(27 de abril del 2020. El venezolano).-La pandemia del coronavirus mantiene al mundo en alerta, cifras alarmantes de fallecidos y contagiados. Mucho antes que el virus tocara el país, ya habían venezolanos afectados por el tema. El Covid-19 no tardó en migrar e iniciar su expansión por toda China, paseándose por las ciudades, para asentarse Hong Kong, en donde vive Christian Mendoza desde hace cinco años, ahí trabaja para una empresa de telecomunicaciones. Fue el seis de enero cuando hizo un viaje de negocios a Tokio.
Para ese entonces, en los parlantes del aeropuerto reproducían un mensaje “neumonía de Wuhan”. Recuerda que no era llamada propiamente epidemia, pero sí un caso alarmante. No olvida que el anuncio lo repetían cada cinco minutos y exigían a los ciudadanos evitar los grandes mercados urbanos.
De regreso a Hong Kong el 15 de enero se encontró con una ciudad completamente distinta. “En las calles te encontrabas al 60% de la población usando máscaras“.
Para ese entonces ya la noticia del coronavirus era oficial. Eso había sido el pasado 11 de enero y el pánico era comprensible porque revivía los sucesos del SARS en 2003. Mendoza explica que la mayoría de las muertes ocurrieron en Hong Kong, pero a la vez dotaron a la ciudadanía de mucha conciencia. “Esta es la ciudad con mayor cantidad de papeleras a nivel mundial. Aquí cada 10 o 20 minutos desinfectan todo para evitar la propagación del virus”.
A Christian se le complica encontrar información porque no habla mandarín, entonces solo tiene un medio impreso para poder estar al día con las noticias, pero admite que es eficiente.
Pero ante tanta información, los ciudadanos no saben qué creer y eso contribuye en el desarrollo del pánico colectivo en una sociedad que tilda de “pesimista” ante cualquier situación de riesgo, por lo que toman cualquier tipo de medidas para evitar verse perjudicados. “Si algo malo puede pasar, sin duda me pasará a mi. Aquí quien no porta mascarilla es mirado como un irresponsable”.
Esa oda al pánico ha provocado que los sitios turísticos de la ciudad queden vacíos, mientras el tráfico vehicular en horas pico no es caótica. “Algunas empresas han solicitado a sus empleados trabajar desde casa”, dice Mendoza quien se encuentra en su vivienda desde el 28 de enero. Admite que aquellos que trabajan por hora o que no cuentan con sueldo fijo deben estar pasándola muy mal.
Aunque entiende que el gobierno intente calmar las aguas le parece incoherente que hable de una situación no tan grave cuando levantan un hospital en diez días. “Eso deja muchos cabos sueltos. Ese hospital parece una cárcel y aunque dicen que es una gripe más, uno empieza a preguntarse muchas cosas”.
El venezolano recuerda que una de las primeras medidas que tomó el gobierno fue el cierre de las instituciones gubernamentales, a principios de febrero, justo después del año nuevo chino, luego suspendieron las clases hasta el 24 de abril, mientras algunas fronteras con China quedaron cerradas, para luego obligar a cada persona que venga de dicho país a realizar una cuarentena individual. “El problema es que no existe un sistema para saber si las personas en cuarentena están realmente cumpliendo con las reglas o no”, sin embargo según información de agencias internacionales para el 10 de marzo Hong Kong había registrado 141 casos nuevos de COVID-19, algo que parece alarmante, sin embargo, China ha logrado hacer frente a la pandemia gracias a sus estrategias de aislamiento.
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Además, como medida de apoyo, el gobierno le dará a los residentes permanentes la cantidad de 10 mil Hong Kong dollars, equivalentes 1.350 dolares americanos.
Christian Mendoza no se encuentra en cuarentena pero ha tomado la decisión de salir lo menos posible de su vivienda. Tiene una bebé de 10 meses y teme que esta pueda contraer una neumonía que empeoraría todo en base a los índices de mortalidad, que también apuntan a mayores de 60 años, como es el caso de sus padres con los que habita.
“Desde hace dos meses mi vida social es poco o nada. Además todo está cerrado, entonces los clubes nocturnos no funcionan, por lo que es difícil encontrar algo que hacer, inclusive las áreas comunes de mi condominio ya no están disponibles”.
Es sincero y dice no estar paranoico. Evita leer cualquier tipo de información porque siente que muchos medios son amarillistas, sin contar la saturación de información que lleva a cuestionar qué es verdad o mentira. “Hay demasiadas fake news y un montón de doctores opinando como expertos y no están en Asia, ni en contacto con el virus”.
