(28 de agosto del 2021. El Venezolano).- “Mas pobres que Haití”, esa es la alarmante conclusión a la que llegan los analistas de los órganos internacionales que miden el comportamiento económico y social de las naciones del mundo. El balance para Venezuela es fatal. Hemos llegado a niveles de pobreza jamás imaginables, al extremo de que ahora somos más pobres que el país que siempre aparecía ocupando el primer lugar entre los más pobres: Haití. Así como lo leen. Descarnadamente revelado en cifras que no son la sumatoria de maquillajes ni de manipulaciones, son los números que ponen al descubierto la tragedia humanitaria que padece nuestro país y sus millones de ciudadanos que deambulan por el planeta y la mayoría que trata de resistir adentro, en un territorio tomado por los más peligrosos grupos delincuenciales.
Con datos irrefutables lo decía el destacado analista venezolano Moisés Naim, al expresar que “las tragedias de América Latina las conocemos, y en estos momentos su expresión más aguda de tragedia son Nicaragua y Venezuela”. Naim agrega en su diagnóstico a Perú, para concluir afirmando que “esos son los tres países que tienen mucha inestabilidad interna y están irradiando inestabilidad internacionalmente”. Y tiene razón Naim, sería acusar ceguera no observar como “la catástrofe socioeconómica de Venezuela está irradiándose a otros países a través de los refugiados, pero también a través del activismo de Nicolás Maduro y su régimen en otros países de América Latina”.
Leía ayer el parte del economista David Licheri, que circula por las redes, en el que se da cuenta que “los migrantes y refugiados venezolanos generan un impacto fiscal neto de 139 millones de soles, unos 35 millones de dólares, en Perú”. Mientras tanto, en Venezuela, el dólar sigue ganando terreno en medio de una cada vez más grave incertidumbre monetaria que nos deparan noticias como estas reseñadas por el Diario La Prensa, de Barquisimeto: “Los productores del estado Lara usan sus cosechas como método de pago debido a la escasez de efectivo, las fallas en la conexión a Internet para hacer las transferencias electrónicas y la devaluación del bolívar. Estas personas costean desde lo esencial para sobrevivir, hasta el combustible o las consultas médicas”. Esas noticias indican, además, que “los habitantes de las parroquias Guárico, Hilario Luna, Luna y Anzoátegui desde hace dos años cambian el café por otro producto o servicio. “El precio del kilo de café molido cuando no hay cosecha equivale a un dólar. Un pasaje desde Guárico hacia Barquisimeto vale tres dólares. Es decir, se paga con tres kilos de café para ir a la capital y abastecerse de insumos”, esa es la revelación que hace el productor cafetalero Luis Artigas.
La pobreza es la regla general en un país que era inmensamente rico y que ahora tiene a sus pensionados y jubilados dependiendo de una pensión de 7 millones de bolívares, que cuando se transforman en centavos de dólar, no pasan de 1,6 dólares, y bien se sabe que ese monto no les alcanzará ¡ni para la comida!, teniendo en cuenta que “la canasta de alimentos en divisas alcanzó en julio su máximo histórico de 303,08 dólares (más de 1.000.000.000 de bolívares) para una familia de 5 miembros”. Esas son estimaciones del Observatorio Venezolano de Finanzas, asegurando que “el precio aumentó 44,32% desde noviembre de 2020 y 20,6% desde enero de 2021”.
Otro peso monumental que tiene Venezuela sobre sus espaldas es la deuda externa, cuyo monto, según el economista José Manuel Puente, para remediarla, “se va a necesitar mucho más de lo que te pueden prestar. Pero tenemos que hacer lo que podamos con lo que consigamos. Solamente pagar la deuda vencida son cerca de 32.000 millones de dólares. Hasta que te pongas al día, los mercados van a estar cerrados para tí, para emisión de nueva deuda”. Me limito a transcribir, textualmente, esta explicación del Dr. Puente, que ayuda a comprender, con su sencillez, el tamaño ya no sólo de la deuda externa, sino del desafío que tenemos por delante, una vez caiga la tiranía y nos dispongamos a recuperar a Venezuela.