(21 de abril del 2025. El Venezolano).- Tras la muerte del Papa Francisco, la Iglesia convoca al “cónclave”. El cónclave para la elección de un Papa proviene del latín “cum clave” es decir “con llave”, en referencia a la sala antiguamente cerrada donde se reunían los cardenales y es una institución que se remonta al siglo XIII.
Ninguno de los textos que rigen su desarrollo exige que los cardenales elijan una personalidad presente en el lugar. Los cardenales podrían, teóricamente, elegir a un par suyo ausente del cónclave por un motivo válido, pero también a un religioso que no fuera obispo, aunque en este último caso el elegido tendría que ser ordenado primero obispo antes de acceder al trono de San Pedro.
Según la tradición católica San Pedro, el primer Papa en la historia de la Iglesia, fue designado directamente por Jesucristo, luego indicó a sus colaboradores más cercanos quienes se convirtieron en el segundo, tercer y cuarto Papa, estos fueron Lino, Cleto, Clemente y Sixto. Todos ellos murieron martirizados.
El cónclave de hoy, sin embargo, ofrece todas las comodidades necesarias a los cardenales, quienes disponen de ellos de una habitación para cada uno en la casa de Santa Marta que Juan Pablo II hizo restaurar durante su pontificado, y que es la que el papa Francisco eligió como vivienda permanente en lugar de las estancias papales del sacro palacio apostólico.
La elección de un papa comienza con la llegada de los cardenales a la capilla Sixtina a la que ingresan recitando el cántico “veni creator”. Una vez llegados todos, el cardenal camarlengo irá hasta las puertas de la Sixtina y mientras las cierra pronunciará estas palabras: “Extra omnes” es una frase en latín que significa “todos fuera” o “que no quede nadie”. Se utiliza en el ritual del cónclave para marcar el inicio de la clausura de los cardenales en la Capilla Sixtina. Luego cada cardenal hará el juramento con las manos sobre los Evangelios diciendo: “Et ego …cardinalis… spondeo, voveo ac iuro silentium” (yo, … cardenal … prometo, me obligo y juro silencio) añade: «Sic me Deus adiuvet et haec Sancta dei Evangelia quae manu mea tango» (Que Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano).
Luego todos dicen el juramento en común, pronunciado en latín “Nosotros los cardenales electores presentes en esta elección del Sumo Pontífice prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y escrupulosamente todas las prescripciones contenidas en la constitución apostólica del sumo pontífice Juan Pablo II “Universi Dominici Gregis”. Igualmente prometemos, nos obligamos y juramos que cualquiera de nosotros que, por divina disposición, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desarrollar fielmente el Munus Petrinum de Pastor de la Iglesia Universal y no cesará de afirmar y defender hasta la extenuación los derechos espirituales y temporales, además de la libertad de la Santa Sede. Sobre todo, prometemos y juramos observar con la máxima fidelidad y con todos, ya sea clérigo como laico, el secreto de todo aquello que en cualquier modo concierne a la elección del Romano Pontífice y todo lo que ocurre en el lugar de la elección y se refiera directa o indirectamente al escrutinio. No violar en manera alguna este secreto tanto durante como tras la elección del nuevo pontífice, a no ser que el mismo pontífice confiera explícita autorización; jamás apoyar interferencias, oposición u otra forma de intervención con la autoridad secular u otro grupo de personas que quisiera interferir en la elección del Romano Pontífice”. Y comienza la elección.
Cada cardenal tiene una papeleta donde escribe el nombre que desea, lo dobla en vertical y lo alza para que todos lo vean. Uno por uno, se dirigen hacia al altar y dice en voz alta: “Testor Christuum Dominum, qui me iudicaturus est, me eum eligere, quiam secundum Deum iudico eligi debere” («Pongo por testigo a Cristo Señor, que me juzgará, que doy mi voto al que, según Dios, considero que tiene que ser elegido»). La papeleta se deja en una patena y una a una se van depositando en una urna. Al comenzar el escrutinio, las papeletas se van introduciendo en otro cáliz. El recuento se realiza recitando a viva voz el nombre de los elegidos y cada voto se anota en un registro. Los formularios son revisados por tres cardenales antes de ser quemados en una estufa. Si sale humo negro, no hay papa, si es blanco, hay nuevo pontífice. Se requieren dos tercios de los votos de los cardenales electores. El elegido, una vez dado su consentimiento, es el nuevo Papa de la Iglesia Católica, indica nota de Infobae.