(20 de diciembre del 2020. El Venezolano).- Cuando Fidel Castro llegó al poder en Cuba y luego de fracasar en su intento por apoderarse de Venezuela por la vía de la violencia, entendió que había que penetrar todos los estamentos de las fuerzas vivas de la América hispana, labor que extendió al continente africano con mucho éxito.
Para tal misión creó un organismo llamado “Departamento América” y al frente de él colocó a un siniestro personaje llamado Manuel Piñeiro, conocido popularmente como “El Comandante Barbarroja”. Barbarroja llegó a tener tanto poder dentro de la Cuba de los Castro, que se dice que fue el único ser humano a quien Fidel llegó a temer. Al final, como le sucedió a muchos, incluyendo al “Comandante Eterno”, Hugo Chávez… a Michael Manley (de Jamaica), a Forbes Burnham (de Guayana), a Agustinho Neto (de Angola), a Camilo Cienfuegos (de Cuba) y al propio Che Guevara (de Argentina)… entre muchos otros de menores cuantía, a Piñeiro “le modificaron la salud” en un extraño accidente automovilístico el 11 de marzo de 1998. Piñeiro jamás manejó un vehículo automotor, pero el día en que se le “ocurrió” hacerlo: se le atravesó en su camino el único árbol que se encontraba a 100 kilómetros a la redonda.
Piñeiro fue sucedido por Marta Harnecker, su esposa, una chilena de padres austríacos que tuvo que exiliarse en Cuba tras el derrocamiento de Salvador Allende. Marta, en sus inicios, fue la secretaria de Piñeiro en el Departamento América. Con Barbarroja tuvo una hija de nombre Camila. La chileno-austríaca-cubana, luego venezolana… y tal vez estadounidense durante la administración Obama, le dio el pitazo a Castro sobre las intenciones de Piñeiro, su esposo, en cuanto a darle un golpe de estado, en una especie de “quítate-tú-pa’ponerme-yo”, a Fidel Castro, como ha sucedido en la Venezuela reciente con los generales Baduel y Rodríguez Torres.
Harnecker, por cierto, fue enviada a Venezuela por Castro y se convirtió en la “ideóloga de la Revolución Bolivariana”. El grueso de los venezolanos no tiene la más mínima idea de quien fue esta “señora” que murió junto a su nuevo esposo en Canadá el 15 de junio de 2019. Chávez no decía una palabra sin consultarle e, increíblemente Obama: ¡tampoco! Durante la administración de Barack, Marta se instaló en sus “headquarters” de Baltimore y desde ahí “dictaba líneas”.
Manuel Piñeiro, alias “Barbarroja”, hizo una extraordinaria labor infiltrando a cualquier cantidad de organizaciones gubernamentales, no gubernamentales, eclesiásticas, universitarias y militares, a lo largo y ancho de la América hispana.
A finales de 1978, Piñeiro le sugirió a Castro que le vendiera a Carlos Andrés Pérez la idea de la firma de un convenio sobre la reunificación de la familia cubana en (el “exilio”) Venezuela. El convenio fue firmado por CAP, pero honrado por Luis Herrera Campins, ya que a Pérez no le dio tiempo de ejecutarlo. Precisamente, el Presidente Herrera me nombró comisionado presidencial para supervisar el mencionado convenio, a quien sugerí, meses después: ¡eliminarlo!
Gracias a ese convenio Castro logró infiltrar, a través del Departamento América, a las más importantes instituciones venezolanas: comenzando por los dos grandes e importantes partidos políticos de entonces (AD y COPEI), las universidades (en especial La Universidad Católica Andrés Bello), el poder legislativo y judicial venezolano y, específicamente: ¡a las fuerzas armadas venezolanas!
Gracias a ese convenio, Castro inundó a Venezuela – especialmente a la ciudad capital de Caracas – de agentes de la seguridad del estado cubano. Logró un programa de invitación a Cuba, a través del cual participaron centenares de jóvenes “prometedores”, entre ellos: Adán Chávez y un muchachón llamado Nicolás Maduro Moros, quien todavía no sabemos si es colombiano, venezolano: ¡o qué!
Por cierto… un proyecto similar de invitaciones a jóvenes de la América hispana se llevó a cabo en otros países como Colombia. Uno de los invitados fue, “coincidencialmente”, Juan Manuel Santos, quien llegaría a ser presidente de nuestra hermana república.
