(14 de mayo del 2025. El Venezolano).- En un mundo donde la maternidad está envuelta de sacrificios, amor incondicional y entrega absoluta, hay un tema que sigue siendo incómodo pero necesario: la salud de las madres y su impacto directo en la vida de sus hijos.
¿Estamos heredando más que genes? ¿Qué pasa cuando, sin darnos cuenta, lo que se transmite en casa no es solo la receta de la abuela, sino también hábitos que afectan la salud física y emocional de los niños?
El Dr. Luciano Fiszer, cirujano bariátrico y experto en pérdida de peso, lanza una invitación urgente y compasiva: hablar del vínculo entre el sobrepeso materno y la obesidad infantil no desde la culpa, sino desde el amor y la conciencia. “El cuerpo de una madre puede ser el espejo donde un hijo se mira todos los días”, afirma Luciano Fiszer durante esta entrevista con El Venezolano News.
Más allá del ADN: la obesidad también se hereda en el plato
Diversos estudios confirman que los niños con madres que padecen sobrepeso u obesidad tienen el doble o incluso el triple de probabilidades de desarrollar los mismos problemas. Pero el factor genético no es el único culpable: también influye el entorno, el estilo de vida y los hábitos que se viven dentro del hogar.
“El ejemplo de una madre es poderoso. Desde lo que se guarda en la nevera hasta cómo se habla de la comida frente al espejo, los niños lo absorben todo”, explica el Dr. Fiszer, conocido en redes como @miamisurgeon. Las madres, que históricamente han sido las principales cuidadoras y proveedoras de alimentos, tienen en sus manos -y en su mesa- el poder de enseñar hábitos que perduren.
Salud con amor, no con presión
Para el popular médico argentino, este llamado no tiene que ver con tener el “cuerpo perfecto”, sino con promover bienestar. “La maternidad no se mide en libras, pero sí puede inspirar libras de bienestar”, reflexiona el doctor. Es una cuestión de salud familiar, de autoestima, de romper con patrones que dañan y de construir rutinas que nutren.
Cuatro consejos para aplicar en casa
Cambia el lenguaje: No digas “estoy a dieta”, mejor di “estoy cuidándome”. Las palabras modelan la relación con la comida. Involucra a los niños en la cocina: Planifiquen juntos, hablen de los ingredientes, preparen recetas saludables.
Muévanse en familia: Caminar, bailar, jugar al aire libre. El ejercicio puede ser una fiesta, no un castigo. Crea rutinas sanas: Coman sentados a la mesa, en horarios, sin pantallas. Que la comida sea un momento de conexión, no de distracción.