La realidad que Christian ha vivido en Hong Kong le recuerda a su época en Venezuela cuando se presentaban picos de escasez y había que salir a hacer largas colas para comprar productos de primera necesidad, como alimentos, medicinas y tapabocas. Estos tres han escaseado, pero como no sale con frecuencia, dice mantenerse en calma, pero el escenario es perturbador. “Parece una película hollywoodezca”.
La información que maneja el criollo sobre la enfermedad es la misma que maneja la mayoría, pero cuestiona que aún existan preguntas sin resolver enfocándose en que la taza de muerte de la OMS la están dando mal. “Dicen que es 2% pero ese cálculo está mal. Ellos toman el número de contagiados dividido entre el número de muertes y al final del día no sabes cuanta gente puede morir. Es una inferencia, es como sumar peras con manzanas. Lo ideal es sacar el numero de pacientes dados de alta, entre el número de muertes y eso te dará una cifra de hasta 8%”.
Esa idea no sale de su cabeza y el hecho de que cada vez escuche de más casos de contagio en su ciudad aviva todo. De hecho conoce el caso cercano de una mujer, amiga de un colega chileno que estuvo en contacto con una familia de 10 personas, en la que los diez miembros dieron positivo, sin embargo esta mujer no fue el caso. Se intentó contactar con la persona, sin embargo esta afirmó tener mucho miedo debido a la discriminación de la que ya ha sido víctima.
Ahora que Christian tomó la cuarentena voluntaria su rutina ha cambiado se mantiene trabajando desde casa ubicada en el distrito Tsuen Wan, en la región de Nuevos Territorios, ahí también se mantiene a la par criando a su bebé en un pequeño espacio que los sofoca, pero agradece que en medio de las adversidades tenga tiempo para dedicarle a su pequeña.
Por ahora mantiene el uso de tapabocas los cuales tienen un sobreprecio absurdo, como es el caso de los N95 que filtran las partículas en el aire, estos normalmente tienen un costo de $2, pero en las calles de Hong Kong se encuentran por $10, estos los reutiliza durante el día y los desecha, nunca los deja más de 24 horas porque sabe que es un peligro.
A su juicio es indignante el comportamiento de los distintos países ante la crisis sanitaria que implica el coronavirus. Piensa que los países llevan toda la vida tomandose a la ligera las enfermedades “Ahhora que todo se salió de control tratan de tomar medidas correctivas y se les dificulta, mientras que los ciudadanos se lo toman a la ligera y prefieren creer en la información de instagramers e influencers y no le dan la atención que merecen a las fuentes oficiales. A la gente le falta cultura”.
Seúl
Ricardo González es comunicador social y tiene la misma cantidad de años que Christian en Asia, solo que Ricardo vive al sur este de Seul, capital de Corea del Sur, en una región llamada Seongnam, una urbe con más de 900 mil habitantes y desde la cual ha iniciado la redacción de un diario para registrar los sucesos más destacados. Para él es indudable que el primero de ellos fue encontrarse con una ciudad desolada y diferente a la habitual.
Cuando este fenómeno inicio Ricardo no le dio mucha importancia, para él era una gripe más, pero luego al ver que lo ocurrido en Wuhan se salía de control, y alcanzando países vecinos como Japón supo que las cosas terminarían mal.
Le impactó ver los videos de un mercado en China en el que se comercializaba desde perros hasta murciélagos. “Recuerdo escuchar a la gente decir que el virus venía de una sopa de murciélago, pero también estaban los que hablaban que todo se desató en un laboratorio”.
Corea del Sur es uno de los países con mayor cantidad de casos, pero es lógico tomando en cuenta que el mayor número de extranjeros en esta nación proviene de China. Esto fue razón más que suficiente para criticar al gobierno surcoreano por permitir los vuelos entre Corea del Sur y ciudades chinas como Shanghai y Beijing. “Parecía que había poco control de la situación”.
Al momento de registrar más de 30 casos, los surcoreanos tomaron como medida de prevención el uso de tapabocas, una realidad que fue multiplicándose, mientras que se conocía que el virus había entrado a dicho país por una mujer que estuvo en Wuhan la cual es perteneciente a un culto religioso cuya iglesia queda en la ciudad de Daegu, en donde la mujer contagió a cerca de 100 personas.
