venezuela Tibisay Lucena producía 10 millones de firmas express en su repudio.
El tiempo de la reforma económica cubana dentro de la revolución ya pasó. Es imposible saber si hubiera dado el resultado que sus promotores tenían y que le hubiera permitido a esa Cuba sortear el resto del siglo XXI con éxito, prosperidad y sin cambiar el sistema político.
Desde el 11 de julio las condiciones cambiaron y esas reformas ya no alcanzan. Pero tampoco es posible saber que va a ocurrir. Lo único cierto es que como decía el propio Chávez, una vez que el genio sale de la botella, el problema es que nadie sabe cómo devolverlo.