(27 de octubre del 2020. El Venezolano).- Al cumplirse cuatro años del fallecimiento de Nelson Pinedo, el Almirante del Ritmo, Andrés Salcedo, autor de una novela sobre el cantante, de próxima aparición, nos cuenta la génesis de una obra que incluye además un segundo libro con el relato del médico Ricardo Campanella que lo atendió en su clínica de Valencia, Venezuela. El médico nos da cuenta de las charlas que sostuvo con el almirante en sus pocos momentos de lucidez y con su esposa y sus dos hijos durante el tiempo que duró su agonía.
Desde temprano, desde las canciones de Daniel Santos que sonaban día y noche en los traganíqueles de la calle Caldas y se convirtieron en himnos de los marihuaneros de mi barrio, desarrollé una sincera relación de amor con la Sonora Matancera, que se transformó en pasión cuando Nelson Pinedo, el Almirante del Ritmo, se vinculó a la histórica agrupación cubana.
Cuando el almirante murió, tras largo padecimiento, telefoneé muchas veces con mi amigo Ricardo Campanella, el médico colombiano que lo rescató del cerro caraqueño donde el cantante y su familia llevaban una existencia miserable y lo internó en su clínica de Valencia, la capital del estado Carabobo, permitiéndole despedirse dignamente de este mundo. En ese momento, la salud de Nelson ya estaba muy deteriorada. Durante el tiempo que duró el desesperado pero ya infructuoso tratamiento final, Ricardo alojó en su casa a la esposa y los dos hijos del almirante para que pudieran estar cerca de él en sus días finales, hermoso ejemplo de lo que es capaz un corazón humano. Maritza Martínez, la esposa venezolana de Ricardo, cumplió un papel destacado en ese acto de generosidad y nobleza.
Tras la muerte del almirante, Ricardo, su esfuerzo y el concurso de su hermano Saul y el apoyo del amigo Ley Martin, lograron ayudas de la Alcaldia de Barranquilla, y las asociaciones de Interpretes y autores, Acimpro y Sayco, respectivamente, ayudas económicas, las cuales les compró a la viuda y los dos hijos un apartamento en Valencia. La alcaldía de Barranquilla también les había ofrecido una vivienda en la ciudad; pero ellos optaron por quedarse en Venezuela, un entorno que les era más familiar. La manía de Nelson de mantener aislada a su familia, impidió que su esposa y sus dos hijos construyeran un vínculo con la ciudad donde él nació.
La muerte del almirante nos golpeó duro, sobre todo a Ricardo, que fue testigo directo de su agonía. Al poco tiempo, Ricardo se radicó con su familia en Barranquilla por lo que nuestras charlas se convirtieron en asunto casi cotidiano. Un día empezamos a preguntarnos sobre el papel que el almirante había jugado en nuestras vidas. Nelson fue, durante muchos años, mi ciudad, mi barrio, mi país. Mi vida, como la de Ricardo, como la de muchos colombianos, está llena de recuerdos ligados a su voz.
En medio de esas charlas nació la idea de publicar un libro, o, mejor, dos libros en uno. Para empezar, logramos el apoyo del hermano de Ricardo, Saúl Campanella, un empresario musical de mucho prestigio y que conoció de cerca al almirante. Su aporte al proyecto fue decisivo.
Después de discutirlo semanas enteras, los hermanos Campanella y yo resolvimos que sería interesante balancear dos historias distintas, una verdadera y otra inventada, con el mismo personaje como protagonista. Del Nelson real se ocuparía Ricardo, no podía ser otro, a él le tocó fundir la vida y la muerte del almirante y además, en esos dramáticos diecisiete días que luchó por prolongar su vida cuanto lo permitiera la ciencia médica, tuvo la oportunidad de hablar con él en sus escasos momentos de lucidez y con su familia, por lo que pudo enterarse de muchos aspectos desconocidos del artista.
Como a mí me tocaba construir un almirante infiel al original decidí improvisar la historia, como quien sopla su instrumento en una de esas descargas imaginativas que arman los músicos a deshora, cuando se salen de los papeles y vuelven a ser niños. Para empezar, mi almirante tiene muy poco, por no decir nada, del mito sexual imaginado por los miembros de la barra de la placita San Mateo, el lugar donde yo me crié. En mi historia, los personajes de su entorno están ligera o calculadamente distorsionados. A otros los incluí porque creí que pudieron haber existido y le venían bien al relato. El resultado es una suma de voces, cada una con su propio acento nacional y su tumbao, una free session coral, babélica, decibélica, rebolérica.
Nacer y crecer en Rebolo le dejó al Almirante la impronta de la bacanidad suprema, de la bacanería, como prefieren decir los barranquilleros, quizá porque la consideran una ciencia. Vivir junto a un arroyo de aguas servidas y crecer entre tanto bacán dicharachero y morisquetero, le dio eso que otro hijo del barrio, Aníbal Velásquez, genio de la guaracha en acordeón, llamó: el sucundún.
Mi relato es ficción pura. Aunque contenga hechos y situaciones reales de la vida de Nelson, no es una biografía. En mi historia predomina de tal manera lo inventado que a veces no encajan ni las épocas, ni las fechas, ni siquiera las nomenclaturas de las ciudades que son escenarios de la historia: Barranquilla, La Habana, Caracas. La mayoría de las situaciones y los personajes de mi historia pertenecen más a mis ensueños que a la vida real. Y una confesión final: en el relato mantuve un orden orquestal, como tiene que ser: el almirante canta adelante y los demás hacemos los coros atrás. Coros de tragedia griega, de bembé cubano y de sucundún rebolero. Y, como no podía ser menos, mientras escribía me fue acompañando, desde el fondo de la memoria, el coro inmortal de Bienvenido, Rogelio y Caíto.