Una vez este hecho ocurrió el país cambió drásticamente “Ya no eran 30, si no quinientos, en tan solo una semana y la multiplicación de las cifras fue muy acelerada”.
Las restricciones producto de la enfermedad tocaron la vida de González cuando fue al gimnasio y se topó con que este estaría cerrado, volviendo más tangible la crisis que se evidenció en la capital de Corea del Sur, la cual alberga a 17 millones de personas. “Está más vacía que nunca. Muchas empresas han cambiado sus horarios de trabajo y permiten a sus trabajadores salir una o dos horas para evitar las horas pico y lugares concurridos. La gente está comprando comida por internet porque ni a los supermercados ya se puede ir confiado”.
A su celular, cada tantas horas llegan mensajes de texto del gobierno dando consejos y advertencias de contagios en la zona “Si tiene síntomas de tos, gripe, le cuesta respirar, etc comuníquese con el 1139 para recibir asistencia inmediata” Es uno de los mensajes que Ricardo muestra en su smartphone, junto con otros tantos.
Ricardo es tajante cuando dice que Corea del Sur es muy diferente a China, especialmente porque existen controles sanitarios y ellos no permiten la venta de animales exóticos para el consumo humano, exceptuando los perros. “Yo no los he probado, pero son una raza criada especialmente para el consumo humano. Tampoco es algo que a los coreanos les guste mucho, pero como todo, hay a quien sí. Una vez pasé por un local en donde vendían esa carne y casi que cuando lo vi salí corriendo despavorido”.
Luego de muchas semanas de escuchar sobre el coronavirus, le ha perdido temor, porque toma precauciones, pero su verdadero miedo, está vinculado al impacto económico que indudablemente causa la enfermedad. “China ha parado mucho su producción para proteger a sus trabajadores que permanecen en casa y si China, que es uno de los pilares de la economía mundial, se para, eso afectará la economía global también de manera negativa”.
Por lo menos la escasez de tapabocas en Corea del Sur es un ejemplo, en vista a que gran parte de los materiales, provienen de la vecina China, mientras que Seul decidió no comprar productos chinos para evitar riesgos.
Afortunadamente, Ricardo fue precavido y compró tapabocas para más de un mes, el paquete le salió por cerca de $12. Su uso en las calles le parece incomodo, cuando le tocó volver al gimnasio, la única condición para ingresar era portar la mascarilla, pero no es algo que le agrade mucho porque prefiere evitar posibles contagios, no obstante para rendirlos repite su uso hasta por cinco días, según los niveles de exposición que tenga.
Uno de los momentos más impactantes durante esta crisis lo vivió paseando por las calles de Shincheon “vimos cómo se amontonaba la gente alrededor de un autobús manteniendo una distancia prudencial y atentos ante lo que estaba pasando. Ahí varios carros de la policía interceptaron el autobús, porque una chica estaba estornudando y los usuarios del bus lo reportaron a la policía”.
De ese autobús nadie pudo bajarse, para su asombro un oficial que se vistió con un traje blanco y una máscara que le cubría toda la cara, sacó un aparato de su bolsillo para hacerle una prueba in situ a la chica. “Creo que el autobús junto con todos los pasajeros a bordo lo mandaron a otro sitio para mantenerlo en cuarentena hasta determinar si era seguro que los pasajeros se bajaran y fueran a sus hogares”.
Escenas como esas han desatado el pánico que es también una pandemia, pánico que lo rozó muy de cerca cuando iba camino a sus casa, luego de su jornada de trabajo y una mujer en las escaleras mecánicas estornudó en su dirección. Él quedó petrificado mientras le arrojaba una mirada de enojo y desaprobación, mientras el miedo se hacía real ante la posibilidad de acabar contagiado.
A pesar de lo visto en las calles y en la televisión, se siente aliviado porque Corea del Sur cuenta con la infraestructura y tecnología para combatir el virus “Es más seguro que Estados Unidos. Aquí si te enfermas puedes llamar al 1339 y el gobierno se encarga de protegerte y darte toda la asistencia médica, te hacen pruebas, te alimentan y te ponen en cuarentena hasta que te sanes y todo lo cubre el gobierno. Pero en Estados Unidos si quieres que te hagan una prueba para ver si tienes el virus o no creo que cuesta cómo 400 dólares a los que tienen seguro médico, a los que no creo que vale como $1600. No me quiero imaginar como es en Venezuela, en donde ni gasas hay”.
Redacción: Armando Díaz