Pero la infiltración llegó a los más altos niveles de la institución castrense venezolana, llegando a infiltrar a la Corte Marcial, en la figura del General Elio García Barrios y entre muchos otros, al director de la DIM (Dirección de Inteligencia Militar), que para entonces estaba a cargo del General Herminio Fuenmayor; sin dejar de mencionar a quien fuera ministro de la defensa durante la asonada contra CAP: ¡Fernando Ochoa Antich!
Para cuando nos vinimos a dar cuenta: ¡ya el daño estaba hecho! La sociedad venezolana… o lo que a Venezuela representaba, estaba saturada de castro-estalinistas y así lo podemos apreciar en el tristemente-famoso “Manifiesto de Bienvenida a Fidel Castro”, firmado y publicado en febrero de 1989 por 911 individuos, supuestamente la crema y nata de la intelectualidad venezolana, muchos de ellos profesores universitarios, políticos y periodistas: ¡generadores de opinión!
Pero la infiltración militar e ideológica cubano-castrista no se limitó al subcontinente americano. África se convirtió en un importante objetivo para Fidel Castro y su revolución. Fue así como el Departamento América abrió otro “capítulo” para socavar a numerosas neo-repúblicas del continente negro. Uno de los objetivos de Castro fue Angola, la cual recientemente se había independizado de Portugal.
Fue en Angola donde Castro creó el E.C.O. (Ejército Cubano de Ocupación), colocando al frente a un fiel coronel de nombre Francisco Javier Salado Villacín, recientemente fallecido.
Cuando Hugo Chávez fue colocado por los Castro al frente del régimen venezolano, el Coronel Salado Villacín fue instalado en el 4to piso del entonces-Hotel Anauco Hilton, que luego cambió el nombre para “Hotel Alba”, donde se constituyó el verdadero poder militar de Venezuela.
Salado Villacín, con su uniforme y brazalete del E.C.O., desayunaba todos los días – descaradamente – al lado de la piscina del Hotel Hilton, que ahora también lleva el remoquete de “Hotel Alba”. Ahí este coronel comenzaba su jornada de destrucción.
Cuando José Vicente Rangel, hoy moribundo, fue ministro de la defensa en Venezuela, sacó a los oficiales “americanos” del Fuerte Tiuna y colocó a los “oficiales políticos” cubanos en la mayor base militar venezolana. Desde ahí, los “oficiales políticos cubanos” (muchos de ellos de bajo rango), comenzaron a darles órdenes a los altos oficiales venezolanos: ¡el mandado estaba hecho!
La línea castrense en Venezuela, como todo lo demás, le llegaba a ese país desde la isla caribeña. Nada se movía sin las órdenes de los Castro. Cuando se veía un “movimiento extraño” – ya muerto Piñeiro – en Venezuela, Fidel enviaba a Ramiro Valdés, alias “Charco de Sangre”, para que pusiera orden. Muchos cubanos se disfrazaron con el uniforme de la Guardia Nacional y dirigieron así los contingentes que aplacaron todos los conatos de sublevación en las calles de muchas ciudades y pueblos venezolanos.
Los militares cubano-castristas instauraron un férreo sistema de control dentro de los cuarteles. Ese control fue tan minucioso que no se podía enviar un fax sin que fuese aprobado, primero, por un “oficial político” cubano. En una ocasión un oficial venezolano fue degradado porque envió un fax solicitando nuevos uniformes para su tropa, sin que ese fax fuese aprobado, previamente, por un “oficial político” cubano.
El control dentro del estamento militar venezolano, o lo que queda de él, ha sido absoluto. Aquellos venezolanos que creen que podrán liberar a Venezuela del narco-castroestalinismo internacional con la ayuda de los militares venezolanos, no tienen la más mínima idea de cómo se bate el cobre dentro de nuestros cuarteles.
Los organismos militares cubanos, dentro de Venezuela, saben cómo detectar cualquier movimiento incipiente insurreccional organizado por la clase castrense venezolana. Para eso promueven, de “mentirita”, movimientos disidentes con el fin de detectar quiénes se muestran afectos a ellos. Las prisiones militares en Venezuela están hoy abarrotadas de oficiales venezolanos, de diferentes rangos que cayeron en la trampa. El estamento militar, como el pueblo venezolano de hoy, no tienen el conocimiento como para enfrentar a tamaño monstruo de mil cabezas. Unidos a una “milenaria” experiencia maléfica, los cubano-castristas cuentan con cipayos civiles venezolanos que se prestan, desde el “oficialismo” y la “oposición”, para asegurar que no se mueva nadie indebidamente, sumergiendo a Venezuela en un absoluto estado de indefensión total