(14 de octubre del 2020. El Venezolano).- Hablaba una mujer rubia, en perfecto inglés, en el auditorio del Parque José Martí, del barrio Little Havana, en Miami, Florida. Era lunes 5 de octubre y estaba allí para presentar ante la comunidad latina al candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden, y a su esposa, Jill. En un estado clave para la definición de las elecciones, el apoyo latino es elemental. El discurso apeló a la emotividad. Su historia no era muy diferente al resto de inmigrantes. Cuando ella era muy joven, sus padres se mudaron al país en búsqueda de un mejor futuro y debieron acoplarse al cambio de vida. Su atractivo para dar el discurso pasaba, entonces, por otro lado.
—Tan pronto como me convertí en ciudadana (estadounidense), me registré para votar y este noviembre emitiré mi primer voto en una elección general presidencial para Joe Biden- dijo.
La frase despertó los aplausos del poco público dentro del auditorio. A diferencia de los rivales, allí prefieren mantener la distancia por la pandemia del covid-19. Todos llevaban tapabocas. Después de la ovación, varios segundos después, dijo con un convencimiento un tanto preparado:
—Miami, es mi privilegio y honor introducir a la próxima primera dama de los Estados Unidos, una mujer que nos ayudará a unirnos como estadounidenses: la doctora Jill Biden.
El discurso tendría poco de sorpresivo de no ser por la nacionalidad de la oradora. Antes de develar su voto por el demócrata, se había presentado como Victoria Príncipe, una venezolana que arribó a Weston, en el sur de Florida, cuando tenía 11 años de edad. Toda una rareza en un “territorio Trump” para los venezolanos en ese estado.
Tanto Jill como Joe Biden agradecieron el gesto. “Gracias, Victoria, por elegirnos. Es realmente un honor que vayas a votar por mí en tus primeras elecciones”, le dijo el candidato a presidente. Pero, más allá de eso, era una oportunidad inigualable para ratificar la posición de Biden con respecto a la crisis política venezolana. Y aunque la historia de Victoria no remite ni a persecuciones políticas ni a migraciones forzadas, el demócrata aprovechó para asestar un golpe al régimen de Nicolás Maduro.
“Deberíamos estar liderando los esfuerzos internacionales para enfrentar la masiva crisis humanitaria en Venezuela. Maduro le está causando un sufrimiento increíble a los venezolanos para mantenerse en el poder. Los venezolanos necesitan nuestro apoyo para recuperar la democracia y reconstruir su país”, propuso Biden. Y, para despejar dudas, una frase que recorrió los titulares de prensa en todo el mundo: “Maduro, a quien he conocido, es un dictador, así de sencillo”.
Venezuela presente
A pesar de que se acerca a sus 20 años viviendo en Estados Unidos, Victoria no pierde su tonalidad venezolana. Sus frases en español tampoco pierden el hilo de la coherencia. Ni lengua trabada ni palabras en inglés. Modula cual caraqueña en Venezuela. Sus raíces permanecen allí: la familia materna, en la Península de Paraguaná, estado Falcón; la familia paterna, en la capital, Caracas. Es por eso que cuando habla de Venezuela, dice, sabe a qué se refiere.
Menor de cuatro hermanos, tuvo que lidiar con el choque de la migración cuando apenas era una niña. Cambiar de colegio, amigos, idioma, y alejarse de la familia. Cambiar de vida. Empezar de cero.
La conexión con Venezuela la acredita su papá. Abogado de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y empleado de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) durante 30 años, antes de que Hugo Chávez llegase al poder, lo cataloga como un “visionario”. Cuando vio que las cosas “se empezaron a poner feas”, decidió emigrar. “Él nunca votó por Chávez en ninguna de las elecciones, eso me da paz mental, podemos dormir tranquilos”, dice con orgullo en entrevista para El Diario.
Poco a poco, con el recuerdo insistente de su padre, de la enseñanza sobre la situación venezolana y de la preocupación por la vida familiar, se forjó en ella, ya para siempre, el interés por la actualidad de Venezuela. Y con ello, la curiosidad por la política estadounidense.