(31 de marzo del 2025. El Venezolano).- El 7 de enero de 2025, a plena luz del día y frente a la mirada aterrada de sus dos hijos menores, Rafael Tudares Bracho fue secuestrado por funcionarios encapuchados del régimen de Nicolás Maduro. Desde entonces, su esposa, Mariana González de Tudares, ha recorrido cárceles y centros de detención en busca de respuestas, enfrentándose una y otra vez a la misma respuesta fría y calculada: “Aquí no está”.
Esta es la Venezuela de los sátrapas. Un país donde la ley no protege, sino que persigue; donde la justicia no juzga, sino que encubre; donde el Estado, en lugar de garantizar derechos, los pisotea sin pudor.
El crimen de Rafael: ser yerno del presidente electo
La desaparición de Rafael Tudares no responde a una causa judicial legítima. No se le acusa de delitos comprobables ni se le ha permitido una defensa adecuada. Su único “delito” ha sido ser yerno del presidente electo, Edmundo González Urrutia.
En una maniobra que recuerda las prácticas más oscuras de las dictaduras del siglo XX, el régimen de Maduro ha aplicado una represión por “contagio familiar”, una aberración jurídica con la que pretende castigar a la familia del presidente electo, imputando a Tudares por un supuesto “grado de complicidad” con su suegro. El principio universal de la responsabilidad penal individual ha sido anulado por el régimen, que ahora persigue a los familiares de sus adversarios políticos, usando el aparato del Estado como un mecanismo de venganza, se trata de más aberrante terrorismo de Estado.
Desaparición forzada: un crimen de lesa humanidad
La desaparición forzada de Rafael Tudares no es solo una violación a la Constitución venezolana, sino un crimen de lesa humanidad, tipificado en el artículo 7 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.
El régimen ha violado abiertamente:
• El artículo 45 de la Constitución venezolana, que prohíbe expresamente la desaparición forzada.
• El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que Venezuela ha ratificado.
• La Convención Americana sobre Derechos Humanos, que obliga a los Estados a garantizar el debido proceso.
• La Convención contra la Tortura y otros Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes.
A Rafael se le ha negado el derecho a una llamada, a recibir visitas, a defenderse con un abogado de su confianza y a acceder a condiciones mínimas de dignidad humana. Incluso ha sido sometido a lo que el régimen llama “proceso de adaptación”, un eufemismo cruel para referirse a torturas físicas y psicológicas.
Una esposa y madre en pie de lucha
Mariana González de Tudares no solo enfrenta el dolor de una esposa que no sabe dónde está su esposo, sino la consternación de una madre que debe explicarle a sus hijos por qué su padre desapareció sin dejar rastro.
En cada cárcel visitada, ha sido testigo del drama de cientos de familias que, como ella, buscan a sus seres queridos secuestrados por el régimen. Su historia no es única. Es el reflejo de una maquinaria represiva que ha convertido la desaparición forzada en una práctica sistemática de control social.
“Tal vez me quedo corta en la descripción de todos estos hechos que he vivido”, dice Mariana en su denuncia pública. Su voz es la de miles de esposas, madres e hijas que siguen luchando por la libertad de sus familiares arbitrariamente detenidos.
Un llamado a la comunidad internacional
El caso de Rafael Tudares no puede quedar en el silencio. La comunidad internacional, los organismos de derechos humanos y los gobiernos democráticos del mundo deben ejercer presión inmediata sobre el régimen de Nicolás Maduro para que revele su paradero, garantice su integridad física y lo libere de inmediato.
La Corte Penal Internacional ya investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en Venezuela. La desaparición forzada de Rafael Tudares es una prueba más de la naturaleza criminal del régimen.
Hoy, Mariana González de Tudares rompe el miedo y alza su voz. No es solo la lucha por su esposo, sino por todos los desaparecidos de Venezuela. Y es una advertencia al régimen: la justicia puede tardar, pero siempre llega. Venezuela es un país mutilado, donde la represión, la miseria y el abandono han sido convertidos en política de Estado. Pero los sátrapas que hoy se aferran al poder con torturas y desapariciones saben que su tiempo se agota. Pueden seguir sembrando terror, pero no podrán evitar que la justicia, más temprano que tarde, los alcance.