(15 de febrero del 2025. El Venezolano).- Sin titubeo alguno, el nuevo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump, caracteriza a Nicolás Maduro como “un dictador”. A eso se agrega la razón fundamental de la emisión de los carteles en los cuales se ofrece recompensa por su captura: “son una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos”. Esa misma descripción hizo de Nicolás Maduro el Secretario de Estado, Marco Rubio, quien en su estreno en esa responsabilidad, sostuvo una reunión con Edmundo Gonzalez Urrutia y María Corina Machado, el resultado de dicho encuentro fue dado a conocer por la propia oficina del Canciller estadounidense, reconociendo que “había conversado con el Presidente Legítimo de Venezuela y con la líder de la lucha de resistencia que mantenemos los ciudadanos venezolanos, con el propósito irrenunciable de hacer valer el resultado electoral obtenido, contra viento y marea, el pasado 28 de julio”. Esa misma declaración fue reiterada por Marco Rubio en su periplo inaugural por Latinoamérica, puntualmente en República Dominicana, en donde fue incautado otro de los lujosos aviones que utilizan los integrantes de esa corporación criminal que lidera Maduro.
Escrito por: Antonio Ledezma
Esa es la verdad inocultable que Maduro y sus operadores tratan de desvirtuar, pretendiendo hacer ver que la presencia en Venezuela del comisionado trumpista Richard Grenell, es la reedición de aquella sorprendente operación avalada por la administración de Joe Biden de la que sacó provecho el régimen madurista, cuando logró rescatar a sus parientes condenados por narcotráfico y a su testaferro Alex Saab, a cambio de liberar a unos ciudadanos estadounidenses que Maduro mantenía como rehenes. También consiguieron un alivio de las sanciones petroleras, previamente jurando que “respetarían y cumplirían los acuerdos suscritos en el dialogo de Barbados”. En esta ocasión la situación es diametralmente distinta. Ya no vimos en escena al gritón y desafiante Maduro, sino a un dictador que se esmeró en adornar con banderas de los Estados Unidos los espacios del Palacio de Miraflores, sin poder simular que tenía “el rabo entre las piernas”, con esa sonrisita neurasténica en la cara de un hombre rastrero y sumiso.
Ya sabemos lo que ha ocurrido. Maduro incumplió su palabra y consuma en la actualidad un golpe de Estado a la soberanía popular que sufragó a favor de Edmundo González Urrutia. Maduro desarrolla un diabólico Terrorismo de Estado, mientras facilita la ocupación de nuestro territorio por fuerzas militares propias y extranjeras con la descarada intención de mantenerse en el poder que usurpa, a costa de la paz y de la estabilidad de nuestro hemisferio.
Basamos este análisis en acontecimientos verificables en la realidad. Uno de ellos está en la promesa medular de Donald Trump de garantizar la seguridad de sus connacionales. Es un hecho absolutamente cierto que en Colombia ha crecido el número de hectáreas en las que se siembra la hoja de coca. También que desde el territorio venezolano siguen saliendo, con rumbo a EEUU y hacia Europa, inmensos cargamentos de cocaína. Fue por eso que en su primera administración el presidente Donald Trump dispuso establecer un cerco antinarcóticos, porque estaba al tanto de cómo, desde el territorio venezolano, se despachan cargamentos de cocaína hacia espacios estadounidenses. Ese tráfico se ha incrementado considerablemente desde el año 2020. También fue en ese anterior mandato de Donald Trump, cuando se publicitaron los avisos ofreciendo recompensa por la captura de Maduro y algunos de sus socios, al relacionarlos con las prácticas propias del crimen organizado.
Las sangrientas confrontaciones que se están dando en la franja del Catatumbo-territorio entre Colombia y Venezuela-obedecen a una disputa entre las facciones narcoguerrilleras del Ejército de Liberación nacional (ELN) y las agrupaciones disidentes de las Fuerzas Armadas de Cooperación de Colombia (FARC), que pugnan por el control de ese diabólico negociado que genera no menos de 6.000 mil millones de dólares, traficando entre 300 y 350 toneladas de cocaína y manejando sembradíos-solo en ese ámbito del Catatumbo-que superan las 54.000 hectáreas de hojas de coca. Ante esa tragedia retumban las denuncias formuladas por el Comandante del Estado Mayor Central de las FARC de Colombia, Alexander Diaz Mendoza, más conocido como “alias Calarcá Córdoba”, acusando a militares obedientes a Maduro que “se prestan a atacar la infraestructura de las FARC, para favorecer a las facciones del ELN”.
