(04 de febrero del 2025. El Venezolano).- “Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate”,
Thomas Carlyle.
Escrito por: Manuel Barreto
De nuevo nos encontramos con el anticipado pesimismo, así como también con la prolongada catarsis de muchos y la desconfianza de otros. Pululan en las redes la manipulación, la tergiversación y el falseamiento de la realidad, creando una maraña confusa de comentarios, sin importar adoptar una estrategia de tierra quemada, como respuesta al exclusivismo del «para nosotros o para nadie», cuando lo lógico debe ser darle suficiente espacio a la reflexión, a la autocrítica, al sensato análisis y al diagnóstico, que nos permita medir que puede flexibilizarse y que debe radicalizarse.
El dilema que atraviesa nuestro país se puede encontrar, además de la ruindad del régimen, en la orfandad de gente sería, de una ciudadanía enterada que no sabe qué decir, no encuentra que pensar, pues se nutre de la más notable encarnación de la necedad.
Así andamos en Venezuela, entre necios que juegan a la política, mientras la necedad les impide ver la diversa y compleja realidad del país que reclama con urgencia cordura, compromiso, paciencia y talento. Pero es que hay ocasiones en las que la necedad resulta más fascinante que la inteligencia. La inteligencia tiene límites, la necedad resulta infinita, no hay argumentos, sino lo viral de las alertas y las imágenes no confirmadas; no se tiene una trayectoria, sino el atrevimiento y la temeridad de la improvisación, o la aspiración de una gran cantidad de likes por alguna ocurrencia o chistosa peripecia.
Convertir a los factores democráticos que han enfrentado al gobierno con coraje y perseverancia en objeto preferente de las críticas infundadas, es olvidarse de quienes tienen el poder, quienes son los verdaderos culpables de este desastre.
La perniciosa incontinencia verbal sigue siendo la afición preferida en esta etapa donde se requiere la información precisa acerca del acontecer real del complejo momentum político, enlodando los pasos firmes que deben darse. Los improvisados y necios, lo enseña la historia, sólo confunden y desilusionan; de ahí que un resentido o un obcecado pesimista no le sirvan a nuestra cívica tarea.
Ha llegado el momento de dejar atrás tanta ira y desconfianza mal direccionada; ya hemos tenido mucho tiempo de catarsis. Ya basta de destruir lo que es digno de respeto, incurriendo en el mismo error de lo que combaten al ceder a la descalificación en bloque.
Ya basta de buscar culpables entre esas personas, que como tantos otros ciudadanos comprometidos con el porvenir del país, pusieron lo mejor de cada uno en esta terrible y desigual contienda. De lo que se trata no es de eliminar personas sino mejorar prácticas. De lo que se trata es que los partidos democráticos vuelvan a cuidar a sus militantes y hagan de la pertenencia a una organización política algo prestigioso, valorado e influyente.
No un “club de amigos” dispuestos a apuntarse en cualquier tracalería con la cual pretenda de manera ruin, oxigenarse el régimen. Por eso, a pesar del empeño mediático y de todos los esfuerzos retóricos, los empecinados vendedores de la infértil cizaña no cosechan sino fracasos, pues sus procederes se suelen manifestar en la incapacidad de transcender el presente inmediato, de prever el futuro y valorar las consecuencias de sus actos. Lamentablemente, esta nociva dinámica se contagia entre parte del estamento político que sabe que su cuarto de hora ya pasó y de cierta incauta ciudadanía, retroalimentándose y generando la crispación y el desencanto dominante por ahora.
Sólo reflexionar críticamente sobre lo acontecido lo convierte en aprendizaje. Primero hay que dimensionar la realidad tal cual es, y no como la imaginamos. Que el resultado fue decepcionante nadie lo pone en duda, y no recordamos haber escuchado que esta fase seria fácil. Sin embargo, algo positivo nos ha quedado: esta situación nos acercó más a nuestra familia; nos ayudó a ampliar el entendimiento para ir reacomodando mejor las cosas, para emprender de nuevo el camino con mayor firmeza y entusiasmo, y sobre todo, conociendo lo accidentada que será la nueva travesía, a saber: los desaciertos acá; las trapisondas allá; los análisis apresurados acá; las convicciones en este morral y las divisiones, bien al fondo. Esta incertidumbre nos oxigenó y sobre todo, nos ayudó a separar lo imprescindible de lo accesorio.
No es cierto que todo está perdido o que todo debería ser arrastrado por la demencial conducción de este régimen. Todo lo contrario: nuestro país tiene un enorme potencial de buena voluntad, creatividad, capacidad, solidaridad y anhelo por un mejor entorno humano. Tenemos un Presidente Constitucional que gano abrumadoramente un proceso electoral convocado y organizado por el CNE, y ese Pte Constitucional ya nombro como VicePte a una extraordinaria mujer que ha puesto su vida por rescatar nuestro país.
La política es un asunto de definiciones que tiene como punto de partida la convicción personal, lo cual no se reduce al oportunismo ni a la bellaquería. La política no está circunscrita sólo a «los políticos» sino a todo aquel que, haciendo un balance de las cosas y teniendo respeto por lo que sucede, decide fijar una postura de cara a los demás. La cuestión es estimular este potencial, darle más espacio y confianza. Esta es una tarea de los verdaderos políticos y de todos los ciudadanos comprometidos con el porvenir.
Los lideres imprescindibles seguirán adelante, luchando por una Venezuela mejor, donde impere la decencia y la honradez, mientras los oportunistas ya conocidos insistirán en recoger las vergonzosas migajas de la indignidad. Por tal razón seguimos apostando a los imprescindibles, esos que luchan por el largo plazo, tratando de conseguir un país mejor, inclusive cuando cesen de transitar por esta Tierra de Gracia…