(29 de noviembre del 2020. El Venezolano).- “Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir. Pero soy duro con él, le digo: quédate ahí dentro. No voy a permitir que nadie te vea” Charles Bukowski (Alemania 1920-1994 EEUU)
Al escritor francés Michel Pastoureau le costó dos años de investigación y 200 páginas poder describir el color azul, su historia e implicaciones. A través de su libro “Azul, historia de un color”, Pastoureau (2010) prueba que en la antigüedad ese color era poco apreciado, rara vez utilizado, carente de interés. Hasta que en la edad media comenzaron a usarlo los reyes. De allí la asociación con la categoría “sangre azul”. Ese color simboliza la mente, la noche, la serenidad. La piedra preciosa más valiosa es el lapislázuli. Hoy en día ese color representa los grandes consensos mundiales: La ONU, UNESCO y la Unión Europea. En Estados Unidos y Canadá, la hora azul, es la hora de salida del trabajo al final de la tarde, momento de entrada a las tabernas, bares o cafés para compartir un trago relajado, disfrutar el solaz. Azul es el color de la Virgen María y sus seguidores en el mundo católico. Representa el mar insondable y el cielo infinito. Es el nombre de la forma musical más sensual: el blues, creado por los afroamericanos, a quienes llamaban “los azules”.
Con el epíteto azul, Monseñor Ocando Yamarte describió el timbre vocal de Daniel Méndez, cuando éste participó en el Festival “La Voz del Zulia”, en el año 1974. En ese momento lo llamó “el niño de la voz azul” y decía: “él no tiene voz blanca (infantil), su sonoridad muestra las graves tonalidades, como la de un fagot”. Por ello, lo comparó con los tonos profundos del color azul.
Daniel nació en San Francisco el 29 de noviembre de 1962, el año que inauguraron el Puente sobre el Lago y la emblemática fábrica de cemento. Hijo de Alirio Méndez en Aura Bohórquez, quienes conformaron una extensa familia, muy musical. Es muy grato recordar sus primeros éxitos como solista, cuando era tan pequeño, que le colocaban un banquito para que alcanzara los micrófonos.
“Mi gaitica” en 1973, “Bodas de plata” de uno de sus compositores emblema, Ramón Rincón; el tema “Para qué voy a la escuela” de la autoría de William Atencio, de 1974, con el que, contando con sólo doce años de edad, mostró mucha madurez al cantar:
“Mi mamacita, no puede ser
que te hayas ido así,
te alejaste de mí, no puede ser.
El amor puro que yo te daba
no te bastó
te fuiste sola para otro mundo
a buscar a Dios donde hay amor”
(Ramón Rincón, 1974)
Otro éxito nacional fue el tema “Carta al niño Jesús”, compuesta en 1975 por quien sería su mejor amigo y tutor artístico, Astolfo Romero:
“Niño Jesús
la carta tradicional
no te la voy a mandar
porque no quiero juguetes,
tan solo quiero pedirte
si puedes meter la mano
por tanto venezolano
sin esperanza, ni suerte”
(Romero, 1975)
En el conjunto Zagalines del Padre Vílchez, compartió los escenarios con Enrique y Erick Quiroz, Luis Germán Briceño, Franklin Paz, las hermanas Merly y Magda Guerra y las hermanas Xiomara y Yumina Quiroz. Todos eran adolescentes que comenzaban su tránsito por el mundo artístico. En el año 1975, viajaron a México acompañando al campeón Betulio González, boxeador oriundo de San Francisco. Iba a su pelea con el púgil nativo de Yucatán, Miguel Canto Solís, hecho que los catapultó en las notas de farándula. El combate se realizó en Monterrey el 25 de mayo.
Los pequeños pastorcitos crecieron y se convirtieron en zagales del canto gaitero. Así nació en el mes de octubre de 1977 su segunda agrupación: Zagales del Padre Vílchez. El presbítero Luis Guillermo Vílchez Soto, nativo de El Caimito, municipio Miranda, cumplía 25 años como párroco en San Francisco, con un apostolado transformador. Edificó la escuela, el liceo, amplió la iglesia y la casa cural. Llenó de gaitas al Zulia entero.
Con los Zagales, gaiteros más maduros, Daniel consiguió éxitos icónicos: “Gaita brava, gaita humilde”, “Reina del folclor”, “Rapsodia gaitera” de Jairo Gil en 1979, galardonada como “Gaita del año”:
“Te quiero gaita querida
como si fueras mi hija
tus versos me regocijan
tu estribillo me estremece
y mi sangre se enardece
con tu savia cantarina
tan natural y genuina
que mi cuerpo
se adormece y se queda quieta
como arrullada por eterno
amante en las madrugadas”
(Jairo Gil, 1979)
Con esa divisa sanfranciscana de la gaita, grabó en 1981 importante tema dedicado a la “guerra fría” generada entre las potencias imperiales estadounidense y soviética, de la autoría de Miguel Ordoñez, llamado “Apocalipsis”:
“¿Por qué?
Por qué destruyen al mundo
cuál es la razón de ser
el hombre va a perecer
la destrucción va a vencer
morirá lo más fecundo.
¿Cuál es la razón señor
que asesinen inocentes?
De forma cruel e inclemente
siembran el odio y rencor”
(Miguel Ordoñez, 1981)
Esa nueva agrupación era distinguida, tenía clase, mucho garbo, algunas veces cantaban sentados, siempre bien trajeados, bajo la dirección musical de Panchito Fuenmayor, su bajista. Tenían dos voces femeninas, Magda y Merly Guerra; y dos masculinas, Alberto León y Daniel Méndez. Hacían sus coros polifónicos, de gran belleza melódica.