No menos significativo es el hecho cierto de que en las oficinas de identificación de Venezuela, se documentan a piezas del terrorismo internacional encubiertos por la administración madurista. Esas pruebas fehacientes las mostró públicamente la ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich. Eso es, aunado al creciente narcotráfico, sin lugar a dudas, una seria amenaza para la estabilidad y la seguridad del hemisferio occidental, que ha prometido resguardar el recientemente reelegido presidente Donald Trump. Al mismo tiempo en territorio venezolano se ha instalado un santuario para estos grupos terroristas como las FARC, ELN, Hezbolá y Hamas. No menos significativo es el entramado geopolítico que sostienen con Rusia, China e Irán.
Otro drama humanitario lo representa el flujo migratorio. Desde que Nicolás Maduro, el pasado 29 de julio, protagonizó el fraudulento acto de proclamación para presentarse como presidente reelecto, las oleadas de seres humanos tratando de ponerse a buen resguardo, siguen atravesando las trochas ubicadas entre la frontera colombo venezolana, o buscando establecerse en territorio de Brasil o desafiando el infierno que representa la Selva de Darién. Debe tenerse muy en cuenta que este drama humanitario se intensificará, tanto y en cuanto Nicolás Maduro logre establecerse definitivamente como dictador en Venezuela. Si, por el contrario, Edmundo González y María Corina Machado asumen la transición en Venezuela, no será menester realizar deportaciones, ya que los venezolanos en la diáspora comenzarán a retornar voluntariamente a nuestro país.
Desde Venezuela, Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, no han disimulado su empeño en acoplar bandas peligrosísimas con mucho poder de fuego, como las Bandas del Tren de Aragua y otras tantas articuladas por la dictadura venezolana que operan en territorio de Ecuador, Colombia, Brasil, Argentina y con las organizaciones delincuenciales que controlan la llamada Triple Frontera desde el Perú. Ellos son los autores intelectuales del sicariato que segó la vida del Teniente Ojeda en Chile. Ellos son los capos de esas bandas. Basta con ver el regocijo de Diosdado Cabellos “dándole la bienvenida” a los deportados desde Estados unidos, todos muy sonrientes. Nadie en su sano juicio expresaría felicidad, retornando al país que todos amamos, pero sabiendo que la tragedia humanitaria que los aventó al destierro sigue vigente y con tendencia a agravarse.
Es justo advertir que “no pueden pagar justos por pecadores”, la inmensa mayoría de los venezolanos desterrados son gente decente, trabajadora, que produce riquezas, que paga sus impuestos, que se esmera en dejar bien parado el gentilicio venezolano. Los ciudadanos venezolanos que han tramitado su asilo, que han gestionado su respectivo TPS, en capacidad de demostrar que, si son colocados en las garras del régimen madurista, sus vidas y su sagrada libertad estarán en riesgo, esos miles de venezolanos merecen un tratamiento especial por parte de las autoridades de los países en los que se han resguardado, incluido los EEUU, que ha suscrito el Convenio de Protección del Refugiado, cuyo estatuto-artículo 33-establece que “ningún Estado contratante podrá, por expulsión o devolución, poner en modo alguno a un refugiado en las fronteras de los territorios donde su vida o su libertad por causa de su raza, posición política, religión, corra peligro…”.
También con Maduro en el poder continuará la explotación de minerales como el oro y otras materias primas que son usufructuadas, sin reparar en el inmenso daño ecológico que le ocasionan al territorio correspondiente al Arco Minero venezolano, que representa el 12.5 % del territorio nacional. También la continuación de Maduro equivale a que la economía venezolana seguirá en bancarrota y ningún acreedor, incluido los tenedores de bonos ni los chinos, podrán recuperar un céntimo de sus respectivas acreencias.
Venezuela cuenta con significativas reservas probadas de hidrocarburos. Bien se sabe que, sin seguridad Jurídica y sin una nueva ley de Hidrocarburos que retome el esquema de la Apertura Petrolera, ni Estados Unidos podrá recibir en la Costa del Golfo el crudo extrapesado que posee Venezuela, ni los países del Caribe recibirán beneficio solidario alguno. Los yacimientos gasíferos, de los más grandes del mundo (La Perla y Dragón), y los pozos petroleros seguirán dormidos, ante un régimen que no ofrecerá jamás atractivos ni incentivos para retomar esos programas de explotación, que hagan de Venezuela el hub energético que aspiramos construir y en el cual podrán jugar un rol fundamental todas las empresas interesadas en formalizar negocios legales, seguros y transparentemente con Venezuela.
En conclusión, para garantizar la paz, la estabilidad y la seguridad de nuestro hemisferio, se hace indispensable desatar y resolver esos nudos antes citados. Eso implica liberar a Venezuela de esta tiranía. No hay de otra.