(17 de julio del 2025. El Venezolano).- El hombre del momento en la capital venezolana es José Simón Elarba Haddad, conocido en los pasillos del poder por su habilidad para gestionar decisiones «favorables» en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y por su estrecha relación con la infame banda judicial conocida como “Los Enanos”.
Noticia completa en Reporte de la Economía
Sin embargo, esas historias, aunque aún resuenan en ciertos círculos, han quedado atrás. Hoy, Elarba ha reinventado su perfil y se presenta como el todopoderoso “Zar de la basura” en Caracas, una posición que ha consolidado mediante su influencia sobre la empresa FOSPUCA. Paralelamente, es uno de los principales promotores del partido político Fuerza Vecinal, lo que le ha otorgado un estatus de virrey no oficial en el sureste capitalino.
De las cloacas del poder a las cloacas urbanas
Antes de consagrarse con FOSPUCA, Elarba ya había incursionado en el negocio de los desechos sólidos a través de vínculos comerciales con empresas como BASURVENCA, propiedad de Danilo Díazgranados, y CAUVICA, cuyo presidente —o ex presidente— es Carlos Uzcátegui Valero. Este último no solo es hermano de la célebre difunta Chana, sino también tío del estafador serial Pedro Castillo, y padre de Carlos José Uzcátegui, casado con Gabriela Gill Márquez.
Gabriela es hija de Carlos Gill Ramírez, actual presidente de Corimon y hermano de Víctor Gill Ramírez, presidente de Fondo Común. Todos ellos forman parte de la élite conocida como la Boliburguesía venezolana —ese selecto grupo que ha amasado poder y fortuna a la sombra del chavismo.
Una red de alianzas con el poder
Los Gill Ramírez no necesitan tarjeta de presentación. Su cercanía con el poder y sus vínculos con el chavismo son ampliamente conocidos. Además, mantienen una clara inclinación por establecer lazos familiares con otros miembros de la élite boliburguesa. Como ejemplo, la sobrina de Carlos Gill Ramírez, María Gabriella Gill, está casada con el llamado bolichico Luis Alfonso Oberto Anselmi, actualmente bajo proceso penal en cortes federales de los Estados Unidos.
¿Crónica de una mafia anunciada?
Las conexiones entre empresarios, políticos, operadores judiciales y familiares que rodean a José Simón Elarba dibujan un retrato claro de cómo se entretejen los hilos del poder en la Venezuela contemporánea. Lejos de la legalidad y la transparencia, lo que se asoma es una red mafiosa con tentáculos en todos los niveles: desde la basura que se recoge en las calles hasta las decisiones que se cocinan en los despachos del poder.
Centrando ahora la mirada en el entorno más cercano de José Simón Elarba, destaca la figura de su hijo político, cuya conexión familiar lo vincula directamente con Carlos Uzcátegui Valero, expresidente del Centro Simón Bolívar y antiguo propietario de CAUVICA, una empresa recolectora de basura con operaciones a nivel nacional. Esta compañía, según registros, recibió una licitación en una alcaldía del estado Monagas por parte de FOSPUCA bajo condiciones insólitas: veinte mil bolívares y un vehículo Toyota Corolla usado. Y aunque esta operación ya resulta llamativa, apenas roza la superficie del historial irregular de CAUVICA, empresa acusada de dejar pasivos laborales impagos y de emitir facturaciones millonarias por pesajes de basura altamente cuestionables.
Socios de la sombra
La afinidad de Elarba con personajes de dudosa reputación no es un fenómeno reciente. Su relación comercial con Carmelo De Grazia Urdaneta, hoy prófugo de la justicia venezolana, es de larga data. Ambos compartieron intereses y negocios, consolidando un patrón de alianzas con individuos vinculados a tramas de corrupción y enriquecimiento ilícito.
Pero la red de vínculos de Elarba va más allá de las empresas de basura. Danilo Díazgranados, uno de sus socios históricos, y el propio Elarba, formaron parte de la junta directiva del diario El Nacional, junto a Miguel Henrique Otero Castillo, actual director del medio. Esta triada empresarial termina entrelazada con la controversia judicial que llevó al embargo de la sede del periódico tras perder una demanda penal y posteriormente civil con Diosdado Cabello. Este fallo también afectó la Quinta Macondo, residencia histórica del escritor Miguel Otero Silva.
Víctima o jugador del sistema
En este contexto, surgen interrogantes que aún no tienen respuesta clara. Si Elarba y Díazgranados eran socios de Otero, ¿por qué este último no logró una conciliación con Cabello para proteger su patrimonio? ¿Por qué, pese a sus conexiones con el poder, Otero Castillo se presenta como víctima y perseguido del régimen venezolano, y busca ser incluido en demandas internacionales contra el Estado, alegando compensaciones por “pérdidas materiales”?
