La reciente condena contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez marca un nuevo capítulo trágico en la historia latinoamericana: el avance sistemático del comunismo y del totalitarismo sobre las democracias de la región. Lo que hoy ocurre en Colombia no es un hecho aislado, sino parte de un guion que ya vivimos en Venezuela.
Uribe no es un criminal. Es un expresidente que enfrentó con coraje al narcoterrorismo, que defendió la soberanía de Colombia, que luchó por la libertad y los valores democráticos en el continente. Fue —y sigue siendo— un aliado del mundo libre, respetado por las grandes democracias del planeta. Su condena no es jurídica, es política. Y viene firmada por un sistema que se ha infiltrado en el poder para destruir las bases de la república desde dentro.
De Venezuela a Colombia: el mismo libreto autoritario
Lo mismo le ocurrió a Carlos Andrés Pérez en Venezuela. También fue condenado, también fue destruido públicamente, justo antes de que el chavismo —instrumento del castrocomunismo— se apoderara del país con su disfraz de revolución. Hoy, Venezuela sufre la consecuencia de ese silencio, de esa complicidad, y de esa guerra espiritual que pocos se atrevieron a enfrentar a tiempo.
No nos engañemos: lo que está ocurriendo en Colombia es un calco de lo que ejecutaron en Venezuela. Petro, un hombre formado ideológicamente en la línea cubana, no solo ha pactado con estructuras ilegítimas y represivas, sino que ha permitido la instalación de una red internacional de influencia, aliada con Rusia, China e Irán, que usa a Cuba como punta de lanza para desestabilizar la región.
Más allá de la política: una guerra espiritual
Ya no se trata solo de política. Se trata de una guerra espiritual, una guerra del bien contra el mal. Donde los que defienden la libertad, la vida, la justicia y la verdad están siendo perseguidos, callados, encarcelados o incluso asesinados. Mientras tanto, los que destruyen naciones, siembran odio, financian terror y pactan con estructuras criminales se pasean con impunidad por los pasillos del poder.
A Uribe no solo lo quieren silenciar, lo quieren borrar. No le bastó al régimen con intentar asesinar a miembros de su entorno familiar, ahora buscan humillarlo ante la historia. El objetivo es claro: desmoralizar a los ciudadanos que aún creen en la democracia y sembrar miedo entre quienes aún resisten.
El futuro de la región está en juego
Desde Resistencia Venezolana alzamos la voz con firmeza. Lo que está en juego no es solo el futuro de Colombia, sino el destino de toda la región. Si permitimos que Petro y sus aliados continúen encarcelando a los líderes democráticos sin consecuencias, mañana será otro país, otra república, otra libertad la que caiga.
Y a mis hermanos venezolanos —casi tres millones— que hoy viven en suelo colombiano tras huir de la tiranía de Nicolás Maduro: no guarden silencio. Sean solidarios con el pueblo colombiano que los ha recibido, y levanten su voz por la libertad que ustedes también anhelan. Lo que hoy ocurre en Colombia es lo mismo que nos destruyó en Venezuela. No permitamos que se repita la historia. El momento de actuar es ahora.
¡Unidos por la verdad y la libertad!
Hoy más que nunca, debemos unirnos en defensa del mundo libre. Porque esta no es solo una lucha de partidos ni de ideologías. Es una batalla espiritual por el alma de nuestras naciones.
Y como activista, como venezolano, como latinoamericano y como hombre libre, lo digo sin miedo:
¡Uribe no está solo!
Colombia no está sola.
La verdad triunfará. Cueste lo que cueste.