Por esos años ochenta, fuera de la temporada gaitera, Daniel cantaba otras formas musicales latinoamericanas: boleros, tangos, valses paraguayos y peruanos, canciones del Caribe. Recuerdo haberlo visto en la Fuente de Soda “Don Pancho” ubicada en la urbanización La Coromoto. Me impresionaba oírlo cantar tangos con tanta solvencia, pulcra afinación. Su timbre baritonal era el más apropiado para el canto de arrabal porteño. Dueño de un estilo sobrio, que reflejaba hasta en su vestir de saco, de estampa gardeliana. De tez mozárabe, su aspecto arábigo, cantaba sin animar las gaitas, sin hablar, ni gritar entre los versos; un cantante muy austero.
Ramón Soto Urdaneta, el respetado cronista y locutor gaitero sanfrancisquense, me confesó que él fue testigo de la propuesta que le hizo Enrique Hidalgo, el exitoso músico oriental, a Daniel Méndez de producirle un álbum de boleros. La propuesta que desafortunadamente no se concretó, es un testimonio que nos habla del talento que posee el apreciado barítono de San Francisco.
A principios de la década de los ochenta grabó un álbum dedicado a las madres, con valses y danzas de autores zulianos. Eran temas inéditos de gran valía musical. Eso ayudó a consolidar su prestigio de cantante excepcional.
En 1983 se fue con su maestro Astolfo Romero a refundar Gaiteros de Pillopo, agrupación que había creado en 1981 el empresario Luis Adolfo Camacho y había pegado el tema “El superior” interpretado por Argenis Carruyo. En esa ambiciosa empresa los acompañó Danelo Badell, así lograron crear un triunvirato de cantantes exitosos, que dieron un nombre nacional a la agrupación. Sus temas sonaron en todo el país: “La píldoras del Laverán”, “El paludismo”, “Ofrenda”, “Los Botelleros”:
“Arre, dale a la carreta
que hay un sol malasangroso
vení chacho fastidioso
y vos también negra bella
pa´ cambiarte una botella
por los mamones sabrosos”
(Miguel Ordoñez, 1986)
Astolfo “El parroquiano” afirmaba que los disqueros caraqueños se asombraron porque Gaiteros de Pillopo, actuando en los escenarios de la Caracas, domaba al público fiero con gaitas tradiciones, sin tamboreras, ni fulías, sin instrumentos ajenos a la más ortodoxa tradición. Por ello nació su sólida reputación y jerarquía como agrupación.
En 1986 Daniel aceptó la invitación del empresario Jesús Ángel Urribarrí Martínez para formar parte de Cardenales del Éxito, con la égida musical de Astolfo Romero. Sin duda, la agrupación más estelar que hemos tenido. Con ellos grabó como solista los clásicos: “Entre palos y alegrías”, “Mejor que la de Rondón”, “Cabeza e´toro”, “Rubén el Campanero”:
“La parroquia está de fiesta
Ay, qué bonita mañana
el tañer de las campanas
despierta al saladillero
si Rubén el campanero
la hace festiva y galana”
(Miguel Ordoñez, 1987).
En el año 1998, cuando cumplía 25 años de carera, salió al mercado su álbum antológico “Éxitos gaiteros: Daniel Méndez”, una exhaustiva recopilación de sus gaitas a través de los años de carrera musical. El CD tuvo una gran aceptación y divulgación en todo el país.
En 1992, Astolfo Romero decidió crear su propia agrupación, la llamó La Parranda Gaitera. Para ello convocó a sus amigos de toda una vida: Cheo Beceira, Pedro Cantaclaro Villalobos, su pupilo Daniel Méndez y el percusionista Miguel Parra. Esa agrupación tenía un sonido muy particular, basado en el golpe viejo, pero anexando el bongó, ejecutado con baquetas por Miguel “Mandoca” Parra. Con esa divisa actuaron hasta el año 1996. Ahí Méndez logró los éxitos importantes: “Cosa tan buena”, “Mi barrio”, “Madrecita”.
En una segunda etapa con Cardenales del Éxito, bajo la directriz de Ricardo Portillo impuso el tema “Soy de este pueblo” cantando junto a su antiguo compañero de cantatas Danelo Badell:
“Soy de este pueblo y no olvido
los favores alcanzados
San Juan de Dios es testigo
y Servidores Marianos”
(Ricardo Portillo, 1998)
Los últimos años, Daniel ha estado en la agrupación Happy Gaita, con sede en la ciudad de Santiago de León de Caracas, con una propuesta de gaita orquestada. Ha sonado temas como “El tobogán de la Virgen”, “Mi calle era una verbena”, “Lampazo y escobillón”. Allí ha compartido la responsabilidad de cantar con Argenis Sánchez, Ender Carruyo, Chuchito Ibarra y Adafel Uzcátegui, entre otros.
El barítono sureño, Daniel Enrique Méndez Bohórquez, nativo de La Punta, sector cercano a la playa del pueblo, el San Francisco pionero, en los fondos de la plaza Urdaneta, ha dejado el trazo azul de su voz a lo largo de cinco décadas, ha levantando aplausos en ciudades antípodas y públicos heterogéneos, con su gran calidad de cantor. Hoy en día se debate entre el mercadeo de sus empresas de alimentos y su amor al cantoral popular. Tiene un hogar muy cálido, conformado por su esposa Lourdes Bríñez, quien fue cantante profesional, y sus bellas hijas: Daniela María y Valentina María. Allí se siente querido y protegido, envuelto en la música que siempre ha amado. Sin duda, Daniel está en el decálogo de los solistas más queridos y admirados de nuestro folclor zuliano.
Espero que la voz y el talento de Daniel, tengan la durabilidad del lapislázuli, cuya dureza se compara con la del acero. Ojalá siempre lo acompañe la luz azul del noble mineral.
León Magno Montiel
@leonmagnom