Del periódico al despacho del poder
La cereza del pastel es, sin duda, el actual papel de Jorge Makriniotis, hijo de Antonieta Jurado y exgerente general de El Nacional, quien hoy día funge como asistente personal de José Simón Elarba. Un cambio de bando tan abierto como grotesco, que deja en evidencia cómo las lealtades en la Venezuela del poder y el dinero son altamente flexibles, cuando no meramente transaccionales.
Amnesia Colectiva
En los últimos años, el abogado y magnate venezolano José Simón Elarba ha incrementado notablemente su exposición mediática como presidente de Fospuca, la empresa encargada de la recolección de desechos sólidos en tres de los municipios más importantes del este de Caracas: Chacao, Baruta y El Hatillo. Recientemente, también se ha vinculado con Bancamiga, ampliando aún más su influencia en sectores clave de la economía venezolana.
Para mantener esta posición privilegiada, Elarba invierte miles de dólares en comprar conciencias, silencios y complicidades. Sus fiestas y obsequios para periodistas —tanto en su día como en Navidad— son descritas como las más ostentosas de la capital, donde el lujo se convierte en moneda de intercambio para asegurar cobertura favorable o, al menos, la omisión estratégica de su nombre.
El poder de las relaciones
Elarba es socio del influyente bufete caraqueño Gadea, Lesseur & Asociados, según reveló el portal de investigación Armando.info. En esa firma también trabaja Gerardo Blyde, exalcalde de Baruta y quien fuera vocero de la oposición en la Mesa de Negociación con el chavismo en Ciudad de México. La relación entre lo jurídico, lo político y lo empresarial se vuelve, en este caso, casi indistinguible.
También fue accionista del diario El Nacional, consolidando una estrategia mediática que le ha permitido estar en todos los frentes del poder: institucional, político, financiero y comunicacional.
Elarba nunca ha ocultado su cercanía con personajes oscuros del chavismo. Ha reconocido públicamente su amistad con Carlos Erick Malpica Flores, extesorero de la República, exvicepresidente de Finanzas de PDVSA y sobrino de la primera dama Cilia Flores. Malpica ha sido sancionado por el gobierno de Panamá por delitos de blanqueo de capitales y financiamiento al terrorismo.
Y la lista no termina ahí. También figura entre sus relaciones el empresario Raúl Gorrín, presidente del canal Globovisión, sancionado por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de los EE. UU. Sin embargo, Gorrín y su esposa fueron posteriormente excluidos de dicha lista tras colaborar con la CIA y proporcionar delaciones clave al Departamento de Justicia estadounidense, según revelaciones del mismo portal
Un país sin memoria
En un país donde las lealtades se reconfiguran al ritmo del dólar paralelo, la amnesia colectiva se convierte en política de Estado no oficial. Elarba, con sus relaciones, su dinero y su red de influencia, representa un caso emblemático de cómo el poder y la corrupción conviven cómodamente bajo el manto del olvido voluntario.
PDVSAcripto: del basurero al banco
José Simón Elarba no solo ha amasado fortuna desde el negocio de la recolección de basura, sino que también figura en uno de los mayores escándalos financieros vinculados al saqueo de PDVSA: el esquema conocido como PDVSAcripto.
En este caso, Elarba fue socio y cómplice del hoy prófugo Carmelo De Grazia Urdaneta, y participó junto a figuras de peso como Tareck El Aissami y Samark López Bello, ambos bajo investigación internacional, en una operación milmillonaria para desfalcar a la estatal petrolera venezolana. Este esquema utilizaba criptomonedas para desviar recursos públicos bajo el pretexto de evadir sanciones, convirtiéndose en una sofisticada red de corrupción financiera.
Un ascenso inexplicable
Tras la caída en desgracia de sus socios, y cuando muchos esperaban que su nombre también apareciera en expedientes judiciales, Simón Elarba fue “premiado” con la presidencia de un banco venezolano, sin mayores explicaciones ni objeciones institucionales. En una jugada que ha generado indignación entre analistas y denunciantes de corrupción, logró eludir —al menos “por ahora”— la acción de la justicia venezolana.
Este movimiento ha sido interpretado por muchos como una muestra más de la impunidad selectiva que rige en el país: los operadores útiles sobreviven al escándalo y terminan reciclados en nuevas posiciones de poder.
Bajo la lupa internacional
El historial de Elarba no ha pasado desapercibido en el extranjero. Según diversos portales de investigación —como Reporte de la Economía, Hable, Ciudad Gótica News y El Publique—, transacciones sospechosas y actividades vinculadas al lavado de dinero lo han colocado bajo la mirada del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.
