(20 de septiembre de 2019. El Venezolano).- El rostro más visible de la crisis energética por la que atraviesa Cuba está en las calles: filas zigzagueantes que se extienden por varias cuadras y que obligan a la gente a esperar hasta cinco horas para cargar combustible.
La gasolina comenzó a faltar esta semana, poco después de que el presidente Miguel Díaz-Canel reconoció que la nación caribeña enfrenta un déficit de combustible del que culpó a las sanciones impuestas por el gobierno de Donald Trump y cuyo primer síntoma fueron las paradas de autobuses abarrotadas de personas.
“Si no logro echar gasolina ahora, tengo sólo combustible para llegar a mi casa y parquear el carro ahí”, dijo alarmado Karel Pérez, un empleado gastronómico de 44 años quien en su Lada celeste hacía una fila de varias hileras en forma de caracol sobre el Malecón habanero. Llevaba ahí unas dos horas.
El ministro de Relaciones Exteriores cubano Bruno Rodríguez dijo el viernes que la administración Trump está llevando a cabo una campaña mundial de presión sobre los proveedores de combustible de Cuba en América del Sur, Europa y África del Norte.
“Estas acciones incluyen la amenaza directa, la persecución a compañías de transporte de combustible, presiones contra gobiernos de registro y bandera de esos buques, acciones contras navieras y empresas de seguros”, dijo Rodríguez y sostuvo que ello “constituye una escalada que persigue efectos disuasivos, intimidatorios y destinados a crear dificultades adicionales a la población cubana”.
Un recorrido de The Associated Press por un puñado de gasolineras reveló extensas colas, discusiones entre choferes irritados por la espera o porque algunos se colaban, presencia policial para organizar las filas y hasta surtidores cerrados por falta de combustible. Uno de los choferes dijo que en días previos había estado cinco horas esperando para llenar su tanque.
El gobierno ha dicho que el problema es pasajero.
El transporte público y los autobuses obreros, así como la flota de automóviles perteneciente a dependencias gubernamentales, son vitales para mover a la población en la isla, donde el parque vehicular particular es escaso o viejo.
“Desde que el transporte está tan malo trato de no salir y llego caminando a mi trabajo”, comentó a AP Jacqueline Pereira, una empleada de una empresa náutica estatal de 35 años. “Era una niña en el Periodo Especial (la crisis de los años noventa) y no recuerdo mucho, pero ahora soy madre y estoy preocupada. La gente está tensa”.