(03 de noviembre del 2024. El Venezolano).- “La migración es parte constituyente de Estados Unidos. Esto está claro para los analistas, pero una buena parte de la población lo entiende e interioriza como parte de su historia colectiva. En los últimos años, lamentablemente, este asunto se ha convertido en uno de los más sensibles en la pugna electoral y, con la debacle de las narrativas electorales, arrastradas por la polarización en este país, la migración ha comenzado a ser utilizada en un contexto electoral tóxico. Lo que hemos visto en las tres últimas campañas electorales es el uso de la migración como un relato de miedo, más que como un asunto que merece ser analizado en su complejidad y para el cual deben preverse políticas públicas. Un país donde buena parte de la mano de obra, en sectores como la agricultura, la hostelería, la industria y la tecnología, es extranjera, lo lógico es que hubiera políticas encaminadas a entender el factor laboral, así como el social y cultural“.
Por Milagros Socorro
Esta es la perspectiva de Carolina Jiménez Sandoval, presidenta de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés), con más de dos décadas de trayectoria en investigación y defensa de los derechos humanos en las Américas y otras regiones del mundo.
—Hay cientos de miles de niños -sigue Jiménez- que han nacido en Estados Unidos, son ciudadanos de este país, pero uno de sus padres, e incluso ambos, son personas indocumentadas. Esto es una realidad, pero en vez de ser abordada con políticas públicas que lo atiendan y abarquen, ha derivado en una falsificación para que los votantes perciban la migración como una cuestión problemática que induce al miedo con el falso argumento según el cual los inmigrantes son delincuentes, que vienen a robar todo, incluidos los puestos de trabajo.
No hay tal cosa como un “voto latino”
Al comentarle la perplejidad que produce el hecho de algunos descendientes de inmigrantes, y hasta inmigrantes, se vuelvan contra la migración y la presenten como algo pernicioso, Carolina Jiménez, nacida en Venezuela y formada allí en Estudios Internacionales, explica que no existe tal como cosa como “el voto latino”.
“Los inmigrantes hispanoamericanos votan de manera distinta y a partir de intereses distintos. La generalización es un error, por muchos motivos. Para empezar, no puede hablarse una sola diáspora, hay algunas muy antiguas, con varias décadas de establecimiento en Estados Unidos, y otras son más recientes. Los intereses y experiencias políticos de estos grupos son, por tanto, diferentes. Dicho esto, es cierto que hay una diáspora que ha comprado la narrativa según la cual los recién llegados constituyen un peligro, que son parte de la delincuencia. Pero esta aprensión no creo que se extienda a toda la diáspora hispanoamericana que, insisto, es heterogénea en sus experiencias de vida, sus percepciones de la migración y sus inclinaciones políticas”.
—No debe generalizarse, -dice- pero sí es cierto que hay inmigrantes, incluso quienes han llegado sin un estatus de regularización permanente, que no son abiertos a las nuevas oleadas inmigración. Esta posición es parte de ese fenómeno político anti-inmigrante que abraza y envuelve a esa parte de la población que no ve la evidencia (esto es, que la gran mayoría de los recientes migrantes son trabajadores, muchos en necesidad de protección internacional, familias enteras en situación de vulnerabilidad), sino que se enfoca en la minoría que comete delitos. Y exacerban esa percepción.
“Estas narrativas desvinculadas con las evidencias se centran en lo emocional y no en datos racionales, como el hecho de que los inmigrantes constituyen una porción ínfima de la población carcelaria de los Estados Unidos; y que muchos de esos videos que circulan en las redes sociales son contenidos sacados de contexto o francas mentiras, como ese horrible cuento según el cual inmigrantes haitianos estaban comiendo mascotas en Springfield, Ohio, que fue desmentido por las autoridades del lugar, republicanas para más señas; y, sin embargo, quedó instalado en la memoria de mucha gente”.
Cambios en los patrones migratorios
Carolina Jiménez es doctora en Estudios Internacionales por la Universidad de Waseda, Japón, y completó un programa postdoctoral en derechos humanos y ética en la Universidad Central de Venezuela. Tiene un máster en derecho internacional y estudios asiáticos por la Universidad de Chuo, Japón, y un máster de Filosofía en relaciones internacionales por la Universidad de Cambridge, Inglaterra.