Además, informes recientes denuncian que Elarba ha ampliado sus operaciones hacia el estado de Florida, a través de una empresa con características similares a las de Fospuca, en lo que se describe como una potencial «lavandería» financiera con fachada legal en territorio estadounidense.(17 de julio del 2025. El Venezolano).- El hombre del momento en la capital venezolana es José Simón Elarba Haddad, conocido en los pasillos del poder por su habilidad para gestionar decisiones «favorables» en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y por su estrecha relación con la infame banda judicial conocida como “Los Enanos”.
Sin embargo, esas historias, aunque aún resuenan en ciertos círculos, han quedado atrás. Hoy, Elarba ha reinventado su perfil y se presenta como el todopoderoso “Zar de la basura” en Caracas, una posición que ha consolidado mediante su influencia sobre la empresa FOSPUCA. Paralelamente, es uno de los principales promotores del partido político Fuerza Vecinal, lo que le ha otorgado un estatus de virrey no oficial en el sureste capitalino.
De las cloacas del poder a las cloacas urbanas
Antes de consagrarse con FOSPUCA, Elarba ya había incursionado en el negocio de los desechos sólidos a través de vínculos comerciales con empresas como BASURVENCA, propiedad de Danilo Díazgranados, y CAUVICA, cuyo presidente —o ex presidente— es Carlos Uzcátegui Valero. Este último no solo es hermano de la célebre difunta Chana, sino también tío del estafador serial Pedro Castillo, y padre de Carlos José Uzcátegui, casado con Gabriela Gill Márquez.
Gabriela es hija de Carlos Gill Ramírez, actual presidente de Corimon y hermano de Víctor Gill Ramírez, presidente de Fondo Común. Todos ellos forman parte de la élite conocida como la Boliburguesía venezolana —ese selecto grupo que ha amasado poder y fortuna a la sombra del chavismo.
Una red de alianzas con el poder
Los Gill Ramírez no necesitan tarjeta de presentación. Su cercanía con el poder y sus vínculos con el chavismo son ampliamente conocidos. Además, mantienen una clara inclinación por establecer lazos familiares con otros miembros de la élite boliburguesa. Como ejemplo, la sobrina de Carlos Gill Ramírez, María Gabriella Gill, está casada con el llamado bolichico Luis Alfonso Oberto Anselmi, actualmente bajo proceso penal en cortes federales de los Estados Unidos.
¿Crónica de una mafia anunciada?
Las conexiones entre empresarios, políticos, operadores judiciales y familiares que rodean a José Simón Elarba dibujan un retrato claro de cómo se entretejen los hilos del poder en la Venezuela contemporánea. Lejos de la legalidad y la transparencia, lo que se asoma es una red mafiosa con tentáculos en todos los niveles: desde la basura que se recoge en las calles hasta las decisiones que se cocinan en los despachos del poder.
Centrando ahora la mirada en el entorno más cercano de José Simón Elarba, destaca la figura de su hijo político, cuya conexión familiar lo vincula directamente con Carlos Uzcátegui Valero, expresidente del Centro Simón Bolívar y antiguo propietario de CAUVICA, una empresa recolectora de basura con operaciones a nivel nacional. Esta compañía, según registros, recibió una licitación en una alcaldía del estado Monagas por parte de FOSPUCA bajo condiciones insólitas: veinte mil bolívares y un vehículo Toyota Corolla usado. Y aunque esta operación ya resulta llamativa, apenas roza la superficie del historial irregular de CAUVICA, empresa acusada de dejar pasivos laborales impagos y de emitir facturaciones millonarias por pesajes de basura altamente cuestionables.
Socios de la sombra
La afinidad de Elarba con personajes de dudosa reputación no es un fenómeno reciente. Su relación comercial con Carmelo De Grazia Urdaneta, hoy prófugo de la justicia venezolana, es de larga data. Ambos compartieron intereses y negocios, consolidando un patrón de alianzas con individuos vinculados a tramas de corrupción y enriquecimiento ilícito.
Pero la red de vínculos de Elarba va más allá de las empresas de basura. Danilo Díazgranados, uno de sus socios históricos, y el propio Elarba, formaron parte de la junta directiva del diario El Nacional, junto a Miguel Henrique Otero Castillo, actual director del medio. Esta triada empresarial termina entrelazada con la controversia judicial que llevó al embargo de la sede del periódico tras perder una demanda penal y posteriormente civil con Diosdado Cabello. Este fallo también afectó la Quinta Macondo, residencia histórica del escritor Miguel Otero Silva.
Víctima o jugador del sistema
En este contexto, surgen interrogantes que aún no tienen respuesta clara. Si Elarba y Díazgranados eran socios de Otero, ¿por qué este último no logró una conciliación con Cabello para proteger su patrimonio? ¿Por qué, pese a sus conexiones con el poder, Otero Castillo se presenta como víctima y perseguido del régimen venezolano, y busca ser incluido en demandas internacionales contra el Estado, alegando compensaciones por “pérdidas materiales”?
