(21 de julio del 2025. El Venezolano).- La noticia señala que la Asamblea Nacional de Venezuela ha pedido a Nicolás Maduro que estudie romper relaciones con las empresas europeas. Una pataleta, nada menos. Entre otras cosas, porque en la categoría ‘europeas’ hay algunas que tienen estratégicos y muy estrechos vínculos con el gobierno de Nicolás Maduro, como es el caso de Telefónica, empresa que ha sido un eficaz instrumento para cumplir con acciones ilegales de espionaje a sus clientes, así como operador de prácticas de bloqueo que impiden el derecho a los ciudadanos a estar informados y el de los periodistas a ejercer libremente la profesión de informar. Como he escrito recientemente en estos artículos dominicales, Telefónica es un brazo operador de la dictadura de Nicolás Maduro.
Sin embargo, debo aclarar de una vez que este berrinche de la Asamblea Nacional de Venezuela es, en buena medida, previsible. Tiene ese tono de mediocridad que es la savia del madurismo, en el que la postura gritona y desafiante no alcanza a ocultar la pobreza mental, la desinformación, el desatino, el exabrupto de la respuesta. Veamos.
Se trata de esto: en la reciente actualización que ha hecho la Comisión Europea de la lista de países de “alto riesgo” de blanqueo de capitales y financiación del terrorismo -en cada actualización salen algunos países y entran otros-, han sido incorporados ocho países: Mónaco, Argelia, Angola, Costa de Marfil, Kenia, Laos, Líbano, Namibia, Nepal y Venezuela.
¿Por qué el ofendido madurismo, en vez de escenificar un berrinche, no ofrece un documento que detalle las acciones del régimen en contra del blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo? Porque no tiene argumentos. Porque blanquea y financia. Porque el movimiento de dineros y la política exterior del madurismo están sumidos en la opacidad y la corrupción generalizada. No en vano, el país está calificado como uno de los más corruptos del mundo en el ranking de Transparencia Internacional.
¿El gobierno ha explicado en qué consisten sus vínculos con Irán, país patrocinante y exportador de organizaciones terroristas, que actúan en el Medio Oriente y otras partes del mundo? ¿Debe asombrarnos una reacción de Europa ante un régimen que protege y autoriza el desfile de militantes de Hezbolá por calles de la isla de Margarita? ¿De qué trata el constante ajetreo de militares y altos funcionarios del madurismo y sus equivalentes en la cúpula de Irán? ¿Cómo se explican los vuelos entre Caracas y Teherán, en los que no hay pasajeros sino unos pocos funcionarios? ¿Qué llevan y qué traen esos aviones? ¿Esos iraníes que llegan a Caracas regresan a Teherán o son ocultados en distintas ciudades del país? ¿Qué negocios comparten, cuáles son los componentes de sus agendas? ¿Cuál es el trasfondo de los negocios petroleros conjuntos?
En la teatral reacción de la Asamblea Nacional hay otro elemento que es conveniente analizar: en el supuesto negado de que las empresas europeas fueran expulsadas del país, las consecuencias serían múltiples, la más evidente y general, el empeoramiento de la condición de creciente aislamiento que afecta al régimen y a sus funcionarios. Es curioso, torpe y contradictorio: mientras quem por una parte el poder intenta con todos los medios a su disposición que rebajen o eliminen las sanciones -es decir, que disminuya el aislamiento-, por la otra, el régimen pide, profiriendo insultos y mentiras, más aislamiento.
El contenido de la respuesta de la Asamblea Nacional venezolana es antológico: insultos, descalificaciones de variada textura, falsedades en abundancia, invocación de asuntos que no guardan relación con el señalamiento medular de la Comisión Europea, relativo a blanqueo de capitales y financiamiento del terrorismo. De ese, que es el tema que fundamenta la decisión de Europa, no dicen ni una palabra. Si se lee con el debido cuidado, el lector se percatará de inmediato: vociferan ante la imposibilidad de articular una defensa. Vociferan como lo hacen los que han sido pillados con las evidencias en las manos, en los bolsillos, en los aviones, en las maletas, en las transacciones.
El señalamiento de la Comisión Europea no es “ridículo”, como afirmaron. Ni forma parte de una estrategia “neocolonial”, sino de otra naturaleza, radicalmente distinta: la de los esfuerzos, necesariamente mancomunados, que están haciendo numerosos países del norte, del sur, del este y el oeste en contra del blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo. En esas luchas Venezuela simplemente no aparece.
Tampoco es un ataque a los países del “sur” como señalan en una frase de insólita ignorancia: ¿O es que el Principado de Mónaco pertenece al Sur? ¿Y es que acaso no hay naciones geográficamente ubicadas al sur, como la Argentina de Miley y el Chile de Bodric que mantienen una sistemática lucha en contra de todas las formas de delincuencia organizada?
Por último, aunque habría mucho más que decir, insistiré en esto: no es cierto que sea una agresión en contra de Venezuela. Lo que ha ocurrido es una denuncia que apunta directamente al régimen venezolano -a Nicolás maduro y su banda-, internacionalmente señalado por sus vínculos y operaciones con el narcotráfico y el terrorismo. No incrimina a la sociedad venezolana, víctima cotidiana y sistemática del régimen. La Comisión Europea vuelve a destacar que Venezuela está bajo el dominio de un régimen mafioso, que debe ser derrotado y reemplazado de inmediato.