—Es indiscutible -dice- que en los últimos años ha habido un aumento considerable del número de migrantes que llegan a la frontera sur de EEUU (linde con México) en procura de entrar al país. Si uno ve las cifras del año 2007 para acá y hace un recuento histórico de esa migración, comprueba que es una tendencia en alza. En 2010, 2011, incluso 2014, no se llegaba a medio millón de personas, pero ya en 2022, cuando se quiebran récords históricos, estamos hablando de dos millones 200 mil personas encontradas en esa frontera. Hago la salvedad de que estamos hablando de año fiscal, que en EEUU termina en octubre. Esto muestra que, sin dida, la migración hacia este país se ha incrementado (con un pequeño descenso en 2003 y ahora, en 2024, pero que aun así siguen siendo mayores que los registrados en años pasados).
“Además, hay un cambio importante en el patrón de las nacionalidades. México, país vecino, conocido expulsor de migrantes y que tiene 130 millones de habitantes, ha encabezado siempre la lista de los países origen de migrantes hacia los EEUU, seguidos por los del llamado “triángulo norte”, de Centroamérica: El Salvador, Guatemala y Honduras, cercanos a México y cuyos desplazados hacen el viaje en autobús o caminando a través de México, porque son fronteras terrestres. A raíz de 2021, esos tres países fueron desplazados por otras tres nacionalidades: venezolanos, nicaragüenses y cubanos; y más recientemente, colombianos y ecuatorianos. Esto implica que tenemos una nueva diáspora integrada por migrantes que están entrando por la frontera sur de EEUU, algunos provenientes de países que no tienen relaciones diplomáticas con EEUU, o las tienen malas, y, por tanto, se dificultan los procesos de deportación, en los que tanto insiste una parte de la política estadounidense. E implica, también, de que los venezolanos, colombianos y ecuatorianos que están llegando en grandes números, lo hacen mediante el cruce del Darién, jungla cruel que separa a Panamá de Colombia, donde se están cometiendo muchos actos de violencia”.
—¿Qué proponen ustedes, desde WOLA?
—Nuestro llamado es a que haya una mayor construcción de infraestructura para que se pueda establecer quiénes son personas en necesidad protección internacional, (es decir, asilados, refugiados y otros, que también llegan en altos números); y luego, las personas vulnerables: están llegando familias, niños y adolescentes no acompañados… la migración hay que atenderla en su diversidad e impactos diferenciados. Y también debe entenderse que muchas de estas personas vienen a desempeñar trabajos muy importantes para la economía de los EEUU; y que cuando los flujos migratorios aumentan, se impone una inversión, unas políticas que el país debe actualizar en esta materia, urgencias que se han visto obstaculizadas por la manipulación del tema en el debate público.
Delincuentes y comegatos
—El expresidente y actual aspirante Donald Trump ha tenido una narrativa anti-inmigrantes desde su primera candidatura, en 2016 -responde Jiménez, al pedirle un comentario sobre afirmaciones de Trump en su campaña-. De manera que no es sorpresa su reiteración en este aspecto. De ese año al actual, uno de los cambios más importantes que se han dado en el flujo migratorio llegado a la frontera sur de EEUU es que, después de México, país contiguo, Venezuela es uno de los principales países de origen de esa migración. Para atacar la migración en general, ataca a una parte de ella, y para eso afirma, sin ninguna base, indicadores o evidencia, que los migrantes que antes vivían en Venezuela, donde cometían sus crímenes, ahora lo hacen en EEUU. Insisto, semejante afirmación no encuentra sustento en ninguna evidencia empírica. De hecho, los estudios sobre migración demuestran lo contrario, que la gran mayoría de los crímenes de un país son perpetrados por sus nativos. El problema es que vivimos en la época de la posverdad, en la que algunos dirigentes políticos mienten y desinforman para captar votos. Decir que EEUU ahora es menos seguro que Venezuela, porque los delincuentes venezolanos ahora delinquen aquí, es un comentario tremenda y abiertamente discriminatorio contra un grupo poblacional.
“Las elecciones presidenciales de EEUU, en 2024, son muy particulares. En primer lugar, una de los candidatos es una mujer, no blanca, hija de inmigrantes, en competencia con un hombre que desde el primer día ha hecho gala de una retórica orientada a deshumanizar a los inmigrantes. Esperamos que la ciudadanía comprenda que la migración debe abordarse con estándares de derechos humanos y que siempre representa una oportunidad para las sociedades receptoras. Debe tenerse en cuenta las prioridades del país que recibe, así como los derechos de quienes llegan“.