Del periódico al despacho del poder
La cereza del pastel es, sin duda, el actual papel de Jorge Makriniotis, hijo de Antonieta Jurado y exgerente general de El Nacional, quien hoy día funge como asistente personal de José Simón Elarba. Un cambio de bando tan abierto como grotesco, que deja en evidencia cómo las lealtades en la Venezuela del poder y el dinero son altamente flexibles, cuando no meramente transaccionales.
Amnesia Colectiva
En los últimos años, el abogado y magnate venezolano José Simón Elarba ha incrementado notablemente su exposición mediática como presidente de Fospuca, la empresa encargada de la recolección de desechos sólidos en tres de los municipios más importantes del este de Caracas: Chacao, Baruta y El Hatillo. Recientemente, también se ha vinculado con Bancamiga, ampliando aún más su influencia en sectores clave de la economía venezolana.
Para mantener esta posición privilegiada, Elarba invierte miles de dólares en comprar conciencias, silencios y complicidades. Sus fiestas y obsequios para periodistas —tanto en su día como en Navidad— son descritas como las más ostentosas de la capital, donde el lujo se convierte en moneda de intercambio para asegurar cobertura favorable o, al menos, la omisión estratégica de su nombre.
El poder de las relaciones
Elarba es socio del influyente bufete caraqueño Gadea, Lesseur & Asociados, según reveló el portal de investigación Armando.info. En esa firma también trabaja Gerardo Blyde, exalcalde de Baruta y quien fuera vocero de la oposición en la Mesa de Negociación con el chavismo en Ciudad de México. La relación entre lo jurídico, lo político y lo empresarial se vuelve, en este caso, casi indistinguible.
También fue accionista del diario El Nacional, consolidando una estrategia mediática que le ha permitido estar en todos los frentes del poder: institucional, político, financiero y comunicacional.
Elarba nunca ha ocultado su cercanía con personajes oscuros del chavismo. Ha reconocido públicamente su amistad con Carlos Erick Malpica Flores, extesorero de la República, exvicepresidente de Finanzas de PDVSA y sobrino de la primera dama Cilia Flores. Malpica ha sido sancionado por el gobierno de Panamá por delitos de blanqueo de capitales y financiamiento al terrorismo.
Y la lista no termina ahí. También figura entre sus relaciones el empresario Raúl Gorrín, presidente del canal Globovisión, sancionado por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de los EE. UU. Sin embargo, Gorrín y su esposa fueron posteriormente excluidos de dicha lista tras colaborar con la CIA y proporcionar delaciones clave al Departamento de Justicia estadounidense, según revelaciones del mismo portal
Un país sin memoria
En un país donde las lealtades se reconfiguran al ritmo del dólar paralelo, la amnesia colectiva se convierte en política de Estado no oficial. Elarba, con sus relaciones, su dinero y su red de influencia, representa un caso emblemático de cómo el poder y la corrupción conviven cómodamente bajo el manto del olvido voluntario.
PDVSAcripto: del basurero al banco
José Simón Elarba no solo ha amasado fortuna desde el negocio de la recolección de basura, sino que también figura en uno de los mayores escándalos financieros vinculados al saqueo de PDVSA: el esquema conocido como PDVSAcripto.
En este caso, Elarba fue socio y cómplice del hoy prófugo Carmelo De Grazia Urdaneta, y participó junto a figuras de peso como Tareck El Aissami y Samark López Bello, ambos bajo investigación internacional, en una operación milmillonaria para desfalcar a la estatal petrolera venezolana. Este esquema utilizaba criptomonedas para desviar recursos públicos bajo el pretexto de evadir sanciones, convirtiéndose en una sofisticada red de corrupción financiera.
Un ascenso inexplicable
Tras la caída en desgracia de sus socios, y cuando muchos esperaban que su nombre también apareciera en expedientes judiciales, Simón Elarba fue “premiado” con la presidencia de un banco venezolano, sin mayores explicaciones ni objeciones institucionales. En una jugada que ha generado indignación entre analistas y denunciantes de corrupción, logró eludir —al menos “por ahora”— la acción de la justicia venezolana.
Este movimiento ha sido interpretado por muchos como una muestra más de la impunidad selectiva que rige en el país: los operadores útiles sobreviven al escándalo y terminan reciclados en nuevas posiciones de poder.
Bajo la lupa internacional
El historial de Elarba no ha pasado desapercibido en el extranjero. Según diversos portales de investigación —como Reporte de la Economía, Hable, Ciudad Gótica News y El Publique—, transacciones sospechosas y actividades vinculadas al lavado de dinero lo han colocado bajo la mirada del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.
Además, informes recientes denuncian que Elarba ha ampliado sus operaciones hacia el estado de Florida, a través de una empresa con características similares a las de Fospuca, en lo que se describe como una potencial «lavandería» financiera con fachada legal en territorio estadounidense.